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Sara García Alonso, científica, astronauta y autora de 'Órbitas', su primer libro que sale a la venta el próximo día 23. José Ramón Ladra
«Puedo ser una guerrera y una abuelita al mismo tiempo»

Sara García Alonso

Astronauta e investigadora contra el cáncer
«Puedo ser una guerrera y una abuelita al mismo tiempo»

Publica el día 23 'Órbitas', donde comparte sus experiencias vitales, narra algunas locuras como su paso por un campamento de combate y se sincera al contar por qué casi abandona la carrera espacial en el último momento

Sábado, 18 de enero 2025, 13:16

Años luz antes de convertirse en la primera astronauta española de la historia, Sara García Alonso (León, 36 años) fue una niña tímida, solitaria, patosa y algo acomplejada que creció como hija única en el hogar de una familia humilde y estudió con becas en la universidad pública. Más tarde aquella joven decidió que nada ni nadie iba a poner límites a su vida, y en ese proceso se tiñó el pelo del icónico 'color Marte' que le caracteriza, se tatuó medio cuerpo, aprendió a decir no, empezó a hacer deporte (a las 6 ya está machacándose) y se ganó los galones de investigadora contra el cáncer en el CNIO tras doctorarse en Biología Molecular. También se apuntó a un curso de comandos dirigido al combate cuerpo a cuerpo en el que seis hombres "con el físico de Conan el Bárbaro, uniformes militares y pasamontañas" la llevaron al límite con descargas eléctricas de pistolas táser, gases lacrimógenos, interrogatorios extremos y baños nocturnos en las gélidas aguas de un río de España que no identifica por razones de confidencialidad.

Ella, como la mayoría de los participantes, se 'rindió' en menos de 24 horas (el curso duraba cuatro días), pero se hizo muy amiga de sus instructores, que a partir de ese momento le trataron «con profundo respeto» y le dieron la enhorabuena por haber aguantado tanto. Esa brutal experiencia y otras que son una demostración continua de que se puede ir más allá, de que no hay límites, aparecen deliciosamente descritas en 'Órbitas' (Penguin), el primer libro de nuestra brillante 'starwoman' -a la venta este jueves día 23-, y en el que Sara desgrana su inspiradora trayectoria vital ("una vida en continua exploración", como ella misma apunta) hasta el gran día de 2022 en que la eligieron, entre 23.000 aspirantes, la primera astronauta española de la Agencia Espacial Europea.

El libro se lo dedica a Mario, su pareja, "la persona que más me hace reír en el mundo y con la que más me gusta estar" y a Esther y Marino, sus padres, "por su amor inmenso y su apoyo incondicional" y por animarle a ser una pirata coja con pata de palo, "si eso me hacía feliz".

– Con 6 años pidió un microscopio a los Reyes para conocer más allá de lo visible. Y esa chispa de curiosidad trazó la órbita que ha marcado su vida. ¿La curiosidad le llevó a ser astronauta?

– La curiosidad es lo que me ha llevado a hacer todas las locuras y las no locuras de mi vida, el querer experimentar, exprimir cada momento y aprender y crecer en cada uno de sus pasos

– ¿Y hoy qué le intriga?

– Tengo la incertidumbre de cómo va a ser acogido el libro. Esta es una nueva aventura, es mi primera órbita literaria, un terreno desconocido por explorar.

– Cuenta en 'Órbitas' que era una niña muy introvertida, pero en dos años lleva 500 actos públicos…

– No sé si me han ayudado a superar mi timidez, pero sí a ser capaz de enfrentarme a un entorno social que no conozco, e incluso a disfrutarlo. Aunque sigo prefiriendo momentos de soledad, soy muy feliz así o con mi pareja.

