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Faltan familias. O al menos se buscan. Desde las asociaciones de acogimiento familiar reclaman voluntarios para dar un hogar a los menores que por cualquier razón no pueden estar con sus padres o permanecer junto a la conocida como familia extensa (abuelos u otros ... parientes).
«El acogimiento representa dar una oportunidad a niños y niñas. Abrir nuestra casa genera un cambio social positivo y es ayudar a la infancia». Así de clara se muestra la psicóloga de la Asociación de Voluntarios de Acogimiento Familiar (AVAF), Marta Mira, sobre este recurso que ofrece a los menores que entran en el sistema de protección a la infancia de la Generalitat la posibilidad de crecer en un entorno seguro y desarrollarse.
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Tere Compañy Martínez
En la Comunitat Valenciana hay 1.653 menores que viven en el sistema de acogimiento residencial privado. Se busca un modelo de pequeñas casas, de un máximo de una decena de niños, donde el trato sea lo más parecido a un hogar.
3.862 menores
en el sistema de protección de menores
1.653 menores
en acogimiento familiar residencial
No obstante, la medida de protección preferente para la infancia y adolescencia declarada en situación de desamparo, especialmente los menores de seis años, sería tener una familia de acogida. Un derecho que está recogido en la Ley 26/2018 de derechos y garantías de la infancia y la adolescencia. Aunque la realidad es que, según los datos más recientes de la Conselleria de Servicios Sociales, Igualdad y Vivienda en su Informe Estadístico de Infancia y Adolescencia relativo al último trimestre de 2022, del total de 3.862 niños, niñas y adolescentes en el sistema de protección de la Comunitat Valenciana, 1.653 se hallan en acogimiento residencial privado y 2.209 en acogida.
Según esta entidad, en los últimos años el número de familias disponibles para acogimiento ha permanecido estable. Algunas se suman y otras se van, pero hacen falta muchas más. De cualquier modalidad, las hay de urgencia -aquellas que acogen a los menores en un primer momento y por un periodo máximo de 6 meses-, temporal - máximo de dos años- o indefinida -aquella sin plazo máximo-. Pero también existe la guarda para estancias, una modalidad totalmente desconocida, que implica abrir el domicilio familiar durante algunos periodos a niños que suelen vivir en residencias.
Puede ser algún fin de semana, o para vacaciones de verano o de Navidad. La clave de esta modalidad dentro del acogimiento es que los menores puedan disfrutar, al menos por algún periodo, de una vida familiar. «Tú eliges los periodos, un fin de semana al mes, o varios, algún tiempo en particular», explica Mira. Esta trabajadora social explica que lo importante es que se sumen a las excursiones familiares, a la comida de los domingos o a los planes de playa y pícnic como uno más. «Esta suele ser una primera toma de contacto para mucha gente a la que le puede dar miedo un acogimiento más largo o es incompatible con su vida», afirma Mira.
El proceso empieza con una charla para conocer las distintas modalidades de acogimiento y toda la información necesaria para proporcionar la mejor atención a los menores. «Tienes que ser mayor de edad, no tener antecedentes penales y unas condiciones de vida que permitan ofrecer un hogar y un ambiente estables donde los niños puedan desarrollarse», explica Mira. Una sesión que no es vinculante y a la que cualquier persona puede acercarse para conocer lo que supone ser familia de acogida.
Tras esto se rellena el formulario de formalización del ofrecimiento y empieza el proceso de valoración y formación. En este punto recibes cursos y talleres específicos según el modelo de acogimiento, para conocer las situaciones a las que los menores en acogida se han enfrentado en su vida, los recursos disponibles y técnicas.
Una de estas familias que se lanzaron a la aventura del acogimiento familiar reconoce que ellos conocieron esta posibilidad a través de las charlas. «Nos aporta muchísimo en el día a día, nos ayuda a afrontar la vida de otra manera. Al final lo que necesitan los niños es un hogar, cariño y amor. El acogimiento nos ha abierto mucho la mentalidad y nos sorprende todo lo que hemos podido ganar», recalca esta madre.
Desde las asociaciones admiten que no hay un perfil para ser familia de acogida, que supone principalmente un compromiso propio, y que cualquier persona puede serlo (personas solteras, parejas de hecho, con o sin hijos). Sin embargo, exponen que es un proceso no exento de dificultades por las situaciones previas a las que se han enfrentado los menores que entran en el sistema.
«Todas las familias comentan que tienen sus momentos de crisis, pero para eso están los recursos de la Generalitat y de las asociaciones, para echar una mano y facilitar la convivencia», afirma Mira. «Pero por otro lado es muy gratificante ver cómo se va desarrollando ese niño. Como con amor y con cariño van cayendo esos escudos que ellos mismos se han puesto para poder sobrevivir, y formar parte de ese proceso de crecimiento personal del menor», concluye. Esa es la mayor recompensa de una familia de acogida.
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