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Niños pequeños y restaurantes es una combinación peliaguda. Para los críos, porque se aburren y no suelen aguantar quietos tanto tiempo; para los padres, porque muchas veces ya no saben qué hacer y se enfrentan a las miradas no siempre comprensivas del resto de comensales; ... y hasta para los propios hosteleros, que en ocasiones se ven obligados a mediar entre ambas partes. La solución no es sencilla hasta el punto de que un restaurante estadounidense, el Toccoa Riverside de Georgia, ha tirado por la calle de en medio en esta polémica y ha establecido un recargo de hasta 50 dólares «para los adultos que sean incapaces de cumplir sus deberes como padres» dentro de su local. En otras palabras, si tus niños molestan, pagas.
Hace unos días, una lectora preguntaba al crítico gastronómico del 'The Washington Post' cómo podía hacer para enseñar a su hijo a comer fuera de casa sin montar escándalo, un plan cada vez más habitual entre las familias con niños pequeños. El experto animaba a la madre a empezar por locales más informales antes de pasarse a restaurantes sofisticados en los que la pataleta de un crío puede llamar mucho más la atención.
«Explíquele las normas básicas antes de ir y, en caso de que sea necesaria una distracción, confíe en los libros para colorear o en juegos de pequeño tamaño. Nunca en las pantallas», recomienda el experto.
«Los restaurantes con cocinas abiertas, donde se puede observar a los cocineros, ofrecen una diversión extra que suele gustar a los más pequeños. Y si el niño no atiende a razones o está demasiado inquieto, lo mejor es salir fuera», explicaba Tom Sietsema. Eso sí, el crítico advierte a los padres que tengan cuidado con lo que desean «porque si todo esto funciona, un hijo 'foodie' les puede salir muy caro».
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Carmen Barreiro
«Cuando son bebés resulta más fácil llevarles a comer fuera porque duermen mucho tiempo, pero conforme van creciendo la cosa se complica porque demandan actividad constante», reconoce Silvia Guijarro, profesora de Educación Primaria y colaboradora de la plataforma Criar con sentido común. La experta ofrece una serie de pautas para que salir a comer o cenar con niños no se convierta en una odisea.
Puede parecer una perogrullada, pero «es el mejor de los consejos. Es triste ver que todavía en muchos sitios el hecho de que acudas con tus hijos está mal visto. Que sí, que en ocasiones pueden ser un poco 'molestos', pero eso no es culpa suya. Son niños y se comportan como tales. Y, por supuesto, también falta un poco de paciencia y empatía en muchas personas adultas», lamenta la experta, que aconseja ir a restaurantes 'family friendly'. «Este tipo de locales suelen contar con zonas de juego seguras para los pequeños, además de menús adaptados a sus necesidades. Siempre que sea posible también es aconsejable sentarse en el exterior, ya que así el ruido se disipa y es más fácil levantarse de la mesa».
Aunque a veces es complicado y otras directamente imposible, es conveniente tener en cuenta sus horarios de sueño. «Si el niño ha pasado mala noche, es posible que a mediodía esté más irascible, así que sería bueno valorar si es conveniente comer en la calle o mejor dejarlo para otro día siempre que se pueda, claro. Lo mismo sucede con el hambre –añade Silvia Guijarro–. Los adultos podemos mantener la calma teniendo hambre, pero a los niños les cuesta entender que tienen que esperar para comer y eso les hará estar más nerviosos. Si nos vamos a retrasar, podemos llevar unos aperitivos para que no se les haga tan larga la espera».
Antes de salir, es aconsejable explicarles el plan y recordarle las normas que debe cumplir. También es importante hacerles caso. «Probablemente, vayáis al restaurante con otros adultos y es normal que queráis charlar con ellos, pero no se puede olvidar que también llevamos con niños y no podemos ignorarlos», insiste la experta en educación en positivo.
La idea es hacerles la experiencia lo más agradable posible. Son niños y pretender que no se muevan durante tres horas no es realista. No es una cuestión de educación, los pequeños se cansan y protestan, así que no está demás llevar un cuaderno para coloreas con dos o tres lápices, un libros de pegatinas, un muñeco, cartas...
No podemos ir a comer fuera con niños y pretender tener una velada tranquila y perfecta. «A menudo esperamos demasiado de ellos y eso nos frustra. Necesitan moverse, reir y jugar».
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