«No tengo frase pensada si piso la Luna, pero el cuerpo me pide hacer un chascarrillo»

– Era también una niña a la que la oscuridad le generaba ansiedad, pero no le daban miedo los paseos nocturnos con su padre en Candanedo de Boñar (el pueblo de León de sus abuelos al que se escapaba los fines de semana) para ver las constelaciones…

– A base de observar la inmensidad del universo en aquellos paseos me entró esa curiosidad por saber si realmente estaremos solos y lo que podemos descubrir acerca de nuestros orígenes.

– Allí conserva una cabaña de madera sobre un árbol que de niña construyó con su padre. ¿La aventura ya llamaba a sus puertas?

– Creo que la forma en la que creces cuando eres una niña es lo que más permea en tu cerebro, quizá lo que más te marca y hacia lo que van a ser tus gustos. El hecho de haber crecido en un pueblo y de que todas mis vacaciones eran en la montaña y en tienda de campaña despertó en mí ese sentimiento de explorar, de aventura. Y con los años lo he ido potenciando. Todavía me escapo a esa cabañita y me quedo unas horas leyendo.

– Fue una adolescente alta y corpulenta y sufrió bullying, ¿qué diría a los chavales que sufren hoy acoso escolar?

– Que no se lo guarden porque esa herida se enquista y es mejor curarla cuanto antes. Cuando tú tienes doce o catorce años piensas que estás solo en el mundo, que lo que te ocurre solo te ocurre a ti pero si lo compartes ves que no estás solo, que esos complejos, esos miedos, esas inseguridades, ese daño que te hacen las palabras de otros… le pasa a todo el mundo. Compartirlo ayuda a sentirte arropado, que lo compartan con otros amigos, con los padres o con los educadores.

– Con 18 años viajó a Londres para superar su timidez y despojarse del miedo a viajar sola. ¿Siempre ha querido superar miedos?

– Sí. Tenía miedo a viajar sola, a la oscuridad, a hablar en público… y ese miedo me limitaba. Siempre que me ocurre algo así intento enfrentarme a ello.

– Le bautizaron como Nancy Azafrán (por el nombre de la muñeca y el color rojo fuego de su pelo) en un campamento de combate cuerpo a cuerpo, con monitores encapuchados que la insultaban y maltrataban. ¿Como recuerda aquella experiencia tan brutal?

– Jajaja, lo hice un poco por ver hasta dónde soy capaz de llegar, pienso que no soy tan fuerte, que no soy tan resiliente, que me voy a rendir fácilmente… y cuando te pones a prueba te percatas de que eres más fuerte de lo que pensabas. Y créeme que después de ese campamento relativizas todo. Todavía tengo cicatrices en la espalda, pero me vino muy bien. Luego estuve tres días en la cama sin poder moverme vomitando de lo mal que estaba, pero aún así guardo un recuerdo maravilloso de mi aventura más desorbitada.

De arriba a abajo, la astronauta leonesa en la sede central de Penguin, la editorial de 'Órbitas'; con niños de un instituto asturiano; y con el uniforme del Centro Europeo de Astronautas de la Agencia Espacial Europea. José Ramón Ladra y E. C.
Imagen principal - De arriba a abajo, la astronauta leonesa en la sede central de Penguin, la editorial de 'Órbitas'; con niños de un instituto asturiano; y con el uniforme del Centro Europeo de Astronautas de la Agencia Espacial Europea.
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– Eligió el grunge para iniciarse, ama el rock sobre todas las cosas, goza del metal "hasta rozar el esguince de cuello", pero disfruta también de la música clásica… Dice en el libro que siempre ha encontrado la canción perfecta para descargar tensión o aumentar su estado de ánimo y buscar motivación. ¿Cuál es la canción que define su vida?

– Por esa pasión que siento por la música mo me puedo quedar con una porque ahora te diría una y en 5 minutos te diré a otra, pero siempre me he identificado con The Great Gig in the Sky (El gran cincierto en el cielo), de Pink Floyd. No tiene letra. Es una mujer tarareando, pero me apasionan esas notas. Forma parte del disco The Dark Side of the Moon (aquí Sara enseña su muñeca con un pequeño tatuaje que reproduce el famoso prisma de la portada).

