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José Carlos Castillo
Miércoles, 3 de abril 2024, 00:08
Recibir una llamada telefónica de un número desconocido se ha convertido en habitual para millones de personas en todo el mundo. De hecho, cada vez se registran menos llamadas de índole personal, enfrascados como estamos en las aplicaciones de mensajería instantánea: las nuevas generaciones consideran ... invasivas las conversaciones por voz, que en muchos casos llegan a provocarles ansiedad (la conocida como telefonofobia) por la obligación de responder al momento, sin tiempo para meditar una respuesta.
Entonces, ¿quién se encuentra al otro lado de la línea? La mayoría de llamadas proceden de centralitas: operadoras de internet y firmas de seguros pugnan a diario por agenciarse nuevos clientes mediante ofertas de todo tipo; campañas que en muchas ocasiones llegan camufladas como encuestas o directamente se articulan a través del engaño. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha denunciado en varias ocasiones a operadores de compañías de gas o luz que, con la excusa de un falso cambio de distribuidora, confunden al cliente para conseguir que abandone a su eléctrica de toda la vida.
Luego están, por descontado, las llamadas fraudulentas acometidas por ciberdelincuentes a través de la técnica conocida como 'phishing': recopilan nuestros datos (a través de las múltiples filtraciones que se producen en internet) para ganarse la confianza de las víctimas mientras se hacen pasar por sus respectivas entidades bancarias o una empresa de transporte. Es entonces cuando las convencen para instalar aplicaciones maliciosas en sus dispositivos, proporcionar contraseñas o realizar pagos puntuales, lo que en último término puede vaciarles la cuenta corriente.
De un tiempo a esta parte, sin embargo, las llamadas anónimas predominantes son aquellas en las que, al descolgar, nadie habla. Es más, tras mantenernos unos segundos hablándole al aire, el emisor corta la llamada de improviso (en ocasiones esto puede ocurrir apenas un segundo después de haber contestado, tras escuchar un pitido estridente).
Los expertos en ciberseguridad han acuñado el término de 'llamadas fantasma' para aludir a este tipo de interlocuciones, siendo muchos quienes se preguntan qué esconden: ¿perjudican de algún modo al receptor por el mero hecho de atenderlas? En ocasiones. La clave está en no volverse a poner en contacto con el número que nos ha llamado, cuando tendría lugar la modalidad de estafa conocida como 'wangiri' o de la llamada perdida: los estafadores realizan llamadas de pocos segundos o directamente llaman y cuelgan de forma repetida al teléfono de la víctima; ésta, pensando que puede tratarse de una emergencia, termina poniéndose en contacto con el delincuente a través de lo que en realidad es un número de tarificación especial. El resultado es un cargo abultado en su factura telefónica, lo que no descubrirá hasta recibir el extracto a final de mes.
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Claro que las 'llamadas fantasma' también pueden obedecer a una técnica de 'marketing' automatizada: un 'bot' (un programa informático) se encarga de llamar de forma masiva a un listado de teléfonos para descartar los que no respondan. Quienes contestan, sin embargo, pasan a formar parte de una nueva lista: la de los usuarios a los que contactarán preferentemente para hacerles llegar toda clase de propuestas comerciales. Así, si contestamos a un número desconocido y no hay nadie al aparato o nos cuelgan al momento, lo más probable es que le hayamos dicho a una máquina que solemos hacer eso mismo cuando alguien nos llama: descolgar; por lo que somos idóneos para seguir recibiendo propaganda telefónica.
En otras ocasiones pueden llamar y colgarnos, sin pronunciar palabra, con el objetivo de saber a qué hora solemos estar disponibles. Los mentados 'bots' marcan una serie de números al azar y registran la hora en que ha contestado el usuario; esta información engrosa luego una base de datos que utilizan los operadores de ciertas compañías para saber en qué momento del día es más probable que contestemos.
Estos dos últimos supuestos no conllevan riesgo económico alguno para nosotros, por descontado, pero sí que podrían derivar en un aluvión de molestas e insistentes llamadas comerciales. Para evitarlo, la OCU recomienda apuntarnos en la conocida Lista Robinson, aunque algunos usuarios desconfían: siguieron siendo molestados por teléfono incluso meses después de formalizar el registro. La única opción efectiva, entonces, parece ser bloquear todos aquellos números desconocidos que se pongan en contacto con nosotros (si constatamos que pertenecen a una centralita o que nos devuelven el silencio por respuesta).
Afortunadamente, la mayoría de teléfonos Android llevan preinstalada una aplicación que detecta automáticamente las llamadas de spam y las marca como tales en pantalla, sin necesidad de que contestemos. Estos avisos tienen un alto grado de acierto, ya que a menudo se basan en los reportes de otros usuarios.
Por su parte, los usuarios de iPhone pueden cortar por lo sano silenciando automáticamente cualquier llamada entrante de un número desconocido (a través del apartado 'Teléfono' > 'Silenciar desconocidos', dentro del menú de 'Ajustes'). Al habilitar esta opción, estas comunicaciones se enviarán automáticamente al buzón de voz y se mostrarán en la lista de 'Recientes'.
Como alternativa podemos descargar alguna de las múltiples aplicaciones diseñadas para identificar números desconocidos (que no ocultos, los cuales resultan imposibles de descifrar). Una de las más utilizadas es 'TrueCaller' para iOS y Android, que supera los mil millones de descargas en la tienda de aplicaciones de Google. Igual de lícito es introducir el número de marras en el buscador de Google (seguramente alguien haya escrito al respecto) o acudir a páginas web como 'ListaSpam' o '¿Quién ha llamado?', donde se almacenan miles de numeraciones junto a los comentarios de otros usuarios.
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