Había un viejo dicho en la política autonómica que rezaba: «Valencia te da la mayoría, pero Alicante te da la absoluta». Eran los tiempos del bipartidismo, donde las elecciones se las jugaban entre el Partido Popular y el PSPV. La encuesta publicada esta semana por Todo Alicante ... no hace sino actualizar este axioma de cómo la provincia influye en Valencia. Y mucho. Aunque sea solo en periodo electoral. En estos momentos, todos los ojos y todas las estrategias de los principales partidos autonómicos están incrustadas en los 35 diputados autonómicos de Alicante. Lo que digan los alicantinos será lo que ocurra en el 'cap i casal'.
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Este dicho, convertido en ley inexorable, la han tenido los populares entre ceja y ceja desde que Eduardo Zaplana le arrebatara la presidencia de la Generalitat Valenciana en 1995 al socialista Joan Lerma e iniciara la hegemonía popular durante dos décadas en la Comunitat Valenciana.
Zaplana tenía su base de poder en Alicante, lo sabía y la mimó. Primero, para fortalecer su control sobre el partido y, después, como contrapoder a su predecesor, Francisco Camps. Éste también conocía la influencia de Alicante. Hizo bandera de causas tan sensibles para la provincia como el agua. La derogación del trasvase del Ebro ejecutada por el Gobierno de Zapatero tras alcanzar un pacto con ERC fue su punto álgido. La campaña 'Agua para Todos' impulsada por la Generalitat le otorgó una mayoría histórica en 2007 con el 53,27% de los votos totales.
El PSPV solo pudo romper la dinastía popular gracias a unas circunstancias excepcionales que se juntaron todas a la vez: los casos de corrupción; la crisis económica de 2008 y el cambio de modelo político a un multipartidismo con fragmentación en ambos bloques. Toda esta sucesión de acontecimientos logró que la derecha perdiera la mayoría absoluta y se construyera el primer Botànic en 2015. Aunque el PP siguió como el partido más votado, en la Comunitat y en Alicante.
La consecución del segundo tripartito se cimentó también en Alicante. Por primera vez en un cuarto de siglo, el PSPV obtuvo en 2019 más diputados autonómicos en la provincia que el Partido Popular. La partición de la derecha en hasta tres formaciones (PP, Ciudadanos y Vox) fue fundamental para conseguirlo.
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La irrupción de Ciudadanos rompió casi literalmente al Partido Popular por la mitad. De los 20 obtenidos por los populares en 2011 se pasó a 11 en 2015 y a los 7 que ostentan en esta legislatura, mientras Ciudadanos se estrenó hace ocho años con 5 escaños y empató hace cuatro con los populares a 7. Por su parte, Vox entró en el Parlamento autonómico con 4.
El bloque de la derecha en Alicante es más amplio (18) que el de la izquierda (17), pero el PSPV es el partido que gana las elecciones porque es el que más diputados autonómicos alicantinos aporta a Les Corts (11). Los guarismos de Compromís y Podemos son mínimos. Por tanto, Puig tiene que apretar a los suyos, por un lado, y pedir a sus socios que no se distraigan.
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En lo propio, los socialistas necesitan mantener su representación actual en la provincia. Incluso, aumentarla si se puede para que el PP no absorba todo el voto de Ciudadanos. Detener el avance de los populares en Alicante es imprescindible para el tercer Botànic, puesto que la provincia es el auténtico granero de votos azules.
La encuesta de Todo Alicante demuestra que el nivel de conocimiento del dirigente popular aún no alcanza el 55%, mucho menor en Valencia y Castellón que en Alicante, de donde es Mazón y donde ha desarrollado su gestión en la Diputación. Por supuesto, habrá voto para el PP en esas provincias, pero vendrán sobre todo de la marca nacional. Es en Alicante, donde la suma de marca y candidato supone la gran diferencia.
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No lo tendrá fácil Puig. En la izquierda, el PSOE siempre se ha movido en un margen mucho más estrecho. En 2011 obtuvo 12 diputados, luego bajó a los 9 en 2015 y, ya con Ximo Puig como presidente, escaló hasta los 10 en 2019. Elctorado fiel, pero escaso.
Ahora, el escenario ha cambiado radicalmente. En ambos lados. El Partido Popular de Carlos Mazón ha absorbido el voto de Ciudadanos. Como vasos comunicantes, los apoyos a la formación naranja se han transferido casi por completo a los azules.
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Merced a ello, el Partido Popular casi duplica sus resultados y logra entre 12-13 diputados autonómicos por Alicante, según la encuesta publicada por este diario. Y, lo que es también muy significativo, recupera el título honorífico de primera fuerza política provincial.
Casi por completo hemos dicho. Esa puede ser la principal cuestión. La propia encuesta mostraba que, pese a ocho años en el gobierno y con una pandemia ya pasada, la gestión del presidente, Ximo Puig, no se ha resentido en demasía.
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Precisamente, en Alicante es el único lugar en el que hay una peor percepción. Quienes piensan que la labor del Consell ha sido mala o muy mala superan en la provincia a los que piensan que la Administración autonómica lo ha hecho bien o muy bien (34,2%, frente al 31%).
No ocurre lo mismo en Valencia y Castellón, donde la labor del Consell está mucho mejor valorada. De nuevo, el sentimiento de agravio de Alicante frente a Valencia está presente. Y ni la creación de una Conselleria en la capital, la de Innovación, ha quitado esta sensación.
