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HIGINIA GARAY
Cómo decir a un adolescente que se cuide sin acomplejarle

Cómo decir a un adolescente que se cuide sin acomplejarle

Comen mal, no se mueven... pero cuidado con lo que decimos

Solange Vázquez

Miércoles, 25 de octubre 2023

Cuando hablamos de delgadas líneas rojas y de adolescentes descubrimos que a veces son tan finas que casi desaparecen. ¿Quién no ha ofendido sin querer a un joven (sobre todo en cuestiones sobre su apariencia)? ¡Son tan susceptibles! ¡Hay que andarse con pies de plomo! ... Y no es que los adultos no seamos diplomáticos (bueno, en algunos casos puede que no sea nuestro punto fuerte), lo que ocurre es que ellos están diseñados para reaccionar de manera exagerada a todo. Lo dice David Bueno, doctor en biología y neuroeducación y autor de 'El cerebro adolescente' (editorial Grijalbo): la transición a la edad adulta es complicada, por lo que «el nivel de estrés en la adolescencia aumenta». Además, están muy indefensos frente a ese estrés, incluso biológicamente. «Hormonas que en los adultos rebajan el estrés, en ellos hacen lo contrario», informa. Así que, sí, son un polvorín.

En los chavales, la zona cerebral del control se desarrolla a un ritmo más lento que la emocional y la racional, lo que hace que sean más impulsivos e hipersensibles. Así que cuidado con cómo les decimos las cosas... que todo lo perciben como un ataque y una amenaza, está en su naturaleza. El caso es que es muy frecuente que, sobre los once o doce años, el que era un niño o niña dócil y entrañable deje de hacer ejercicio (se rebelan y no quieren ir a extraescolares, por ejemplo), pasen muchas horas en su cuarto encerrados, cojan manías con la comida, opten por alimentos poco sanos, no quieran negociar ningún cambio de costumbres... Y decirles que se están poniendo gordos o flacos, que no están en forma y que su cuerpo ya casi de adulto no les permite las 'licencias' de antaño... es una tarea que requiere mucho tacto y que, aún así, puede acabar en bronca y complejos.La psicóloga clínica Pilar Berzosa, profesora de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) ofrece unas pautas para no meter la pata en estos delicados momentos.

  1. Los 11 años: comenzamos

«Con la prepubertad ya hay cambios físicos y de actitud. Por eso los padres, cuando los hijos tienen once años, deben empezar a aumentar sus estrategias de comunicación con ellos. Hay que hacerlo a esa edad, si no ya es muy complicado.Así que vamos a ir allanando el terreno y creando espacios lúdicos», indica la experta.Es decir, debemos intentar que al llegar a la adolescencia, que se establece sobre los 12 años (con muchas variables, es cierto), haya una relación de confianza entre los chavales y los padres para que las cosas no les sienten tan mal cuando se las digamos.

  1. La prueba de las dos semanas

Si detectamos que nuestros hijos o hijas adolescentes empiezan a tener cambios físicos (se desarrollan, ganan peso, tienen granos, adelgazan) y queremos abordar el tema para ayudarles, Berzosa propone hacer la 'prueba de las dos semanas': consiste en observar al adolescente durante quince días para comprobar si ha cambiado de hábitos en el sueño, la alimentación, en el nivel de energía, en su irascibilidad y susceptibilidad y también vigilar si tienen compañías distintas a la habituales. «La variabilidad de estos factores nos va a dar un marco de referencia amplio», dice la psicóloga, quien, para ampliar la información aconseja también hablar con el tutor y con los padres y madres de los compañeros para saber también qué pasa en el ámbito escolar y social del adolescente. Toda la información nos va a ser útil a la hora de abordar el tema espinoso. Puede ser que se hayan reído de él o ella en clase, que sus amigos sepan algo o que tenga alguna obsesión que ya sea vox populi. «Se trata de observarles, pero sin agobiarles. Y paralelamente a esa labor detectivesca, el padre o la madre, quien mejor se lleve con el adolescente, debería iniciar un diálogo poco a poco», apunta la especialista.

  1. Predicar con el ejemplo

A veces queremos que lo hagan todo correctamente y damos mucha doctrinilla a los chavales pero luego resulta que nosotros mismos actuamos como nos da la gana. Eso un adolescente mínimamente avispado nos lo va a echar en cara. Ante la amenaza que supone para ellos un comentario para que corrijan algo nos van a sacar los colores. Así que si no queremos que se alimenten de comida basura, debemos comer bien nosotros. Y si les decimos que deben moverse... que nos vean haciendo lo mismo. ¿Un truco infalible para que no todo quede en palabras? «Hacer que se implique», aconseja la experta. Es decir, proponer ir a hacer deporte juntos, preparar comidas sanas con su ayuda...

  1. 'Eso es una tontería'... nunca

Lo importante si logramos abrir una vía de diálogo es, desde luego, ser educados y suaves. Y abordarles con la pregunta mágica: ¿Cómo te sientes con esa parte de tu cuerpo? «Y nunca, nunca, decir aquello de 'pero si eso es una tontería'. Porque si no se validan sus sentimientos se van a cerrar en banda y ya no habrá nada que hacer», advierte la psicóloga, quien aconseja pedirles que apunten en un papel todas las cosas que le gustan de él o ella y todas las que no, para dirigirles hacia las positivas. Si queremos podemos acompañarles en el ejercicio, para hacerles ver que nadie está satisfecho al 100% con su aspecto y que no pasa nada, aunque hay cosas que nos pueden mejorar. «Y también debemos hacerles ver que hay que aceptarse y que no hay nadie perfecto», sentencia.

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