
Los sesgos de género no solo se manifiestan en el ámbito laboral o social. También afectan a la atención sanitaria. Un ejemplo de ello es el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares, que representan la primera causa de muerte entre las mujeres.
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El riesgo de fallecimiento por esta causa se acentúa a partir de los 50 años, debido a la bajada de estrógenos que se produce en la menopausia. Sin embargo, un diagnóstico erróneo y tardío acrecienta el riesgo, algo que se da con frecuencia entre la población femenina. Así lo explican desde el Servicio de Cardiología de Quirónsalud Alicante, que apuntan a la diferencia en la sintomatología del infarto entre hombres y mujeres.
Al parecer, las enfermedades cardiovasculares en la mujer «se pueden presentar en mayor proporción de forma atípica, como un dolor menos intenso, localizado a nivel epigástrico o que no suele irradiar al brazo izquierdo, y que puede ir acompañado de una falta de aire». Esos síntomas dispares en mujeres pueden derivar en «un retraso en el diagnóstico y un consiguiente peor pronóstico».
Al respecto del incremento de riesgo llegada la menopausia, desde Quirón explican que la bajada de estrógenos derivada de la misma provoca «aumento de peso y del colesterol que, unido a la aparición de la hipertensión y la diabetes, suponen un alto riesgo y predisponen a la aparición de accidentes cardiovasculares en la mujer». Otros factores de riesgo serían la obesidad, la dislipemia, el tabaquismo y el sedentarismo y el estrés.
Las recomendaciones para reducir los riesgos son comer de forma sana y equilibrada, ya que hay estudios que demuestran que la dieta mediterránea reduce hasta un 30% la incidencia de complicaciones cardiovasculares, reducir el consumo de sal y de grasas animales y optar por el pescado, las frutas, las verduras y las legumbres.
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Además, hay que hacer ejercicio moderado de forma regular y controlada y mantener el peso ideal para prevenir la hipertensión arterial y la diabetes, así como someterse a chequeos periódicos, especialmente a partir de los 50 años, para controlar la aparición de factores de riesgo cardiovascular, y promover hábitos de vida saludables desde la infancia y la adolescencia.
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