En 'Órbitas' incluye la frase 'I'll see you on the dark side of the Moon' (Te veré en la cara oculta de la luna) a modo de carta de presentación...

Puse esa referencia para manifestar todas las caras, la más brillante y la cara oculta que todos tenemos. Nada es tan maravilloso como puede parecer en las redes sociales. Y al mismo tiempo añadí la frase de los Monty Python de 'Always look on the bright side of life' (Mira siempre el lado brillante de la vida) porque igual que te digo que hay una cara oculta, creo que siempre hay que mirar el lado bueno de las cosas. Todos vivimos en esa especie de dualidad. Al final somos monstruos de muchas cabezas y cada una se manifiesta de una manera. No hay que elegir ni blanco y negro, por eso también me cuesta elegir una canción.

Rebequita y tejiendo

– A veces se la ve como una mezcla de supermodelo y guerrera espacial con un espíritu rebelde y alternativo, con la melena 'rojo Marte', tatuajes… ¡pero también hace crochet!

– Jajaja, ¡y también hago guisos caseros! Soy muy abuelita. Y cuando estoy en casa estoy con una rebequita, las gafas y tejiendo. ¡Puedo ser una guerrera y una abuelita al mismo tiempo!

– Esa guerrera saltó en paracaídas y en su primer salto se le enrolló y con sangre fría empezó a patalear en el aire para desenrollarlo. Estuvo cerca de la muerte, pero nada más aterrizar no dudó y volvió a saltar.

– No deja de ser una anécdota un poco escabrosa, pero hay que quitarle toda la epicidad al asunto. Me conozco, y saltar otra vez fue una forma de adelantarme a mis limitaciones.

– Ya era biotecnóloga y se dedicaba a la investigación oncológica cuando vio la noticia de que Europa buscaba mujeres astronautas, ¿cuál fue la motivación para probar?

– Entré por curiosidad pero sin ninguna intención. Tenía 32 años y mi carrera estaba muy enfocada hacia la ciencia y la investigación. Pero vi que podría trasladar mis investigaciones al espacio y solucionar problemas, que es a lo que nos dedicamos los científicos. Me gusta solucionar problemas. Las características del puesto me parecieron fascinantes. Me vi reflejada en muchas cosas, a pesar de que mis conocimientos sobre astronomía o ingeniería aeroespacial eran nulos. Pero es que eso no lo pedían, que es lo que me sorprendió. Realmente lo que tienes que tener es la predisposición para aprender lo que sea, para enfrentar problemas y solucionar todo tipo de situaciones, para trabajar en equipo… Al ver todo eso en su conjunto, me percaté de que era lo que siempre había buscado, el trabajo de mis sueños desde que era niña.

– Y el 11 de noviembre de 2022 la gran noticia, ¡había sido seleccionada por la Agencia Espacial Europea! ¿Qué pensó?

– Que algún día podría ser uno de esos puntitos brillantes observando la Tierra desde la Estación Espacial Internacional.

– ¡Qué bonito es eso!

– Jajaja, la primera vez que lo pensé fue en mitad del proceso cuando no sabía si lo lograría. Fue en verano, estaba en el Mad Cool con mi chico en un concierto y empezó a oscurecer. Y salió la luna justo por encima del escenario y me quedé mirándola pensando '¿y si pudiese estar ahí en la Luna imaginando que miro a la gente mientras ellos me miran?'. Y ahora podría hacerse realidad. Solo pensarlo me sigue pareciendo algo increíble.

– ¿Ser usted misma con sus virtudes y sus defectos fue clave en la selección?

