La irrupción de la Guardia Civil en una copistería en pleno centro de Alicante dejó atónitos a los vecinos de la zona. Seis agentes encapuchados bajaron de cuatro vehículos de incógnito y se introdujeron en el local. Apenas un minuto después, los efectivos salían con ... el propietario del establecimiento esposado y acto seguido era obligado a subir a uno de los coches oficiales.
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La operación a nivel nacional, realizada por guardias civiles desplazados desde fuera de la provincia de Alicante, parece estar vinculada con una trata de inmigración ilegal, según se desprende de las primeras pesquisas. El propietario de la copistería ya ha sido puesto en libertad y está a disposición de la Justicia. La investigación, aún abierta, se extiende a otros implicados más allá de tierras alicantinas.
Los primeros indicios revelan que el empresario se habría visto envuelto en la producción de supuestos sellos de un organismo oficial, los cuales se habrían utilizado para proporcionar papeles a inmigrantes irregulares. Al parecer, el cliente se había presentado como empleado de un consulado, si bien las averiguaciones de la Benemérita apuntan a que todo forma parte de un entramado fraudulento para hacer negocio con la venta de documentos para conseguir permisos de residencia en España.
La Guardia Civil ha confiscado al propietario de la copistería dos ordenadores, según ha podido saber TodoAlicante. Los terminales están en manos de los agentes del Grupo de Delitos Telemáticos, que pertenecen a la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, quienes ahora analizarán con sumo celo todo el contenido para recabar pruebas.
Durante la jornada de este jueves, 29 de febrero, la sorprendente actuación de la Benemérita ha sido el tema de conversación de los vecinos de la zona, muchos de ellos clientes de la copistería y que conocen al propietario desde hace años.
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La copistería ha vuelto a la normalidad. De hecho, tras la detención del responsable no llegó a cerrar. Bajó la persiana sobre las 14 horas para realizar su descanso y a las 17 retomó la actividad, como marca su horario comercial.
Tal fue la celeridad de la operación que el portero de uno de los edificios de la zona aseguraba que ni siquiera se había percatado de la actuación. «Me he dado cuenta de que algo pasaba por el revuelo de la gente que hacía fotos a algo, pero cuando he salido a la calle ya no había nada».
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