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J. Castillo
Lunes, 25 de marzo 2024, 19:07
La situación le resultará familiar: se dispone a comprar unos billetes de avión y el precio varía enormemente de un día para otro, pese a que siguen quedando asientos disponibles. También le habrá ocurrido el tener que pagar dos veces más por el trayecto ferroviario ... que realizó un año atrás (en plena Semana Santa). Tras estos desembolsos adicionales se encuentra la estrategia de los llamados 'precios dinámicos', por la cual distintas empresas ajustan el coste de sus productos o servicios de acuerdo no solo a la demanda del mercado; también a la disponibilidad de sus inventarios y a nuestro historial de navegación.
Del mismo modo que si buscamos zapatillas deportivas por Internet nos vemos apabullados de anuncios sobre calzado durante semanas, la consulta de presupuestos en la página de una aerolínea hace que sus algoritmos se pongan en alerta y comiencen a llegarnos mensajes de apremio. Se nos advierte así de que quedan pocas plazas disponibles o de que equis número de usuarios se encuentran consultando el mismo vuelo en el que hemos manifestado interés. Con los días, y a sabiendas de que es muy probable que terminemos comprando billetes, la compañía puede ir subiendo gradualmente sus precios para terminar de convencernos: 'si no lo compras ahora, terminarás pagando de más o quedándote en tierra'.
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Una muestra de que estos precios dinámicos han llegado para quedarse es su utilización más allá del segmento del transporte: pagar lo mínimo por una noche de hotel supone lo mismo que consultar a diario los vaivenes en bolsa de las grandes compañías, pues los precios fluctúan mucho en las plataformas de reserva.
Los servicios de recogida en coche (VTC) o de entrega de comida a domicilio ('riders' mediante) también se están viendo afectados: pedir la misma hamburguesa con patatas puede costar más caro un día de lluvia o partido; del mismo modo que volver a casa desde el centro de la ciudad, a las dos de la mañana, puede suponernos un desembolso impensable. Que le pregunten si no a Ángeles Pérez, madrileña de 36 años: «La app del VTC me pidió 53 euros por un viaje que no suele costar más de 20 con la tasa de nocturnidad ya aplicada. Descarté la opción y me fui en autobús pese a tardar 45 minutos más».
También están apreciándose estrategias similares en torno a espectáculos y conciertos. Taylor Swift utilizó precios dinámicos en su gira de 2018, lo que disparó el valor de las entradas hasta rozar el absurdo y generó enconadas protestas por parte de sus incondicionales. Tal así que la opción se descartó durante el siguiente tour internacional de la estrella del pop.
Por supuesto, la óptica sobre los precios dinámicos varían según a quién preguntemos. Para las empresas, se trata de un mecanismo ajustado a la ley de la oferta y la demanda, que «mejora el funcionamiento del mercado», explicó Sander Roose (director ejecutivo de Omnia Retail) en un monográfico de la BBC. Como ejemplos de sus beneficios para empresarios y consumidores suelen ponerse las 'happy hour' de los bares (cuando las bebidas cuestan menos para incentivar las ventas en los momentos de menor afluencia) y los descuentos que los supermercados aplican a aquellos productos cuya fecha de caducidad está próxima (lo que disminuye el desperdicio de alimentos y ensancha el presupuesto mensual en alimentación de muchas familias).
Para las organizaciones de consumidores, sin embargo, unos precios que cambian constantemente sin ton ni son suponen una falta de transparencia de cara al consumidor, quien se ve incapaz de tomar decisiones informadas. La OCU alerta así de que es habitual que «te cobren un producto o servicio más caro a ti que a otro consumidor, solo porque la empresa ha detectado que te gusta más o que lo necesitas más. [...] Además, varias empresas pueden contratar el mismo software para la fijación de precios, lo que agrava el riesgo de que los datos personales -domicilio, medios de pago, hábitos de compra...- se intercambien y se usen mal si no se protegen escrupulosamente».
La OCU recomienda utilizar el 'modo incógnito' de nuestro navegador para comprobar si están intentando darnos gato por liebre al ofrecernos un determinado precio en Internet. Esta opción, incluida entre los ajustes de todos los navegadores, permite ahondar en la red de redes sin recopilación de datos alguna.
Si ponemos como ejemplo la reserva de una habitación de hotel, el procedimiento sería el siguiente: desde el modo de navegación normal, comprobamos el precio que nos ofertan por ella en la página web o plataforma que solamos utilizar. A continuación abrimos una ventana de incógnito (el navegador suele teñirse de oscuro al activarla) y realizamos la misma búsqueda, en el mismo alojamiento, con las mismas condiciones y para el mismo periodo. Si el precio que obtenemos es más bajo significa que hemos estado a punto de caer en las redes de un algoritmo de precios dinámicos.
En lo sucesivo, recomienda la firma tecnológica SPC a través de un comunicado, será buena idea navegar directamente en modo de incógnito cuando nos dispongamos a comprar por Internet: «Así te será más fácil evitar esta estrategia de precios dinámicos y conseguir mejores precios en las compras online de viajes y actividades para las vacaciones».
Una alternativa es eliminar habitualmente las cookies y nuestro historial de navegación: «Al borrar estos datos, se elimina la información que las empresas utilizan para ajustar los precios, lo que a su vez salvaguarda la privacidad del usuario».
A este respecto, las distintas organizaciones de consumidores europeas (agrupadas en el BEUC) han formalizado una petición a la Comisión Europea para que «el entorno online tenga un diseño justo en el que se garantice la libre elección del consumidor y su protección frente a prácticas desleales, de forma que se encuentre libre de todo seguimiento y pueda decidir qué datos recopilan los dispositivos inteligentes».
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