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Depresión blanca, el lado más oscuro de la Navidad

Depresión blanca, el lado más oscuro de la Navidad

Una de cada diez personas no pueden evitar sentirse tristes y apáticas en la que se supone que es las época más feliz del año

Jueves, 19 de diciembre 2024, 19:19

La Navidad es una época de grandes contrastes. Mientras unos disfrutan al máximo las reuniones familiares, las celebraciones con los amigos, las tardes de compras y todo lo que conllevan estas fiestas, otros las borrarían de un plumazo del calendario. Si pudiesen, se plantarían directamente en el 7 de enero. Y no es que aborrezcan los villancicos o sean una especie de Grinch. Lo que les ocurre, más allá de un odio irracional hacia estas fiestas, es que se sienten tristes, sin ganas, les cuesta conciliar el sueño... y no solo no terminan de empatizar con el ambiente de alegría que les rodea sino que a veces incluso les hace sentir mal.

Las luces, los compromisos sociales y las sillas vacías en la mesa les abruman y muchas veces se sienten incapaces de gestionar tantas emociones. Es la otra cara de la Navidad, una en la que no todo es ilusión y brilli-brilli. Esta sensación que invade a una de cada diez personas en estas fechas se conoce como depresión blanca o 'blues' de Navidad, un estado de ánimo negativo que no puede llegar a calificarse de trastorno, pero que agobia mucho a quien lo padece. «Mucha gente no puede evitar sentirse triste durante la que se supone que es la época más feliz del año y eso le genera una presión añadida. Si a esto le sumamos el esfuerzo de tener que poner buena cara en las celebraciones familiares, no solo resulta agotador sino que además no es nada fácil de llevar», reconoce el psicólogo Manuel Cassinello.

Estresados antes de empezar

Según el especialista, uno de los motivos que desencadena este malestar hacia las celebraciones navideñas, incluso antes de que empiecen, es el estrés que suponen. «Cada vez es más difícil compatibilizar la vida laboral con la familia y las vacaciones escolares, la presión social por tener que socializar, las compras, la cantidad de gente en las calles, el gastar por encima de nuestras posibilidades. El esfuerzo que supone comprar, mantener la casa y organizarlo todo desencadena en muchas personas ansiedad y malestar. Y cumplir con las expectativas o exigencias de tener que vivir unas Navidades perfectas e ideales tampoco ayuda», indica.

Además del estrés de los preparativos, existen otros factores que pueden causar una depresión blanca. Una de las más habituales son las malas experiencias del pasado. «Antiguos conflictos producidos en las reuniones familiares, discusiones... Esto provoca una huella emocional negativa que hace que en los años venideros se intenten evitar este tipo de situaciones e incluso que aparezca ansiedad anticipatoria a las comidas o cenas navideñas», señala Manuel Cassinello.

Las sillas vacías

Otra de las causas son las ausencias. Lidiar con las sillas vacías no es sencillo, sobre todo para las personas mayores. «Son más propensas a sufrir este vacío emocional debido a la acumulación de experiencias y pérdidas significativas. Y esta época, con especial énfasis en la familia y las tradiciones, actúa como un recordatorio acentuando estos sentimientos e intensificando la sensación de pérdida», añade Miryam Piqueras, especialista de Sanitas.

Y un detonante más del 'blues' de Navidad: «Quedarse solo en estas fechas hace que también se produzcan sensaciones de apatía y tristeza», dos de los síntomas más comunes de la depresión blanca, además de la irascibilidad, pensamientos negativos, desesperanza, falta de apetito y necesidad de aislamiento social.

«También hay estudios que señalan que otro de los factores más relevantes en la melancolía navideña es la creencia de que 'todo el mundo es feliz', que 'todos lo está pasando bien' y que gozan de 'relaciones familiares amorosas'. Sin embargo, esto no se trata necesariamente de un hecho, es más bien un deseo», precisa la doctora en Psicología, Elisabeth Suárez.

Al margen de las causas, «si este sentimiento de tristeza y melancolía se mantiene durante más de dos semanas y viene acompañado de otros síntomas como, por ejemplo, perder el gusto por las actividades que antes disfrutábamos, podría convertirse en un Trastorno Afectivo Estacional (TAE) y sería necesario comentarlo con el médico de cabecera», aconseja la psicóloga.

¿Por qué nos invade la tristeza en invierno?

Nuestro organismo no solo reacciona ante los cambios horarios–el famoso jet lag, por ejemplo– sino también ante las diferentes estaciones. No nos sentimos igual en primavera que en otoño, ni en el mes de julio que en pleno febrero. ¿Por qué ocurre esto? Un grupo de científicos del Instituto de Investigación Baker en Melbourne (Australia) observó cómo los niveles de serotonina disminuyen notablemente en los meses de invierno a consecuencia de la falta de luz. La serotonina es un neurotransmisor que influye, entre otras cosas, en la gestión de los estados de ánimos y también de los cambios estacionales. La ecuación es muy sencilla: a menos horas de luz, menor producción de serotonina, lo que se traduce en peor humor y menos energía. La llamada depresión de invierno o trastorno afectivo estacional (TAE) tiene su origen precisamente en la disminución de las horas de luz de noviembre a marzo y es frecuente en países como Noruega, Suecia o Finlandia, donde apenas ven el sol durante los meses de invierno.

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