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Mientras las labores de limpieza y búsqueda de desaparecidos prosiguen en las zonas afectadas por la riada de Valencia del pasado 31 de octubre, se impone la vigilancia sanitaria para que enfermedades paralelas provocadas por falta de higiene y agua contaminada no creen un problema añadido al desastre.
A pesar de la creencia arraigada en el imaginario colectivo, los cuerpos de las personas fallecidas no suponen un problema para la salud pública que necesite de una especial vigilancia. «No existe riesgo de transmisión de ninguna enfermedad por este motivo. En este caso los cuerpos no suponen un foco de contaminación», advierten los expertos en emergencias y epidemias.
Donde estos sí tienen la atención puesta ahora mismo, transcurridos ya cinco días del paso de la dana, es en las enfermedades que pueden ser transmitidas a causa del agua y el barro contaminados. A estas están especialmente expuestas las personas que participan en la limpieza y que no son profesionales de emergencias, con lo que carecen de la formación necesaria y el equipamiento específico para ello.
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«Sí existe riesgo de que se alteran o rebosen los sistemas de saneamiento, lo que eleva el riesgo de contaminación de las aguas con esas otras 'sucias' del sistema», explica Susana Monge, pzortavoz de la Sociedad Española de Epidemiología y científica miembro del Centro Nacional de Epidemiología-Instituto de Salud Carlos III. También, debido al paso feroz de las aguas que arrastran todo, han podido quedar contaminadas con otras sustancias químicas. «De este modo, los problemas que se pueden dar son los de contagio con las bacterias presentes en el lodo o el agua, que luego den lugar a problemas intestinales y gastroenteritis», explica Monge.
Esta experta en Epidemiología recuerda que de ahí la importancia de cubrir bien boca, nariz y ojos, ya que la vía de entrada de estas bacterias son las mucosas. «Nunca se transmiten por el aire», insiste. Por mucho que el hedor haya tomado las calles de las zonas afectadas, el aire no es una vía de trasmisión de estas bacterias que pueden estar en el barro.
De ahí que la higiene sea considerada el verdadero cortafuegos de la expansión de infecciones. El problema es que en estos contextos es mucho más difícil encontrar los instrumentos –agua limpia y jabón– que permitan llevarla a cabo adecuadamente. En realidad, el uso compartido de recipientes para el agua y ollas, la escasez de jabón y los alimentos contaminados completan la lista de circunstancias que empeoran el panorama.
Susana Monge
Sociedad Española Epidemiología
Sobre el consumo de agua, recuerdan las autoridades sanitarias valencianas hacer caso siempre a la información más cercana, la local, la que dé el Ayuntamiento de cada localidad afectada. «Y en caso de duda, agua embotellada siempre». De cualquier modo, zanja la portavoz de la Sociedad de Epidemiología, «el riesgo real que vemos ahora mismo es de pequeños brotes de gastroenteritis».
A esta enfermedad, sus colegas de Medicina de Urgencias y Emergencias añaden otra que califican de «endémica» en Valencia precisamente por el histórico de riadas de la región, por la albufera y por las acequias. El Delta del Ebro y las Marismas de Huelva son las otras dos regiones donde se considera autóctona.
Puede transmitirse a través del contacto con agua, alimentos y suelo contaminados que contengan orina contaminada (leptospiras) de animales infectados, como pueden ser los roedores. «La contaminación ocurre a través del contacto de la piel lesionada y las membranas mucosas con agua, suelo húmedo o barro contaminado con orina de estos pequeños animales», explican desde la Sociedad de Medicina de Urgencias y Emergencias. Las inundaciones, precisamente, facilitan la proliferación de roedores.
Las consecuencias de esta enfermedad no son graves. Suele provocar un cuadro débil que puede llegar a dar fiebre, dolor de cabeza, dolor articular y abdominal y diarrea. «Existen casos graves, que pueden dar lugar a fallo orgánico, pero existe tratamiento antibiótico eficaz», aclaran desde la citada sociedad médica.
La enfermedad que sí es grave y de la que ha comenzado a hablarse es el tétanos. Es cierto que las heridas sucias pueden estar expuestas y ser contaminadas. «Pero –prosigue Monge– de ahí a que se dé una epidemia de tétanos, hay mucha diferencia. La tasa de vacunación en España de tétanos es altísima. Si alguien en cinco años no se ha vacunado, podría reponerla en caso de necesidad. Pero ahora mismo no hay motivos para la alarma por la posibilidad de un brote de carácter epidémico».
Estos riesgos son los que las autoridades sanitarias vigilan de cerca ahora mismo. En unas semanas, además, tendrán que sumar el control de la proliferación de mosquitos, que encuentran en estas zonas anegadas de agua sucia su hábitat idóneo para reproducirse de forma masiva.
«No van a importar ninguna enfermedad que no se dé ya en España -recuerda Monge pensando en, por ejemplo, el dengue- pero sí son competentes para transmitir ya la Fiebre del Nilo Occidental, que sí se ha manifestado en el litoral Mediterráneo hasta el momento». Está por observar si estos causarán algún problema.
Los médicos de Emergencias recuerdan igualmente que los desastres naturales no importan enfermedades, sino que, insisten, las principales causas de que algunas aparezcan son la mala higiene, el hacinamiento, la falta de agua potable y un saneamiento y alcantarillado ineficaces.
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