Como lo lee. Un grupo de investigadores suecos ha probado con éxito una especie de 'terapia de choque' contra la ansiedad social, consistente en exponer a los pacientes al sudor de otras personas para familiarizarse con su presencia. Puede sonar a chiste, pero en absoluto ... lo es. En realidad, se trata de una «interesantísima investigación» que abre las puertas a una nueva forma de tratar la más común de las fobias que padecemos los humanos, según explica el psiquiatra Narcís Cardoner, del hospital de la Santa Creu y Sant Pau, de Barcelona. El miedo que más nos bloquea a todas las personas es el de exponernos en público. El resultado de las terapias disponibles para abordarlo es, además, muy limitado.
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Lo explica muy bien el especialista catalán, miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental. La ansiedad social, nueva denominación de lo que en otro tiempo se llamó fobia social, es con mucho el miedo más extendido entre la población. También el más difícil de tratar.
El temor a las serpientes o las arañas, «por poner un ejemplo», resulta fácilmente 'tratable'. Con no exponerse a ellas, prueba superada. Pero evitar a las personas resulta más complejo. «Hasta a los médicos, que nos preparan para hablar en público, les cuesta subirse a un escenario para exponer un trabajo. La ansiedad social –alerta el especialista– tiene también sus grados. Hay quien tiene dificultades para entablar una conversación y a quien le bloquea hasta el punto de acabar encerrado en casa».
Un grupo de investigadores del Instituto Karolinska de Estocolmo probó a organizar con un grupo de pacientes una terapia de atención plena, mindfulness, en la que se exponía a los participantes al olor a sudor de terceras personas. Los terapeutas que firman el trabajo, presentado en el reciente Congreso Europeo de Psiquiatría en París y avalado por la asociación europea de la especialidad, hablan de una suerte de «quimioterapia humana».
Narcís Cardoner
Psiquiatra del hospital de la Santa Creu y Sant Pau, de Barcelona
Según cuentan, nuestro estado mental hace que «a través del sudor produzcamos moléculas, 'quimioseñales', que informan a nuestro interlocutor de nuestro estado emocional y, al mismo tiempo, producen en él una respuesta determinada». El trabajo demuestra que los resultados obtenidos frente a la ansiedad social con esta nueva forma de terapia resultan mucho mejores que si se intenta mitigar su impacto sólo con mindfulness.
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«Tiene su lógica». La evolución humana, detalla Narcís Cardoner, ha favorecido un mayor desarrollo de unos sentidos en detrimento de otros. El impulso que las personas han dado a la racionalidad ha permitido un mayor crecimiento de la vista a costa por ejemplo de la intuición o el olfato. El olor entre los animales, «y las personas lo somos», informa del estado de ánimo en que uno se encuentra.
Suele decirse, recuerda el experto, que el miedo se huele. Esa expresión resume la importancia del sudor en las relaciones entre especies. Cuando dos perros se cruzan lo primero que hacen es olisquearse. No es solo un juego. Con tan bestial gesto buscan identificar moléculas ligadas al sudor, aún desconocidas para los humanos, que informan del estado de ánimo del animal que tienen enfrente. Puede haber miedo, pero también respeto, complicidad, entrega, deseo... Aunque todavía no se conocen bien sí se sabe que los componentes del sudor cambian de manera drástica en función del momento y la situación que se está viviendo.
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Con las lágrimas, más estudiadas, sucede exactamente lo mismo. Cada gota de llanto contiene más de 1.500 proteínas diferentes, cuya función en muchos casos se desconoce.Desde hace tiempo se sabe que la composición de cada una de esas lágrimas varía de manera radical cuando se trata de un lloro de tristeza, de alegría o simplemente de un refrigerio mecánico del ojo. «¿Por qué no va a ocurrir con el sudor?», se pregunta el psiquiatra catalán.
Existen otras investigaciones que también han demostrado el poder de las lágrimas entre los humanos. El llanto de una mujer genera una rebaja automática del interés sexual, incluso de la agresividad del hombre, no por su impacto emocional, sino como una respuesta natural del cuerpo humano. «¿Nunca le ha ocurrido que un aroma concreto le transporte directamente a una tarde de la niñez haciendo magdalenas con su abuela? Pues es muy posible que los olores lleguen a servirnos como terapia», zanja el experto.
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