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Los farmacéuticos que ejercen en el medio ámbito rural han tenido que esperar más de una década para recibir un balón de oxígeno. Es el tiempo que ha tardado el Ministerio de Sanidad en aprobar un incremento a las ayudas para los establecimientos ubicados en ... municipios con menos de 1.500 habitantes. La medida se aprobó el pasado diciembre, y con ella se vieron incrementadas las subvenciones en un 17,5%, lo que supone que cada establecimiento beneficiado recibirá entre 50 y 100 euros más al mes.
Se trata de una cuantía tardía e insuficiente, tal y como considera el presidente de la Asociación de Farmacias Rurales de la Provincia de Alicante (Afarpa), Manuel Olivert. Su voz representa a las 16 boticas que en nuestra provincia se encuentran en estado de Viabilidad Económica Comprometida (VEC), un de las cuales, la de Benimassot, es regentada por el propio Olivert. La cifra podría ser mayor si no fuera porque muchas farmacias rurales alicantinas han tenido que cerrar durante la última década a la espera del incremento de las ayudas.
Olivert admite la «difícil viabilidad económica» que afrontan tales negocios, y es que para asegurar su rentabilidad, estos deben estar afincados en núcleos poblacionales de al menos 500 habitantes. En nuestra provincia hay una treintena de poblaciones que no llegan a esa cifra de vecinos, algo que ayuda a entender la magnitud del problema.
Muchas de las farmacias rurales que echan el cierre pasan a ser absorbidas por las del pueblo vecino. En la práctica, eso hace que un mismo farmacéutico deba gestionar dos establecimientos, alternando sus días de trabajo en cada uno de ellos.
La situación se antoja insostenible para muchos, y pone en peligro de extinción a estos servicios tan esenciales para fijar población en un contexto de reto demográfico. Así se desprende precisamente del informe 'Aportación de valor del modelo de Farmacia a la cohesión social y el reto demográfico', presentado recientemente en el Senado, y entre cuyas conclusiones cabe destacar que los municipios rurales con farmacia pierden menos población y presentan mejores datos de empleo.
Conclusiones de un informe sobre reto demográfico
El regente de la farmacia de Benimassot sitúa a las farmacias rurales en la base del modelo Mediterráneo del estado del bienestar, de acuerdo al cual, los servicios básicos deben llegar a cualquier punto de la geografía. En el otro extremo, Olivert alude a modelos como el de algunos países escandinavos, donde la ausencia de una farmacia se puede extender a más de 200 kilómetros a la redonda.
Los profesionales de la farmacia que ejercen en pequeños municipios no se limitan a dispensar medicamentos, sino que también ejercen una labor sociosanitaria. Cribado de enfermedades como el Alzheimer o la diabetes, revisión de botiquines en domicilios, impartición cursos -por ejemplo- para prevenir los efectos del sol… Son solo algunas de las tareas que los farmacéuticos incorporan en su día a día, y por las que en muchos casos no son retribuidos.
En ese sentido, el presidente de Afarpa lamenta que Alicante no haya seguido aún el ejemplo de las Diputaciones de Valencia y Castellón, las cuales ya han impulsado la dotación de ayudas para que los farmacéuticos intensifiquen su labor asistencial. «Aquí en Alicante la cuestión está parada. Hemos iniciado contactos con la Diputación, y aunque han mostrado voluntariedad, todavía no hay avances. Mis asociados me preguntan al respecto con mucha insistencia, ya que es una demanda esencial».
El ámbito rural no es un entorno propicio para la actividad económica, y las boticas no son una excepción. Uno de los principales reveses que deben afrontar sus titulares es la falta de abastecimiento de algunos fármacos, acuciante más si cabe en los municipios pequeños, donde la cadena de suministro se debilita respecto a la gran ciudad.
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La falta de sustitutos es otra de las contrariedades que los boticarios rurales deben afrontar; una situación que se agrava en aquellos municipios donde hay una sola farmacia. En esos casos, los farmacéuticos tienen más limitaciones para cerrar su negocio, ya sea para disfrutar de días libres o para pedir una baja por enfermedad.
La baja rentabilidad del negocio, así como el poco atractivo que supone para muchos vivir en el campo, hace que disponer de una bolsa de sustitutos para cubrir estas bajas sea una auténtica quimera. Olivert asegura que se está impulsando un cambio legislativo para acabar con esta situación, que en la práctica -y al ser tan difícil encontrar sustituto- obstaculiza que estos profesionales puedan disponer de vacaciones o de bajas por maternidad.
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