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A pesar de todo, en lo personal, a Ximo Puig no se le ve con malos ojos. Se le considera una persona de centro-izquierda frente, incluso, el presidente del Gobierno, mucho más escorado a la izquierda. Aunque ningún político aprueba, al presidente del Consell no le sale mal y mantiene una calificación correcta de 4,8. La diferencia de esta encuesta es que su contrincante, Carlos Mazón, le supera por primera vez en aceptación. Ambos son los dos líderes más valorados.
Los problemas de Puig no vienen de Alicante, pero es en la provincia donde más se reflejan. El peor enemigo del jefe del Consell no es el presidente del PPCV, sino Pedro Sánchez. Otro de los datos importantes que incluye el sondeo de Sigma Dos para Todo Alicante es constatar el lastre que supone Pedro Sánchez para el PSPV.
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El 61,8% de los encuestados en Alicante considera que Pedro Sánchez no beneficia a la Comunitat, mucho menos a la provincia. Los últimos meses han estado llenos de malas noticias para los alicantinos, desde los Presupuestos Generales del Estado, que vuelven a dejar a la provincia a la cola de inversiones en España, a las fallidas candidaturas de Elche y Alicante a las agencias españolas del Espacio e Inteligencia Artificial, respectivamente. Al final, fueron a parar a Sevilla y La Coruña, dos capitales de provincia socialistas en autonomías gobernadas por el Partido Popular con mayoría absoluta.
El estacazo definitivo ha sido el hachazo histórico al trasvase Tajo-Segura. Este agravio sí compete única y exclusivamente a Alicante, toda vez que Valencia bebe y riega del Júcar. Es una tema alicantino al 100%, que no afecta nada a la capital autonómica. Pero en Alicante sí, sobre todo en el Bajo Vinalopó y la Vega Baja. Y aquí sí duele a los socialistas, especialmente en Elche.
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El Consell ha intentado tapar la herida con anuncios de inversiones del Ministerio y subvenciones propias al agua desalada. Incluso el alcalde de Elche, Carlos González, al disponer de manera inmediata una línea de ayudas al Camp d'Elx por un millón de euros para los agricultores. Pero por donde antes corría el agua, ahora huyen los votos. Ni siquiera a los socialistas convence la desalación, como ha constatado la encuesta de Todo Alicante.
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Cuánta diferencia con 2019, cuando Pedro Sánchez fue el valedor de la victoria de Ximo Puig. El presidente de la Generalitat adelantó un mes los comicios para hacerlos coincidir con las generales y recoger el impulso de la candidatura nacional. Gracias a esta hábil estrategia, Puig pudo mantener el Palau de la Generalitat frente a Isabel Bonig, aunque a última hora y sudando.
Nada que ver con la actualidad. Ahora Pedro Sánchez es veneno para Puig. Pero el presidente de la Generalitat tiene otros aliados importantes en la provincia, con los que va a salir a jugarse las elecciones: los alcaldes. El papel de los regidores va a ser fundamental, no solo a nivel provincial (los socialistas esperan alcanzar, por fin, la Diputación), sino también autonómico.
El PSPV, conviene no olvidarlo, obtuvo más votos que los populares en las elecciones municipales en 2019. Empató a diputados provinciales con el PP y solo el poder de convicción de Carlos Mazón le permitió al Partido Popular retener la Diputación de Alicante merced al pacto con los dos representantes de Ciudadanos en el Palacio Provincial.
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La distribución electoral de la provincia de Alicante es peculiar. Casi el 80% del voto se concentra en 24 de los 141 municipios de la provincia, los que superan los 20.000 habitantes. Y aquí es donde la izquierda es donde gana claramente al Partido Popular en la provincia. La acción de los alcaldes y el arrastre de voto a la papeleta autonómica en Alicante va a ser lo que decida el futuro gobierno de la Generalitat.
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De estas 24 localidades, la izquierda gobierna en 14 (10 el PSPV, tres Compromís y una Esquerra Unida), mientras que el PP lo hace en 9 (más una de Ciudadanos). Bien es verdad que lo hace en las de mayor población como Alicante y Torrevieja o Benidorm, pero el número de la izquierda es mayor, lo que compensa.
Mazón también es consciente de la importancia que van a tener los municipios para la elección al Palau. El PP ha cambiado a todos los candidatos en los municipios que no gobierna, salvo Elche (Pablo Ruz) y Aspe (Sergio Puerto), con la esperanza de que supongan un revulsivo no solo en lo local, sino también a nivel autonómico. Incluso, no ha dudado en fichar de Ciudadanos como en San Vicente (Pachi Pascual) o Elda (Francisco Sánchez) para evitar ninguna dispersión de voto.
Por su parte, Puig ha intervenido directamente en Alicante al pedirle a Ana Barceló que sea la candidata socialista a la Alcaldía. Pocas personas habrá con la confianza del presidente como la exconsellera de Sanidad. Un empujón en la capital es lo que necesitan los socialistas para afianzar la victoria.
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Las cartas están sobre la mesa, la carrera va a entrar en su última curva, los candidatos ya atisban la meta. Pero no la lograrán si no saltan la última valla, la provincia de Alicante. Y, como diría el gran Julio, lo saben.
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