Seis meses es un tiempo más que prudencial para hacer balance de una tragedia ambiental como la que supuso el incendio de la Vall d'Ebo. La catástrofe tuvo repercusiones a múltiples niveles, desde el económico al medioambiental pasando por el turístico, y el fin ... de sus consecuencias aún se atisba lejano.
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Desde las dos comarcas afectadas -el Comtat y la Marina Alta- han empezado a surgir iniciativas ciudadanas para pedir una apuesta decidida de la administración para recuperar la zona. Una de ellas fue el segundo 'Aplec pel Territori' celebrado a finales del pasado enero en Benillup y organizado por la Coordinadora d'Estudis Eòlics del Comtat y la asociación El Rentonar.
Representantes de la política, la agricultura y el mundo académico se citaron en Benillup para dar cuenta de los problemas estructurales que tiene el medio rural, incidiendo en qué medida fueron acrecentados por el incendio del pasado verano.
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En primera línea vivió el incendio Adán Lloret. Este bombero forestal perteneciente a la unidad de la Font Roja estuvo luchando a brazo partido contra las llamas durante cinco días. En sus cerca de 20 años de experiencia asegura que nunca había intervenido en un incendio tan virulento como el del pasado verano en la Vall d'Ebo.
La escarpada orografía de la Marina Alta y el Comtat dificultó sobremanera las tareas de extinción, algo sumado a los cambios de viento que experimentó la zona aquellos días. Esas vicisitudes hubieran sido menos acuciantes en caso de una mayor inversión en tratamientos silvícolas por parte de la administración. Así lo considera Lloret, quien lamenta la «desprotección» a la que están sometidos los pueblos enclavados en el medio natural.
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El bombero forestal pone el foco en el poco mantenimiento que sufren muchos de los caminos rurales que circundan los pueblos. Esos senderos absorbidos por la maleza vuelven impracticables las tareas de extinción de los efectivos, incapaces de circular por ellos con vehículos de gran tonelaje que transportan agua. «Se debería dotar de suficientes recursos a los pueblos para fomentar su autoprotección», apunta Lloret; un impulso que, pasados seis meses desde el incendio, la administración aún no ha dado.
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Adrián Mazón
Anna Climent es la presidenta de la Coordinadora d'Estudis Eòlics del Comtat y principal impulsora del reciente aplec que tuvo lugar en Benillup. Esta bióloga de formación reivindica la necesidad de respetar el ancestral mosaico agroforestal que caracteriza las tierras del norte de Alicante.
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A diferencia de las grandes extensiones de terreno de la meseta peninsular, las tierras alicantinas están caracterizadas por montañas abancaladas con campos de cultivos. Unas tierras cuyo carácter agreste explica su abandono para la práctica agrícola, pero que serían esenciales para romper la continuidad forestal.
Según Climent, el mantenimiento de esos terrenos abancalados actuaría a modo de cortafuegos, evitando el incontrolado avance de las llamas que caracterizó el reciente infortunio en la Vall d'Ebo. Para ello, la bióloga propone que la administración incentive a los titulares de esos terrenos para que los mantengan labrados, o al menos, carentes de sotobosque.
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La lógica que se encuentra detrás de esa petición radica en que el pago de estas rentas (aunque no redundara en la productividad agrícola de las tierras) sería mucho menor que la inversión en las tareas de extinción del fuego, a las que el Gobierno destina anualmente hasta 1.000 millones de euros.
Desde el ámbito académico también aluden a las trabas legislativas que tienen muchos propietarios para recuperar sus tierras tras un incendio. Según apunta Enric Moltó, climatólogo y docente de la Universidad de Alicante, la ley obliga a que transcurran varios años hasta que el propietario de un terreno quemado pueda recuperarlo para la práctica agrícola -siempre que este se encontrara previamente en estado de abandono-.
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El climatólogo alude a otro de los obstáculos que afronta la tierra para su recuperación, en este caso de carácter natural. Se trata de las lluvias torrenciales, especialmente devastadoras en la tierra calcinada, ya que la ausencia de vegetación la expone a una mayor erosión.
El incendio también ha puesto en evidencia la delicada situación sociodemográfica que vive el medio rural, con una población en progresivo envejecimiento y que goza de una limitada cartera de servicios. En ese sentido, la profesional en Desarrollo Local y concejala de Fageca Isabel Sancho reivindica el envejecimiento activo que requieren los habitantes de estos pueblos. Contratar más personal sociosanitario, o facilitar servicios de entrega de alimentos puerta por puerta, son solo algunas de las medidas propuestas por la fagequina.
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La despoblación en Alicante
A pesar de estas carencias, la también docente en la UA pone en valor algunos avances hechos en ese sentido por la administración. Entre ellos se encuentra la puesta en marcha de la Agència Valenciana Antidespoblament (Agenda Avant), o la red de Agentes de Desarrollo Local implantada por la Federació Valenciana de Municipis i Províncies.
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