– Pues quizá sí. No concibo engañarme a mí misma y engañar a los demás va tan en contra de mi personalidad que prefiero ir de frente. Soy un ser humano, cometo errores y soy vulnerable también. Ya está, no pasa nada y eso me ha dado una paz mental tremenda. Y en el caso del proceso de selección también me apliqué esa mentalidad. Ellos están buscando un perfil muy particular. No significa que si no lo consigues, no eres un gran profesional en mil otros terrenos. Significa que ellos buscan esto en concreto. Si lo cumples fantástico… pero si no lo cumples mejor que lo detecten porque no vas a poder desempeñar tu trabajo y estamos hablando de un trabajo muy extraordinario porque, además de representar a la Agencia Espacial Euroepa, representas a un país, un espíritu, unos ideales, unas generaciones… Si no sabes hacerlo, si no vas a ser feliz, si no vas a estar cómodo, mejor no llegar ahí. Y eso me dio mucha tranquilidad y me permitió ser completamente honesta.

– Pero usted misma cuenta en el libro que en el último instante estuvo a punto de dar un paso atrás…

– Yo antes de dar ese paso era Sara, es decir, nadie me conoce, no represento a ningún país, a ninguna institución. Me puedo echar atrás porque la astronauta española no existe, pero en el momento que salga ahí ya no soy Sara. Represento a España, a la ciencia, a las mujeres, a la Agencia Espacial Europea, a la investigación espacial… y eso implica una responsabilidad y tengo que estar segura de que voy a ser la última en caer y voy a llevar esa responsabilidad hasta las últimas consecuencias. Ahí me surgió la duda de si estaba dispuesta. Te va a conocer todo el mundo, te encanta tu intimidad, tu privacidad, te gusta estar sola... Eso se acabó, tu vida va a cambiar. Decidí dar el paso y así estoy comiéndome la timidez para el resto de mi vida.

– Cuando va por la calle, ¿le piden selfis?

– Yo sigo pensando que soy anónima, que nadie sabe quién soy y tan feliz. Pero si me reconocen en un bar, no me interrumpen o lo hacen cuando ya estoy dejando el local. La gente es superrespetuosa.

– ¿Qué les dice a los jóvenes?

– Que los límites están en nuestra cabeza, que cuanto más nos enfrentamos a ellos y nos pongamos a prueba más fortalecidos saldremos.

– ¿Y cuando las niñas le cuentan que quieren ser científicas?

– Si yo he tenido algo que ver en eso, ya no se puede tener mayor orgullo.

– ¿Cuál es su sueño?

– Una misión espacial centrada en la biomedicina.

– ¿Pisaremos antes Marte o el cáncer?

– No tenemos una bola de cristal. El cáncer es un conjunto de enfermedades tremendamente complejo que tendemos a simplificar bajo esa palabra que nos asusta tanto. Igual que pisar Marte, me parece un poco ambicioso y de ciencia ficción. Pero pasito a pasito, explorando, investigando, poniendo más piezas en el puzle, es como iremos llegando a un sitio al que ni siquiera soñábamos con llegar hace 20 años.

«No tengo apego a casi nada»

– Venga, una exclusiva. Si se cumple el reto de que una mujer pise la Luna y es usted, ¿cuál sería su frase para la historia?

– Es que no la tengo pensada porque tiene que ser algo bastante épico. Igual hasta me la dan hecha. Lo que me pediría el cuerpo es hacer algún chascarrillo.

– ¿Se llevaría algún amuleto?

– No soy nada supersticiosa. Soy muy poco materialista y no tengo apego prácticamente a nada, pero en ese kilo y medio que nos permiten por astronauta, sí me gustaría llevarme muchas cosas pequeñitas o una tela que se pueda cortar en trocitos para poder regalar luego pedacitos a mucha gente, porque todo eso lleva un certificado oficial de que ha estado fuera del planeta Tierra.

«Es increíble pensar que algún día pueda ser uno de esos puntitos brillantes observando la Tierra»

– ¿Con quién no se subiría nunca a ese cohete?

