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«Me gusta dibujar lo imposible». Son las palabras de Carlos Peñalver, un artista alicantino de 34 años afincado en Londres que trabaja representado por la agencia internacional Artiq. Durante su trayectoria ha pasado de pintar retratos en las calles de Altea a que sus murales estén expuestos en el interior de edificios tan importantes como la London School of Economics, una de las universidades más prestigiosas del mundo, pasando por vivir en Malasia y exponer sus piezas en Kuala Lumpur.
Desde pequeño, a Carlos siempre le ha gustado dibujar. Ya en el colegio aprovechaba cualquier oportunidad de hacer un «dibujo libre» para dejar salir su creatividad. Asegura que movía la tiza por la pizarra del aula y «era como pintar un mural». De los primeros de su vida.
«Dibujaba algo y todo el mundo flipaba», explica. Además, el formato de arte a gran escala le atrae también desde la infancia. El origen fue un día en el que un profesor le invitó a dibujar algo de más tamaño y él recreó una pelea entre un dinosaurio y tres monos. «Era más grande que yo ese dibujo», recuerda.
En casa, Peñalver cuenta que la ilusión por crear conceptos a través del arte la compartía con su hermano, a quien le gustaba dibujar hogueras y otros elementos característicos de Alicante. «Hacíamos un montón de cosas muy artísticas», cuenta. Además, a su abuelo también le encantaba pintar. «Hay un cuadro en casa que pintó cuando era un niño y que es brutal, parece como si lo hubiese pintado un pintor importante», cuenta con ilusión.
Ambas figuras fueron su única referencias dentro del mundo del dibujo hasta que inició su etapa en la universidad, ya que hasta entonces nunca había asistido a una clase para aprender a hacerlo. Cuando llegó el momento de escoger qué carrera estudiar se decantó por Arquitectura.
Inició su andadura en la Universidad de Alicante y en primero de carrera tenía una asignatura de dibujo libre en la que le enseñaban análisis de formas, y él «solo quería ir a esa clase», ya que siempre ha buscado el lado creativo y artístico a todas sus actividades.
Y a pesar de que cuando empezó «no tenía ninguna vocación», ha ejercido de arquitecto prácticamente desde que salió de la facultad. Con la carrera terminada a falta de presentar el proyecto de fin de grado, se marchó a Shanghái con una beca que le concedió la Unión Europea. Allí pasó seis meses estudiando chino y además encontró su primer trabajo en un estudio de arquitectura.
Sin embargo, su interés por lo artístico no desapareció, sino que aumentó. «Vine súper motivado de Shanghái, era lo más parecido a estar en otro mundo», explica. Y en ese contexto desarrolló el último trabajo de su etapa universitaria. Después, con la confianza de quien ha vivido una experiencia en otro continente y con su título bajo el brazo, decidió darle una oportunidad creativa a su pasión: dibujar.
Con la carrera terminada se plantó en Altea en agosto y, sentado sobre unas escaleras de la Plaza de la Iglesia del caso antiguo, empezó a dibujar retratos a todas las personas que se lo solicitaban. «La gente hacía cola», recuerda. Sorprendido e ilusionado siguió probando suerte en Benidorm, luego en Milán, el lago de Lugano... Pasó el verano probando en distintos sitios. «Solamente quería saber si a la gente le gustaba lo que hacía», explica.
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Su interés por los mercadillos y las zonas de arte fue 'in crescendo' y decidió dar otro gran salto. Probar suerte en Londres. Recibió una oferta para trabajar como arquitecto allí y se marchó. Pero lo que más le interesaba de la ciudad era compartir su arte en espacios como Camden Town, el Mercado de Portobello o Notting Hill y en otros lugares. Así que trabajaba en arquitectura de lunes a viernes y de artista los fines de semana y en cada rato libre que tenía.
Al poco tiempo de iniciar su andadura en estos mercadillos y en varias calles londinenses, un hombre de Malasia se le acercó a pedirle que le hiciera un retrato. Le pareció que su arte era «buenísimo» y le ofreció marcharse a Kuala Lumpur con él para ayudarle a preparar una 'solo exhibition' -una muestra individual de arte- en la que trabajar y promocionar su trabajo.
