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Que un Gobierno «pesque» a personas de otros partidos para ocupar cargos suele ser bastante excepcional. Pero a veces sucede. Especialmente cuando se desatan crisis políticas. Como en la última semana en Cataluña. Así, tras la salida de Junts del Govern, el president Pere Aragonès ... remodeló su ejecutivo e integró a políticos procedentes de otras fuerzas políticas: Carles Campuzano, nuevo conseller de Derechos Sociales, fue diputado de Convergencia; Gemma Ubasart, titular de Justicia, dirigió Podem; y Joaquim Nadal (Universidades e Investigación) estuvo ligado al PSC.
El movimiento responde, explica Miguel Pérez-Moneo, profesor de Derecho de la Universidad de Barcelona, a la guerra electoral por la centralidad del terreno político, que combina en Cataluña el eje izquierda-derecha y el territorial. «Parece claro el reforzamiento de un ejecutivo de corte progresista -en sintonía con el apoyo de casi el 60% del electorado al bloque de izquierdas-, con matices ideológicos y con espacios de encuentro en el tema de la independencia», añade Aida Vizcaíno Estevan, profesora de Ciencia Política y de la Administración de la Universitat de València.
Condición básica para formar parte de un Gobierno, independientemente de dónde se provenga, es compartir las ideas de su presidente. El politólogo Juan Rodríguez Teruel resalta que, en este caso, la cuestión central es la apuesta por el referéndum pactado, que Aragonès va a ir primando y, por tanto, en lo que los nuevos consellers han de coincidir. Ello es coherente con el mensaje fuerza que la politóloga Paloma Román Marugán cree que lanza: el president está abierto a hablar y a llegar a acuerdos con otros partidos.
Fuera de momentos de crisis, que los Gobiernos tiren de personas ajenas a los propios partidos y, sobre todo, de otras fuerzas políticas, es bastante excepcional. «Es fácil entender por qué», asegura Rodríguez Teruel, que explica que participar en un gobierno no es sólo gestionar, sino que implica el desarrollo de una agenda política, poner en práctica un ideario. Por eso no sorprende que, como afirma Román Marugán, muchos independientes que recalaron en Gobiernos de Felipe González acabaron militando el PSOE. A tal punto llegó su implicación. Uno de los casos más sonados fue el de Francisco Fernández Ordóñez, diputado y ministro de Hacienda y de Justicia en Gobiernos de UCD y luego titular de Exteriores con los socialistas, en cuyas filas se integró.
miguel pérez-moneo
Universidad de Barcelona
paloma román marugán
Universidad Complutense
Que se tire de afiliados de otros partidos para incorporarlos a un Gobierno es muy raro, porque los partidos en sus estatutos no permiten a sus militantes ir en las listas de otras fuerzas y formar parte de otros gobiernos es, a efectos prácticos, lo mismo. Plantear dobles lealtades es fuente de contradicciones que las organizaciones solventan con la expulsión, recuerda Pérez-Moneo. Un ejemplo relevante de la historia política lo protagonizó Rosa Aguilar: fue expulsada de IU en 2009 tras aceptar la Consejería de Obras Públicas del Gobierno del socialista José Antonio Griñán.
Aguilar, quien era entonces alcaldesa de Córdoba, hoy argumenta que llevaba tiempo mostrando «discrepancias profundas» con IU y que, tras la celebración de las elecciones andaluzas, su amigo Griñán la llamó para, en calidad de independiente, formar parte de su Ejecutivo, desde el que ella podría seguir trabajando por los cordobeses. Deslinda su caso de la decisión de Aragonès: considera que, de haber presentado éste un gobierno monocolor de ERC, «tendría fecha de caducidad».
El de Aragonès no es el único Gobierno autonómico abierto a la participación de personas de otros partidos. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, cuando convocó las elecciones anticipadas de 2021, se manifestó partidaria de contar con gente de Vox o de Ciudadanos. Así, en su Ejecutivo monocolor actual, se mantiene la 'exciudadana' (se dio de baja de Cs) Marta Rivera de la Cruz de su previa coalición con los naranjas. El Gobierno andaluz, que también era una coalición de PP y Cs y que, tras las últimas elecciones, se convirtió en un Ejecutivo en solitario de los populares, también está incorporando a personas procedentes de Cs aunque no en primera línea, ocasionando gran malestar en la dirección naranja.
aida vizcaíno estevan
Universidad de Valencia
juan rodríguez teruel
Universidad de Valencia
Rodríguez Teruel explica que si no gusta incorporar a personas de «obediencia dudosa», no es tan raro que ocurra en niveles administrativos inferiores al estatal y en momentos de transformación política, es decir, cuando hay partidos en declive y otros en ascenso.
Es más difícil que se fiche a externos (bien independientes, bien personas procedentes de otros partidos) en caso de Gobiernos de coalición. En éstos, cada partido vigila y trata de proteger su cuota de poder. De ahí que el primer gobierno de Pedro Sánchez, el del PSOE en solitario tras el triunfo de la moción de censura contra Mariano Rajoy, contaba con más independientes que el actual, de coalición con Unidas Podemos.
La incorporación de independientes que comparten posiciones ideológicas es una práctica habitual de los Gobiernos de izquierdas, señala Aida Vizcaíno Estevan. Añade que no deberían extrañar prácticas como la de Aragonès, entendidas como «estrategias de captación de talento que escapan a las complejas lógicas internas de partido». ¿Sería, entonces, conveniente una mayor fluidez y que los Gobiernos fichen a personas externas, incluso a militantes de otros partidos? Rodríguez Teruel explica que este tipo de prácticas podrían ser buenas señales de los ejecutivos, porque contribuirían a atenuar la polarización, les llevaría a lanzar mensajes más matizados, mejoraría la representación de diferentes sensibilidades, lo que elevaría la identificación con los Gobiernos e incluso su legitimidad. En el caso español, además, la incorporación de personas de los nacionalismos periféricos ayudaría, en su opinión, a moderar la intensidad del conflicto territorial.
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