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Si imaginamos que el suelo de la provincia de Alicante fuera piel humana, ¿qué imagen nos vendría a la cabeza? Posiblemente, la de una epidermis seca y agrietada, llena de manchas por una prolongada exposición al sol sin haberse visto protegida por crema protectora.
Ese ejercicio literario, fruto de mezclar la dermatología y la ecología, es el que evoca 'Arida cutis', un blog reconvertido en libro que aborda la ecología y el reto de las zonas áridas en un mundo cambiante. «El título viene del latín y significa piel seca. El concepto es muy gráfico y representa una de las características principales de los ambientes áridos». Así lo explica Fernando Maestre, coautor del trabajo y toda una eminencia mundial en el estudio de la desertificación.
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El alicantino lleva meses ejerciendo como profesor en la King Abdullah University of Science and Technology de Arabia Saudí, de donde volvió recientemente y de manera temporal a su Sax natal para presentar el trabajo que ha firmado junto a Santiago Soliveres Codina y Jaime Martínez Valderrama.
Maestre atiende a la petición de TodoAlicante a golpe de audio de WhatsApp desde el lejano Oriente Medio, disculpándose por la demora en responder, pero más que solícito por transmitir un mensaje que de cara a políticos y agricultores de Alicante se puede ver como una prédica en el desierto.
-¿Qué grado de desertificación sufrimos en la provincia de Alicante?
No disponemos de cifras fiables, ni de Alicante ni de toda España. Disponemos de estimaciones de hace una década, pero están muy desactualizadas. Necesitamos un atlas de la desertificación en España, y eso es justo en lo que están trabajando los investigadores Jorge Olcina y Jaime Martínez. En un par de años creo que podríamos disponer de esta herramienta, que es esencial para poder tomar medidas de gestión medioambiental.
-¿Qué responsabilidad tiene en ello la mano del ser humano en el proceso de desertificación?
Primero debemos entender que la desertificación implica la degradación del suelo, ya sea directamente por la acción humana o por el efecto del clima, en lo que también tenemos una gran responsabilidad. Por tanto, los seres humanos somos los principales responsables de este proceso.
Las consecuencias que se nos puede achacar directamente son el agotamiento de los acuíferos; la contaminación del suelo, así como la salinización del mismo por determinadas prácticas agrícolas; la eliminación de la cubierta vegetal también debida a la agricultura; y los incendios forestales. Todo ello provoca que el suelo se degrade y acabe desertificado.
-¿A qué escenario medioambiental nos vemos abocados?
Tendremos una menor disponibilidad de recursos hídricos, lo cual nos expone a mayores tensiones territoriales; y también dispondremos de menor superficie para el cultivo. Con ese contexto, la agricultura intensiva, tal y como la concebimos actualmente, dejará de ser sostenible.
Tampoco podemos olvidar el incremento de la duración e intensidad de la sequía, el aumento de las temperaturas (que en zonas como Alicante se hará notar en un mayor número de noches tropicales), así como más problemas de salud derivados de golpes de calor y otros efectos adversos.
-¿Estamos a tiempo de revertir la situación?
Los procesos atmosféricos que hemos desencadenado ya son irreversibles, porque seguimos emitiendo gases contaminantes y la previsión es que no vayamos a dejar de hacerlo. Aquello que está en nuestra mano es minimizar los efectos, y ello pasa por reducir de manera decidida los gases de efecto invernadero, adaptar y restaurar los suelos, y cambiar algunas prácticas agrícolas para recuperar zonas degradadas y que así el suelo se vaya regenerando poco a poco.
-¿Qué otras medidas podemos implementar?
Hay que reconsiderar el uso que hacemos del agua, y eso pasa por ajustar la demanda a la disponibilidad de recursos hídricos mediante la reducción del regadío. En Alicante se pide más agua trasvasada para la agricultura con el mantra de que hay que alimentar cada vez a más población, pero nos encontramos que tiramos cerca del 30% de la fruta y verdura que producimos. Desechamos tanta comida en parte porque no hay tanta demanda para satisfacer ese nivel de producción.
Es necesario cambiar ese modelo. Si redujéramos a la mitad la comida que tiramos, ahorraríamos miles de millones de litros de agua, y también reduciríamos el uso de pesticidas y fertilizantes, así como la emisión de gases de efecto invernadero. Debemos reconvertir algunas zonas de agricultura de regadío a secano, optando además por técnicas de agricultura regenerativa y ecológica, que tiene un menor impacto en el suelo. También contribuiríamos a mejorar los niveles de carbono y fertilidad del suelo, aumentando así la biodiversidad de los parajes agrícolas.
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