– Con una persona negativa, de esas que te drenan la energía y nunca ven el lado bueno de nada.

– ¿Hay vida inteligente arriba?

– Creo que hay vida extraterrestre probablemente microscópica. ¿Vida inteligente? Parece como increíble pensar que somos los únicos en el universo. Entonces, como decía Mulder en 'Expediente X', I want to believe, yo quiero creer. Ahora bien, ¿por qué vamos a pensar que una civilización inteligente se comunica de la misma forma que nosotros? Creo que aunque la hubiese, quizá no sabríamos detectar esa comunicación.

– Acaba de regresar del Centro Europeo de Astronautas de Colonia tras terminar el primero de los tres bloques de entrenamiento de dos meses como astronauta de reserva y lo ha concluido ¡con un curso de supervivencia en los Pirineos!

– ¡Siiií y he aprendido tantas cosas de los instructores! Han sido Rangers, han estado en muchos ejércitos y son expertos en supervivencia. También a manejar el frío y la soledad. Porque parte del entrenamiento implicaba estar 14 o 16 horas por tu cuenta construyéndote un refugio, lidiando con el frío y el aislamiento. Es de las cosas de las que más orgullosa me siento. Cuando estaba sola de noche sin iluminación y a 15 grados bajo cero pensaba en la Sara que estaba en Candanedo de Boñar con su padre diciendo «Dios mío, si ahora me quedase yo aquí sola en el bosque me moriría de miedo», y ahora estaba sola en mitad de un bosque nevado y no solo no tenía miedo, sino que estaba tremendamente feliz.

– ¿Hacia dónde le guían ahora las estrellas?

– A seguir desafiándome. Este libro es un desafío y todo lo que va a venir con él y a lo que me voy a enfrentar es un aprendizaje. Nuevas lecciones, nuevas perspectivas, nueva gente que voy a conocer.

– ¿Está pensando ya en un segundo libro?

– Tengo ideas para una novela y también para libros de divulgación científica.

– ¿Le interesa la política?

– No. Allí arriba no hay ideologías, conviven todo tipo de culturas y todas las nacionalidades que hay en la Estación Espacial Internacional se necesitan para que funcione. Deberíamos ser menos localistas y más ciudadanos del universo.

– Ante la catástrofe climática ¿no nos queda otra que buscar sitio fuera de la Tierra?

– Ahora mismo no hay planeta B. Tenemos que cuidar el que tenemos. Yo abogo por la exploración y por ir cada vez más allá, pero por la ciencia, no por ambiciones turísticas, políticas o económicas o porque haya que encontrar una alternativa al planeta Tierra.

– Dice en el libro 'Cuán lejos tenemos que estar para apreciar la belleza de lo que tenemos tan cerca'.

– Desde luego. Es el efecto perspectiva que han sentido muchos astronautas cuando miran la Tierra desde el espacio y se dan cuenta de lo bonito y lo perfecto que es nuestro planeta, y al mismo tiempo de lo frágil que es. ¡Cómo lo podemos estar destrozando de esta manera!

– Una investigadora que ha estudiado en una universidad pública y con becas, ¿qué piensa de que millonarios como Musk lideren la carrera espacial?

– Yo siempre he hecho investigación pública, pero la colaboración público-privada suele traer sinergias. La parte privada acelera las cosas. Hay que tender esos puentes para que ambas vayan de la mano y llegar más lejos. Lo que Musk ha conseguido capturando un cohete de Starship, es un hito en la ingeniería espacial. Reconozco esos logros. ¿Cómo es él como persona? Tengo mis propias opiniones. Le reconozco esa parte, otras partes no.

– ¿Qué haría el último día de su vida?

– Estar con mi pareja tomando unas cañas y teniendo las conversaciones que solemos tener todos los días sobre cualquier tema de la vida y riéndome con él, que es la persona que más me hace reír en el mundo.

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