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J. Castillo
Martes, 30 de abril 2024
Según el informe elaborado por Statista, los países de la Europa occidental y septentrional presentan los mayores índices de penetración de las redes sociales en todo el mundo, alcanzando éstas al 82% de la población. Y es que plataformas como Facebook, Instagram o TikTok se ... han convertido en nuestra vía de escape frente a la rutina: las consultamos centenares de veces cada día, dispuestos a perdernos en las publicaciones de nuestros amigos y familiares mientras les hacemos saber de nuestros pensamientos o vivencias.
Esto último hace que a menudo nos relajemos en exceso a la hora de compartir información, creyéndonos en confianza y por tanto a salvo de malintencionados. Es cierto que las redes sociales han mejorado sustancialmente sus mecanismos para salvaguardar la privacidad del usuario (nos dejan elegir quién ve qué y bajo qué circunstancias), pero pocos reparan en ellos. También es sabido que Internet se fundamenta, cada vez más, en la compraventa de datos y que éstos pueden llegar a terceros al aceptar las condiciones legales de cualquier web.
En este sentido, Josep Albors, director de investigación y concienciación de ESET España, señala que «la sobreexposición es un problema creciente, y por mínima que parezca, cualquier información puede ser utilizada por los delincuentes para cometer fraude, robo de identidad, e incluso poner en peligro nuestras posesiones personales». Entonces, ¿qué debemos abstenernos de compartir bajo cualquier concepto en la red de redes? La firma especializada en ciberseguridad propone el siguiente decálogo.
1.
La llamada información personal identificable o 'IPI' hace referencia a todos aquellos datos que los delincuentes pueden recopilar para conformar una identidad falsa y llevar a cabo diferentes tipos de estafa. Nuestro nombre completo, dirección, correo electrónico y número de DNI podrían utilizarse para fines como la solicitud de préstamos, abrir perfiles a nuestro nombre en Internet o descifrar contraseñas gracias a datos usualmente utilizados como 'respuestas de seguridad' (el nombre de una mascota, nuestra fecha de nacimiento...).
2.
Cuando reservamos un vuelo, es habitual compartir nuestro entusiasmo por las inminentes vacaciones con nuestros allegados en las redes, pero puede costarnos caro. Estamos comunicando al mundo en qué fechas se quedará la casa vacía... y averiguar dónde se encuentra puede resultar más fácil de lo que parece: muchas veces basta escudriñar las últimas fotos publicadas para dar con detalles reveladores sobre la calle en que vivimos y, de hecho, hay quien sube por error fotos de paquetería con su dirección completa.
3.
En línea con lo anterior, usar Instagram para resumir nuestro día a día puede dejar a las claras dónde solemos encontrarnos en cada momento. Las situaciones de acoso denunciadas a dicho respecto son constantes alrededor del globo, motivo por el que también debemos atender a la geolocalización automática de las publicaciones (desactivándola a través del pertinente menú de configuración siempre que sea posible).
4.
Presumir es humano, pero a menudo contraproducente. Publicar fotos y vídeos de nuestras posesiones más valiosas (por mucha ilusión que nos haga estrenar coche), supone ponernos una diana de cara a los amantes de lo ajeno. Y esto también va por adquisiciones como ese smartphone último modelo, ordenadores, videoconsolas, relojes de lujo... todo aquello que a menudo mostramos sin darnos cuenta, por aparecer de fondo en 'stories' o similares.
5.
Aunque cada vez hay una mayor concienciación sobre la exposición de los menores en las redes sociales, muchos padres convierten a los hijos en protagonistas de sus perfiles. No se trata únicamente de una cuestión de consentimiento (¿son lo suficientemente mayores siquiera para concederlo con pleno conocimiento?), sino también de impacto a largo plazo. Una vez que una foto o vídeo se sube a Internet, perdura por siempre. No sabemos cómo podrá afectar al involucrado en el futuro, en relación a su vida académica o profesional.
6.
Si acostumbras a quejarte en rrss sobre tus superiores en el trabajo, la compañía o el puesto laboral en sí, mejor recurrir a un pseudónimo con el que no puedan identificarnos. Numerosas sentencias han ratificado la potestad de las empresas para rescindir contratos por esta causa.
7.
En este punto caben aspectos de perogrullo como publicar fotos de nuestra tarjeta de crédito o comunicar el montante de una cuenta bancaria, pero también cualquier información financiera que pueda ponernos en el foco de los ciberdelincuentes, a través de estafas orientadas a desplumarnos. No, tampoco es aconsejable fardar de lo que han crecido nuestras inversiones en bitcons.
8.
A menudo somos plenamente conscientes de los peligros que conlleva publicar demasiada información propia, pero descuidamos todo aquello que atañe a nuestros amigos y familiares. Conviene pensárselo dos veces antes de subir una foto de cierto allegado en una fiesta compartida, por ejemplo: seguramente no nos haya dado su consentimiento y podamos ponerle en un aprieto para con otras amistades o su empresa. Al tiempo, estaremos revelando los lugares que frecuenta, cuándo está fuera de casa...
9.
Si topamos con un sorteo o similar en Internet y para optar nos piden más datos de la cuenta, lo más probable es que tan sólo intenten hacerse con ellos para estafarnos. No hablemos ya de aquellos regalos supeditados al pago de un pequeño cargo en la tarjeta, en concepto de 'gestión'. Debemos analizar el contexto en que nos solicitan la información y preguntarnos si es realmente necesaria antes de aportarla. Algo similar a lo que ocurre con los permisos de las aplicaciones móviles.
10.
Según reza el artículo 197.1 del Código Penal, «independientemente del medio que se use para grabar o capturar una conversación, así como de la plataforma en la que se difunda, será delito divulgar conversaciones privadas cuando quien las haya grabado o captado y difundido no fuera partícipe de dicha conversación». Huelga decir más. Si por el contrario participamos en la conversación cuya captura hemos compartido, toca preguntarse si revela información que pueda poner en riesgo o importunar a cualquiera de los interlocutores.
Para Albors, estos diez puntos se resumen con que, al publicar en redes sociales, «siempre debemos considerar si nos sentiríamos cómodos compartiendo esa misma información con alguien que estuviera sentado a nuestro lado en el transporte público». El experto recomienda al tiempo «revisar periódicamente nuestra lista de amigos para eliminar a aquellos que no reconocemos o preferiríamos que no tuvieran acceso a nuestras publicaciones; además de limitar quién puede ver nuestra lista de contactos, estados, fotos y vídeos».
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