Secciones
Servicios
Destacamos
Que los niños ronquen es una situación relativamente frecuente durante la infancia. De hecho, uno de cada diez lo hacen. «Pero que sea habitual no quiere decir que lo consideremos normal», alerta la pediatra Lucía Galán. La mayoría de las veces, los ronquidos son ocasionales ... y están relacionados con un proceso catarral. Es decir, el niño se pone malo y esa noche o las siguientes ronca. «Si el crío vuelve a respirar con normalidad en cuanto desaparecen los mocos no tenemos que preocuparnos. Estos casos no implican ningún riesgo para su salud, pero si el niño ronca de manera habitual sin estar enfermo habría que descartar un síndrome de apnea del sueño (SAHS), o sea que haga pausas respiratorias mientras duerme», aclara la doctora Galán, conocida en redes sociales como 'Lucía, mi pediatra'.
«Los padres deben consultar con un especialista si su hijo ronca al menos tres noches por semana y lo hace con un sonido de caracter intenso. Además, los niños que hacen apnea del sueño suelen presentar una fisionomía muy característa: cara alargada con una falta de desarrollo del tercio medio facial (zona de los pómulos y la nariz) y un mayor crecimiento de la mandíbula de forma asimétrica», añade el doctor Peter Baptista, presidente de la comisión de Roncopatía y Trastornos del Sueño de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC).
Las pausas respiratorias durante el sueño afectan directamente a la salud de los niños a todos los niveles. «Se trata de un trastorno muy importante, que no solo implica una disminución de la calidad de vida del crío sino que también puede derivar en un retraso del aprendizaje, eneuresis, bruxismo, problemas de conducta, psiquiátricos, neurocognitivos, cardiovasculares, metabólicos y anomalías endocrinas y del crecimiento», destaca el doctor Baptista.
En el caso de los adultos, se entiende como apnea grave a partir de las 30 paradas por hora, mientras que en los niños los números son inferiores. «Con una o dos a la hora ya se considera un caso severo», coinciden los especialistas. Y esa falta de un sueño reparador por la noche –sufren multiples despertares de los que no son conscientes– tiene sus consecuencias durante el día. «Muchos de estos niños se duermen incluso en clase, por lo que se les puede diagnosticar un déficit de atención o problemas de aprendizaje por error. Paradógicamente, otros críos presentan un estado de actividad y excitabilidad permanente, además de tener más riesgo de sufrir hipertensión arterial. Los profesores los suelen describir como alumnos que no paran quietos, que molestan, que interrumpen, que no se concentran... Cuando lo que realmente les ocurre es que al no poder descansar bien por la noche están fuera de control durante el día», precisa la doctora Galán en 'El gran libro de Lucía, mi pediatra' (Ed. Planeta).
Las causas que desembocan en una apnea obstructiva del sueño son múltiples, aunque en el caso de los niños suelen estar relacionadas directamente relacionadas con el tamaño de las amigdalas y las adenoides. «No sería la primera vez que un niño es diagnosticado de hiperactividad y lo que le pasa es que no puede descansar porque tiene unas anginas y unas vegetaciones como puños. Averiguar lo que le pasa es tan sencillo como preguntarle a los padres si su hijo ronca muchas noches», reconoce la pediatra.
Si la respuesta es afirmativa, el siguiente paso es hacer una detallada historia clínica del niño. ¿Cómo ronca? ¿El ruido es muy fuerte? ¿Hace apneas? ¿Tiene un sueño muy agitado? ¿Se hace pis por la noche? ¿Respira por la boca? ¿Es difícil despertarlo por la mañana? ¿Tiene problemas de concentración? ¿No para quieto? ¿Ha dejado de crecer o ganar peso últimamente?...
Después se le realizará una exploración (tensión, peso...) y, por último, «el paso más importante. Le diremos que abra la boca para observar las amígdalas y valorar si tienen un tamaño normal o son demasiado grandes (hipertrofia amigdalar). Las vegetaciones, sin embargo, no se pueden observar a simple vista. Únicamente pueden verse con una cámara pequeñita que utilizan los otorrinos a través de un tubito que introducen por la nariz, el rinoscopio. Esta técnica, sencilla y rápida, aporta mucha información porque permite visualizar claramente el tamaño y grado de obstrucción de las adenoides», señala la doctora Galán. Las exploraciones se suelen completar con un estudio de sueño, que confirmará si el niño padece apnea del sueño y en qué grado.
La solución más indicada y habitual para corregir los problemas respiratorios de estos niños es la cirugía. La intervención consiste básicamente en quitar (o reducir) las vegetaciones y las amígdalas para que el aire pueda circular libremente. «La operación de adenoamigdalectomía resuelve el problema en ocho de cada diez casos, aunque es conveniente hacer un seguimiento del niño porque los síntomas pueden reaparecer meses o incluso años después», precisan en la Asociación Española de Pediatría (AEP).
En caso de que el crío mantenga la respiración oral después de la intervención quirúrgica, «es importante examinarlo en busca de congestión nasal, incluidas las desviaciones de tabique o la rinitis alérgica. También se puede considerar la posibilidad de que un ortodoncista la examine para completar el tratamiento», aconsejan los expertos.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La proteína clave para la pérdida de grasa
El Comercio
La bodega del siglo XIV que elabora vino de 20 años y el primer vermut de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.