Secciones
Servicios
Destacamos
Adrián Mazón y Jesús Nicolás
Alicante
Domingo, 17 de marzo 2024, 14:17
Más de 200 kilómetros distan entre Orihuela y Valencia, pero si algo hubo en tiempo que hermanó al 'cap i casal' con su capital sureña fueron las fallas. Antaño mucho más populares, a inicios del pasado siglo, antes de que los Moros y Cristianos hicieran ... acto de presencia, estas eran las fiestas más importantes de cuantas se celebraban en la capital de la Vega Baja. Tras la Guerra Civil, aquella tradición se perdió y hoy hay quienes, en una lucha contra el olvido, apuestan por revivir, aunque sea a pequeña escala, ese legado que los oriolanos dejaron perder.
Este viernes el colegio público de Hurchillo festejaba por todo lo alto la fiesta del fuego y la llama con sus particulares fallas, que ya se han convertido en un clásico de la pedanía oriolana. Para esta ocasión, avanza el director del centro, Joaquín Marzá, prepararon una réplica de la falla que ganó uno de los premios en el año 1935 y que estuvo expuesta en la entonces conocida como calle de los Hostales, actual Alfonso XIII.
La idea surgió un día cuando el libro sobre las fallas oriolanas, escrito por el cronista de la ciudad, Antonio Luis Galiano, cayó en manos de Marzá. El profesor entonces no dudó en plantear la idea de recrear este hecho histórico del pasado al claustro y al consejo escolar.
La tradición valenciana entró con fuerza en la capital de la Vega Baja en 1906 y, para cuando llegó la II República, las fallas de Orihuela ya tenían un nombre hecho. En los años 30, sin ir más lejos, la ciudad contaba hasta con un gremio de maestros falleros que trabajaba todo el año para este acontecimiento. Hasta un total de 20 fallas se instalaban en las calles e incluso en una de ellas llegó a colaborar Miguel Hernández con unos textos. Al contrario que sus hermanas valencianas, estos festejos se celebraban, en lugar de por San José, con motivo del aniversario de la Reconquista de Orihuela, en julio. Los monumentos oriolanos, además, solían tener un contenido satírico y muy huertano; no tan idealizados, por tanto, como los de la capital del Turia. Y, por supuesto, nada de llamar a las fiestas «hogueras», algo que enrabietaba bastante en la época a los alicantinos.
Los inicios, reconoce el docente, «fueron complicados y complejos». De hecho, «el primer año que sacamos la falla, la gente nos decía que qué estábamos haciendo. Eso no era Orihuela, era Valencia». Mostrando así que «una gran parte de la ciudadanía de Orihuela desconoce» los festejos del fuego que tan célebres era en tiempos de la II República.
Con la experiencia de los años precedentes, el centro escolar de Hurchillo cuenta ya con una Junta Central Fallera propia, en la que eligen a sus falleros para representar las fiestas de cada año. Sin ir más lejos, todos los niños reciben al entrar al colegio un pañuelo amarillo distintivo de la fiesta que conservan hasta su marcha y no pocos se suman incluso a vestir el traje regional.
Este viernes empezaban por la mañana su última jornada de fiesta a las 11.00 horas con un desfile por las calles de Hurchillo que remataron con una mascletà de globos, o como ellos lo llaman, una 'globotà'. Por la tarde, con los Bomberos apostados en el patio del colegio, se celebró la cremà de la falla y el disparo de un castillo de fuegos artificiales.
«Nos sentimos orgullosos de haber conservado una tradición desaparecida, de contar a la gente lo que estamos haciendo y de que los niños y niñas vivan algo muy importante». En palabras del docente, para «poder aprender se debe sentir y vivir», así su procedimiento a seguir consiste en que «la mejor clase que puede aprender un niño es vivir la fiesta, contársela».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.