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Urgente Alicante retira la calle al padre Ángel Escapa tras reconocerse abusos sexuales a alumnos de Agustinos
Norkis Marquez y Gloria Tabares. Miriam Gil/Shootori
Emigrar para no morir

Emigrar para no morir

Norkis Marquez y Gloria Tabares son dos mujeres que huyeron de sus países -El Salvador y Colombia- para sobrevivir y en busca de una vida mejor | Han pasado por el programa de personas refugiadas de Cruz Roja y ahora construyen su vida en Alicante

Susana Almenar

Alicante

Martes, 20 de junio 2023, 07:29

La realidad de las personas refugiadas que han emigrado de sus países es, a menudo, muy complicada. Cada una carga una mochila diferente llena de vivencias e historias. Muchas de ellas han huido de situaciones imposibles para evitar, incluso, morir en sus territorios. Ejemplo de ello son Norkis Marquez, de El Salvador, y Gloria Tabares, de Colombia, que llegaron a España hace unos años con un mismo objetivo: sobrevivir.

Norquis Marquez: «Mi padre me intentó matar»

La historia de Norkis Marquez, una mujer transexual de El Salvador, es desgarradora desde su más tierna infancia. Cuando apenas tenía siete años fue víctima de abusos sexuales por parte de su tío y de diferentes compañeros de trabajo de su padre. Con todo el valor que fue capaz de reunir tras el dolor que sintió, se lo contó a su padre en busca de protección. Pero, lejos de encontrar apoyo, éste le acusó de haber «provocado» las agresiones. Le pegó una paliza y decidió echarle de casa.

Aún a esa edad tan temprana y sin nadie con quien contar, Norkis no se rindió. Acudió a un albergue de monjas y se quedó a vivir y estudiar allí. Y también empezó a trabajar en los mercadillos para poder ahorrar dinero. Demostró un gran interés por aprender y siempre sacaba las mejores notas de su clase, por lo que terminó consiguiendo una beca para realizar estudios de Bachillerato de Arquitectura en un prestigioso centro de El Salvador.

Sin embargo, a los 15 años ya había empezado su transición a mujer, lo cuál le trajo muchos problemas en todos los ámbitos. Por ejemplo, tenía que ir a clase vestida «con ropa de chico», utilizando sombreros o pintándose la barba, porque le obligaban a esconder quién era, tal como ha recordado. Y aún con todo, obtuvo la mejor nota a nivel nacional en el examen posterior a bachillerato, por lo que le concedieron una beca en una reconocida universidad salvadoreña, donde se licenció en Arquitectura.

Norkis Marquez en TodoAlicante, en el centro de la ciudad. Miriam Gil Albert

Fue la primera mujer transexual en conseguir un logro así, pero jamás se le reconoció. Igual que tampoco se aplaudió que ganara el concurso 'Miss Trans Centroamérica'. Y es que, tal como ha explicado Norkis Marquez a este diario, en El Salvador los hombres y las mujeres transexuales no son consideradas personas. La población piensa que sufren alguna «enfermedad contagiosa» de transmisión sexual y no tienen derecho a ser atendidas en ningún hospital o centro sanitario.

Por tanto, para muchas familias tener un hijo o una hija transexual es motivo de «vergüenza» o rechazo. Como en el caso del padre de Norkis, quien no tuvo suficiente con echarla de casa a los siete años, sino que cuando supo quién era su hija fue mucho más allá. «Intentó matarme en dos ocasiones», ha relatado. No aceptó que se desarrollara como una mujer, por lo que contrató los servicios de las Maras -un grupo terrorista de El Salvador- para que la secuestraran y asesinaran, tal como ella misma ha explicado.

De acuerdo con su relato, los secuestradores utilizaron un sedante que no terminó de funcionar, así que aprovechó un descuido para intentar escapar. Saltó de una segunda planta, se fracturó la mano y no logró huir. La cogieron de nuevo y recibió varias puñaladas y un balazo -cuyas cicatrices perduran en su piel y ha mostrado a TodoAlicante-. Pero no murió. Consiguió defenderse y salir corriendo de allí.

Un segundo intento de asesinato: ataque con ácido

Tras el intento de asesinato y llena de heridas, Norkis tuvo que pagar a un médico de Guatemala para que acudiera hasta El Salvador a curarla, ya que no la atendían en ningún centro sanitario por ser transexual. Después quiso salir huyendo del país porque temía por su vida, pero sufrió un segundo secuestro. En esa ocasión, sus captores trataron de asesinarla con ácido de batería.

Sin embargo, no se rindió sin pelear y consiguió que el ácido le cayera sólo en una parte de la cabeza. Se defendió a puñaladas y consiguió volver a salir corriendo del lugar. En la actualidad, esa quemadura permanente que dejó el ácido le recuerda cómo casi pudo morir. «Me lo recuerda el espejo todos los días», ha narrado entre lágrimas. Por ese motivo, siempre utiliza un pañuelo que tape la cicatriz.

