Los censores

A medida que vamos avanzando en el calendario tengo la impresión que vamos retrocediendo en otros aspectos fundamentales de la vida como, la libertad de expresión. Esta libertad suele estar atacada por aquellos que claman su nombre a todo pulmón, pero que se irritan ante cualquier idea u opinión que no se alinee con su credo: el wokismo. Esta idea que nace en las universidades americanas y que, llevaba a la práctica, hace imposible la convivencia, se convierte en una forma de censura permanente al disidente, algunos han creado hasta muros.

Los muros, que se levantan en nombre del wokismo, son acogidos con alegría y algarabía por sus defensores más furibundos y por todo el ejército de fieles que por un puesto son capaces de matar sus principios y el de los demás en nombre de lo que ellos entienden por libertad y democracia. Las contradicciones, la falta de coherencia y los cambios de opinión son moneda corriente, de uso habitual sin sonrojarse, porque lo normal es romper la certidumbre en todos los sentidos. Ejemplo: los propietarios de viviendas ya no se sienten como tal, se convierten en un instrumento del wokismo para paliar la carencia de viviendas sociales. ¿Quién paga la incapacidad del gobierno ante una necesidad de una vivienda digna?, el dueño del bien.

El wokismo patrio además de volvernos a traer el comunismo con otro nombre, ha traído el puritanismo que en España desapareció en los ochenta. Ha generado algunas declaraciones vergonzosas y han sembrado la discordia en cualquier asunto de la vida sea, cotidiana o extraordinaria además de ejercer la censura sobre cualquier expresión artística. Son tan de las mini causas que solo permiten que si ellos hacen bandera no pueda haber discrepancia en el mensaje. Un ejemplo claro, el caso de la actriz Karla Sofía Gascón los mensajes poco afortunados algunos en X (antiguo Twitter) y, ya no forma parte del elenco del entramado Woke, ha sido excomulgada. Nuestro ministro de Cultura ha pasado de fan ferviente de la señora Gascón a no querer ni verla.

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Antonio Manresa

Recuerden que excomulgar significaba salir de entorno, de tu ciudad amurallada era una sentencia a muerte sin decírtelo. Los wokistas son implacables con el disidente, lo vimos en la Unión Soviética, eran enviados a gulags para la reeducación, lo mismo con los jemeres rojos, etc. Sin olvidar a la estrella de la coherencia, Errejón y sus compañeros, todos conocían sus actuaciones y todos callaban.

El movimiento Woke que se presenta como liberador, en realidad tiene tintes sectarios y dictatoriales que difícilmente a un demócrata le puede gustar y preocuparle mucho. Aquellos que tengan pulsiones de autócrata y de dictador, estarán encantados con este movimiento. Porque es una herramienta que adapta a las necesidades del momento. Por ejemplo, estamos escuchando Gustavo Petro, decir que la cocaína es menos perjudicial que el whisky, y uno se pregunta ¿por qué dirá eso? ¿Cuál es el verdadero objetivo? ¿No querrá legalizar el consumo, verdad? Tal como está el mundo, todo es posible, pero si lo hace, la bella Colombia se convertirá como una de las peores ciudades americanas, tipo Detroit.

Los wokistas han perdido la batalla, en España, como siempre ocurre, tardaremos todavía dos o tres años en deshacernos de esta moda insufrible que no aporta riqueza en ningún sentido, más bien todo lo contrario. Como siga teniendo poder, puede que nos hunda todavía más. No nos mejora el wokismo, los datos de pobreza así lo indican desde que están en el gobierno, un 26,5% según informe AROPE (At risk of poverty and/or exclusión) y subiendo desde el año 2019. No han hecho nada más allá de molestar a propios y extraños, todavía andan por aquí pero ya por poco tiempo.

Los huérfanos del comunismo vieron en el wokismo una nueva bandera. No han transformado nada, lo único que han conseguido ha sido contaminar. En ese proceso de contaminación ha surgido, hay que reconocerlo, un alumno aventajado de Maquiavelo que además ha creado una corriente, el sanchismo, que ha engullido a un partido el PSOE. Esta corriente tiene un referente, Maquiavelo que decía que el miedo es un arma poderosa, el sanchismo lo practica aquello de prietas las filas además de llevar a gala, «La política no tiene relación con la moral».

Para terminar, sin estar en una dictadura al uso, hay que reivindicar la palabra, decir cosas que no gustan a todo el mundo porque es tu pensamiento y sobre todo ser honesto, aunque incomode antes agradar con la hipocresía. La defensa de la libertad de expresión es esencial para el funcionamiento de una sociedad democrática. El verdadero progreso se dará cuando seamos capaces de escuchar y dialogar, en lugar de silenciar a quienes piensan de manera diferente.