Carlos se quedó entre sorprendido y extrañado ante lo que le dijo el señor, de nombre Richard Tan. Además ya había gente haciendo cola para pedirle un retrato y no podía distraerse, por lo que se quedó con el e-mail del hombre y continuó con su jornada. Más tarde se puso en contacto con Tan y quedaron unas cuántas ocasiones en Londres.
Después de varias conversaciones se dio cuenta de que todo lo que le había contado Richard Tan era cierto. «Me dejé el curro y me fui para allá inmediatamente», cuenta el artista alicantino. El empresario, que también era arquitecto, le pagó los vuelos, le ayudó a conseguir el visado, le puso un chófer privado y un asistente y le entregó las llaves de su chalet en Kuala Lumpur.
En Malasia fue la primera vez que Carlos empezó a dibujar murales en grande por encargo de Tan. «Me pagaba por dibujar, y eso nunca me había pasado. Mi trabajo era dibujar y pensar en dibujar», recuerda ilusionado. Sin problemas de casa o dinero, porque cobraba un sueldo, solo tenía que preocuparse «de producir».
Y es que Richard Tan es un arquitecto con mucho prestigio que diseña edificios y todo el interiorismo que los acompaña. «Era como otro nivel», cuenta el alicantino. Así, estaba desarrollando el proyecto de 'solo exhibition' para vender unos muebles y otros productos que diseñaba con materiales reciclados.
El espacio para la exposición era un edificio de cuatro plantas, con una abertura en el tejado que caía dentro sobre un árbol que estaba plantado dentro de la estancia. «Entonces yo tenía que hacer varios cuadros grandes y algunos murales para completar la decoración», cuenta. Disfrutó mucho de esta etapa de su vida y pasó seis meses trabajando y viviendo allí hasta que decidió volver a Europa y cambiar de senda.
Cuando regresó de Kuala Lumpur tenía que empezar de nuevo a buscarse la vida, así que inició una búsqueda de empleo como arquitecto en Londres. Y a pesar de que su experiencia en ese sector era suficiente para tener un portfolio, siempre le ha gustado incluir también un par de proyectos artísticos como parte del mismo, por lo que en esta ocasión había añadido dos murales de los que hizo en Malasia. Gracias a ello consiguió su objetivo: un trabajo. Pero no estaba relacionado con la arquitectura.
Le contrataron para dibujar un mural en el interior del restaurante Cornerstone ubicado en Hackney Wick para su inauguración. Se trata del establecimiento fundado y regentado por Tom Brown, finalista del programa de Reino Unido 'Great British Menu', que ahora cuenta con una estrella michelín.
Peñalver explica que fue muy emocionante formar parte de un proyecto como ese, y que le dio bastante visibilidad. Fue así porque una de las revistas más importantes de Reino Unido y líder en el mercado de la información sobre la industria de la hostelería, The Caterer, hizo un reportaje sobre el restaurante. Tras la visita, la foto de portada mostró a Tom Brown posando junto al mural elaborado por Peñalver.
Fue entonces cuando le fichó la agencia internacional de arte Artiq, en la que lleva trabajando desde 2018. En la actualidad hay 14 grandes murales del artista alicantino en varios edificios de Londres. Para él, el más impactante es el que realizó en la London School of Economics, una de las universidades de Economía y Ciencias Políticas más prestigiosas del mundo.
«Me gusta estar siempre inventando a través del dibujo», narra. Por eso, ahora mismo está llevando a cabo una serie de piezas «intentando dibujar la mente». Y aunque «nadie sabe cómo es la mente» quiere explorar el concepto, ya que le gusta lo abstracto y tratar de esbozar «ideas o estados de ánimo». Así, muy emocionado, declara: «Imagínate que pudiese dibujar a la misma velocidad a la que estoy pensando».
«Nunca lo hago con lápiz, dibujo directamente con el permanente y no pienso». Asimismo, ahora está probando a realizar dibujos únicamente con color rojo. La idea surge como parte de la tradicional creencia China que asegura que llevar alguna prenda o accesorio de color rojo atrae la buena suerte.
Una anécdota especialmente curiosa de Carlos Peñalver es que nunca se ha sentado a dibujar en las calles de Alicante, su ciudad. «Me daba vergüenza», relata. Por ese motivo siempre probó suerte en lugares donde no le conocía nadie. Hoy, con un nombre construido en el panorama internacional del arte y dedicándose en cuerpo y alma a dibujar a tiempo completo, está muy feliz de compartir su historia y continúa trabajando en sus nuevos proyectos.
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