Tras esto, se enfrentó directamente a su padre. La conversación resultó en que sus opciones eran salir del país o morir, así que buscó apoyo como pudo para llegar al aeropuerto y volar lejos de allí. «La única defensa y ayuda que tenía eran las chicas trans que trabajaban en la calle», ha recordado. Y la ayudaron. Un total de 20 mujeres fueron con ella hasta la puerta del avión para asegurarse de que llegaba sana y salva y, con a penas 1.000 euros en el bolsillo, puso rumbo a España.

Prostitución, drogas y desesperación

Norkis llegó a Madrid sin conocer a nadie y sin recursos, y las primeras personas que conoció le engañaron. Alquiló una habitación y resultó ser una estafa, por lo que se quedó sin dinero y sin alojamiento. En una situación desesperada, ahogada en llanto y sin esperanza, se vio abocada a la prostitución por primera vez en su vida.

Fue a parar a un 'club' de chicas transexuales en el que firmó un contrato sin saber lo que decía la letra pequeña. Los dueños se quedaban con el 70% de los beneficios que ella obtuviera, y si quería abandonar el negocio tenía que pagar una multa de 65.000 euros. Se vio envuelta en una situación de la que no sabía cómo salir, y cayó en el mundo de la droga. Era lo único que «le hacía feliz».

Más pronto que tarde se dio cuenta de que estaba en un bucle y quiso salir de allí y, aunque con dificultad, lo consiguió. Se marchó de Madrid a Murcia, aunque siguió en el mundo de la prostitución. Tras una redada en el local en el que trabajaba, se vio nuevamente desamparada y sin recursos, y caminó durante horas hasta llegar a Alicante. Y ese fue el principio de su recuperación.

Estudios, Cruz Roja y un cambio de vida

En plena pandemia comenzó a estudiar de nuevo, conoció la existencia de Cruz Roja y, con mucho esfuerzo, consiguió el empleo que tiene hoy en día. «Mi sueño era tener un contrato laboral y poder trabajar», ha explicado. Y lo ha conseguido. Después de hacer «todos los cursos de Labora», en la actualidad trabaja en limpieza especializada en un centro de salud de Alicante de la mano de la empresa Clece.

A pesar de todas las experiencias traumáticas que ha vivido, la peor sigue siendo la de su infancia. «Lo más difícil para mí ha sido que se me acusara de fomentar una violación siendo un niño de siete años», ha confesado entre lágrimas. La culpa y la vergüenza que sintió le han causado muchos problemas siendo adulta, y le han generado diferentes miedos con sus parejas, especialmente en el ámbito sexual. Algo con lo que no ayudó su tiempo en la prostitución.

En su paso por Cruz Roja se ha dado cuenta de la importancia que tiene el apoyo psicológico para sobrellevar circunstancias difíciles. Además, ha decidido utilizar su propia historia para ayudar a otras personas que se encuentren en situaciones similares. «Siempre he vivido el rechazo, escondida, sin familia y sola», ha recordado. Sin embargo, ha sabido sobreponerse a todo y sigue luchando por construir un futuro.

«Doy gracias a esta vida porque me ha hecho quien soy. Me siento orgullosa porque estoy viva».

Norkis Marquez

Se ha convertido en divulgadora, ofrece charlas, presta asesoramiento a otras mujeres y es una activista comprometida con los derechos de las personas inmigrantes y transexuales. Todavía no ha obtenido el asilo permanente en España, pero confía en que lo conseguirá. Además, lleva cinco años sin consumir drogas. «Doy gracias a esta vida porque me ha hecho quien soy», ha defendido, a la vez que ha exclamado: «Me siento orgullosa porque estoy viva».

Gloria Tabares: amenazas de muerte y huidas

Gloria Tabares ha tenido que pasar gran parte de su vida corriendo y huyendo para sobrevivir. Nació en Medellín, Colombia, y vivió en primera persona la parte más violenta de su país. Cuando era una adolescente, en 1987, su padre fue asesinado por una organización guerrillera, y ella y su madre fueron amenazadas de muerte. En ese momento, Tabares decidió emigrar por primera vez y se marchó a Estados Unidos en busca de seguridad y un destino mejor.

Su objetivo era ayudar a su madre, por lo que pasó varios años viviendo y trabajando allí y enviándole dinero para que pudiera hacer su vida. Más tarde regresó a Colombia por petición de su madre, pero se encontró con un escenario todavía peor que el que dejó al irse a EE.UU: el Cartel de Medellín del famoso narcotraficante Pablo Escobar. Durante el tiempo que pasó en su ciudad natal en esa época presenció mucha delincuencia, bombas, muertos…

Gloria Tabares en su domicilio en Alicante. Shootori

«No fui capaz de vivir en Medellín más de dos meses. Quedé muy traumatizada», ha explicado a este diario. En ese entonces decidió emigrar por segunda vez y se marchó a vivir con sus tíos a Venezuela, donde estuvo desde 1992 hasta 2008. Allí conoció a su pareja, el que sería el padre de sus dos hijos, Valentina y Daniel, y ambos montaron un negocio con el que no tenían problemas para vivir.

