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Tomás Ondarra
'Microtraumas': ¿Por qué me siento tan mal si no me ha pasado nada grave?

'Microtraumas': ¿Por qué me siento tan mal si no me ha pasado nada grave?

No hace falta vivir una gran tragedia para arrastrar un trauma. La acumulación de situaciones 'menores' del día a día puede resultar igual de devastadora para nuestra salud mental

Domingo, 19 de noviembre 2023

Cuando una persona sufre una tragedia como la muerte de un ser querido en extrañas circunstancias, una violación, un atentado terrorista o una guerra se sobreentiende que un episodio de esa magnitud puede tener consecuencias devastadoras para su salud mental en forma de trauma, una ... herida capaz de destrozar emocionalmente a quien la padece. Sin embargo, no siempre hay que vivir una situación extrema para desatar en nuestro cerebro un daño similar al que causa una situación de alto voltaje como las que acabamos de mencionar.

«Cuando hablamos de sucesos traumáticos nos solemos referir fundamentalmente a catástrofes naturales, agresiones, abusos, guerras... porque es la forma más sencilla de visualizar y entender un trauma a pie de calle. Sin embargo, ahora sabemos que hechos aparentemente menores y repetidos en el tiempo pueden llegar a ser igual de devastadores para el bienestar emocional de algunas personas», aclara la psiquiatra Rosa Molina en su libro 'Los microtraumas. Cómo identificar tus heridas emocionales para que tu pasado no condicione tu futuro' (Ed. Paidós).

La experta se refiere a situaciones tan cotidianas como una ruptura de pareja o incluso recibir críticas en el trabajo. «Este tipo de acontecimientos se consideran estresantes para cualquier individuo, pero generalmente solo lo desestabilizarían durante un tiempo limitado. Sin embargo, pueden convertirse en un suceso traumático para otras personas, que necesitarían ayuda o tratamiento psicológico para poder superarlo. Esta reacción puede estar causada por un estado previo de vulnerabilidad por parte del sujeto, pero también por el efecto acumulativo de diferentes sucesos similares y su tendencia a repetirse a lo largo del tiempo», precisa la psiquiatra del Hospital Universitario Clínico San Carlos (Madrid). En otras palabras, nuestro cerebro puede con todo, pero no con todo a la vez.

Daños sutiles

Los especialistas en salud mental distinguen desde hace tiempo entre los traumas, que aparecen como consecuencia de un único suceso de máxima intensidad (abres un grifo de agua y el vaso se desborda), y los microtraumas, «que se desencadenan a raíz de una acumulación de situaciones de menor intensidad, pero que acaban teniendo un impacto negativo en el individuo» (un centenar de cucharaditas de agua también pueden desbordar el vaso).

«Esos pequeños traumas, que se pueden experimentar tanto en la infancia como ya de adulto, se producen mediante daños emocionales microscópicos, sutiles y con frecuencia repetitivos. El problema es que muchas veces son difíciles de identificar y pueden resultar invisibles: suelen estar tan integrados en nuestro funcionamiento que ni siquiera los consideramos disfuncionales», explica la doctora Molina. Y pone un ejemplo. «No es raro oir decir a alguien cosas como 'pues cuando yo era pequeña, mis padres me amenazaban constantemente con enviarme a un internado y he salido la mar de bien'. Y después descubrir que esa misma persona genera vínculos de dependencia poco saludables con sus parejas. La realidad es que no somos conscientes de cómo nos condicionan determinados sucesos del pasado, cómo afectan a nuestro comportamiento o cómo los somatizamos».

Entonces, ¿por qué si la intensidad de los microtraumas es mínima resultan tan dañinos? «La acumulación y repetición de situaciones adversas puede desencadenar una respuesta de estrés crónico en el cuerpo y el sistema nervioso. El impacto también depende de la sensibilidad individual, la falta de apoyo y recursos y, por supuesto, del contexto. Por ejemplo, un comentario negativo en un momento de intimidad resulta más dañino en la adolescencia porque no tenemos la madurez suficiente para procesar determinadas situaciones», argumenta Molina.

Estos son los síntomas más frecuentes de un microtrauma

Cambios de humor frecuentes: irritabilidad y tendencia a abrumarse con facilidad.

Problemas de concentración e incapacidad para centrarse en tareas cotidianas.

Problemas de sueño.

Hiperalerta: Tensión constante, como si estuvieses esperando el próximo problema o peligro.

Tendencia al aislamiento: evitación de determinadas situaciones sociales.

Episodios de despersonalización o desrealización: sentirse observado desde fuera o no reconocer dónde estás.

Dolores físicos inexplicables, como molestias gástricas o cefaleas sin causa médica aparente.

Dificultad en las relaciones interpersonales: exceso de desconfianza, miedo constante a ser heridos, necesidad de agradar, relaciones de dependencia o de todo lo contrario, de excesiva independencia.

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