Sin embargo, su familia vivió la gran crisis económica que azotó al país en tiempos de Hugo Chávez como presidente. «Empezaron a faltar alimentos y medicamentos», tal como ha recordado Tabares, por lo que decidieron marcharse. No querían regresar a Colombia porque «es un país muy complicado para vivir», pero no les quedó más remedio. No obstante, decidieron instalarse en Cúcuta, un municipio colombiano colindante con la frontera de Venezuela, para poder volver rápido si las cosas mejoraban allí.

Pero no fue el caso, y Gloria decidió entonces solicitar una visa para marcharse a Canadá. Nunca obtuvo respuesta por parte del Gobierno, así que montó una carnicería con una amiga suya. Y entonces empezó la presión de las guerrillas. «A todos los negocios nos cobraban una cuota de extorsión», ha relatado. Y es que, según Tabares, los guerrilleros eran quienes decidían si los negocios podían abrir o no y cuándo podían hacerlo. Y les pedían un porcentaje de sus ganancias que no se podían negar a entregar -porque la alternativa era la muerte-. Además, su situación se complicó en casa, ya que empezó a sufrir violencia de género a manos de su marido.

Adiós Colombia, hola España

Un día, las guerrillas le pidieron más dinero del que acostumbraban y Gloria no quiso acceder, así que le amenazaron con matarla. El pánico que le causó esa amenaza -especialmente teniendo en cuenta el asesinato de su padre años atrás-, unido a las agresiones verbales y físicas tan graves que sufría en el seno de su hogar, le llevó a tomar una decisión. Lo habló con sus dos hijos y todos estuvieron de acuerdo. Vendió su parte de la carnicería a su socia y, con el dinero recaudado, compró billetes de ida a Madrid en 2019 para ella y su hija.

Ambas hicieron una solicitud de asilo para permanecer en España y, entretanto, recibieron atención de Cruz Roja. Durante varias semanas, permanecieron en un albergue, ubicado en la capital, en el que convivieron con más de 150 personas refugiadas, durmiendo en literas y compartiendo los baños. Sin embargo, ambas se sienten muy agradecidas porque tenían «un techo y comida todos los días». Casi un mes después, recibieron buenas noticias: se iban a vivir a un piso compartido en Alicante.

Gloria y su hija Valentina convivieron durante semanas con más de 150 personas refugiadas en un albergue de Madrid, durmiendo en literas y compartiendo los baños

Llegaron a la ciudad el 23 de diciembre de 2019 y empezaron a participar en diferentes actividades de Cruz Roja. Su permiso de trabajo no estaría tramitado hasta mayo, así que aprovecharon el tiempo para estudiar y conocer tanto de Alicante como les fue posible. Y entonces empezó la pandemia del covid.

Además, Gloria padece la enfermedad de Lupus, por lo que era una persona de riesgo. Cruz Roja les facilitaba a ella y su hija un total de 82 euros semanales para hacer la compra y 50 euros mensuales por cabeza para otros gastos. Y de esos 100 que reunían entre las dos cada mes, mandaban 50 al hijo de Gloria que se quedó en Colombia.

«Lo más complicado para un inmigrante es conseguir la documentación para poder trabajar legalmente».

Gloria Tabares

«Lo más complicado para un inmigrante es conseguir la documentación para poder trabajar legalmente», ha explicado Tabares. Por eso, tan pronto como la obtuvieron, tanto ella -en Vectalia- como Valentina se incorporaron al mundo laboral. Pero todo se derrumbó un tiempo después, cuando recibieron una carta que indicaba que les habían denegado el asilo permanente y que tenían que salir del país en 15 días.

Con el asesoramiento de Cruz Roja, Gloria presentó un recurso y solicitó nuevamente el asilo. No tuvo que abandonar España, pero sí que perdió el derecho a trabajar. Ella y Valentina se vieron nuevamente indefensas y sin posibilidades, pero siguieron adelante. Gloria encontró un trabajo 'en negro' cuidando a personas mayores, y en él se mantuvo hasta que se volvieron a regularizar los papeles y recuperaron los permisos de trabajo. Desde entonces trabaja como limpiadora en Vectalia.

Reencuentro con su hijo y concesión del asilo definitivo

Gloria Tabares junto a sus hijos, Valentina y Daniel, y su perro Romeo. Shootori

Gloria Tabares tiene claros los dos momentos más felices de su vida: cuando su hijo Daniel se reunió con ella y Valentina tras dos años separados, y cuando les concedieron el asilo definitivo en el país a los tres. En diciembre de 2021, Daniel aterrizó en España para unirse de nuevo a su familia. Y este mismo año 2023, Gloria ha recibido el asilo permanente en el país, por lo que todos ellos podrán vivir y trabajar sin limitaciones de ahora en adelante.

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