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Me sabe mal autocitarme, pero el 1 de diciembre escribí un artículo titulado 'Malos tiempos para la lírica' denunciando lo que parecía evidente y que, por fin hoy, se ha confirmado, es decir, el uso como ariete político de la cultura por parte del ministro Ernest Urtasun. Sus declaraciones ya dieron muestra de su intención. «La cultura es una herramienta de combate contra la extrema derecha», manifestó, y ahí es donde se intuía el sesgo que ha tomado su ministerio. Cuando el ministro habla de ultraderecha quiere decir que todo aquel que no esté de acuerdo con sus postulados es inmediatamente de ultraderecha.
¿Quién es el ministro? Cito a 'Vanitatis', medio donde nos revela su origen. «Nació en una familia acomodada de origen navarro y vivió en el barrio de San Gervasio de Barcelona. Ernest Urtasun nació el 27 de enero de 1982. Urtasun acudió a uno de los colegios privados más elitistas de Barcelona, el Liceo Francés, y estudió Economía en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde después hizo un posgrado en Relaciones Internacionales. Tras aprobar las oposiciones comenzó la carrera diplomática en Madrid, en 2010. Habla, además de castellano y catalán, inglés, francés y alemán.»
Este párrafo nos dice que es alguien preparado, alguien que estudió en un colegio privado elitista, después en la UAB economía y posgrado en RR.II, habla varios idiomas y ha sido eurodiputado. Como vemos, desde su nacimiento ha pasado por dificultades económicas y ha tenido que luchar contra la exclusión para poder subir en la escala social, de ahí su profunda convicción ideológica de izquierdas. Después de diseccionarlo ideológicamente viendo sus propias contradicciones, se puede afirmar que está imbuido por esa 'Gauche divine' que salió del mayo del 68 pero hoy con connotaciones elitistas, más que de influir en la justicia social y la igualdad.
Después de estas consideraciones sobre su persona, la cual creo que una gran mayoría así percibimos, vamos al meollo de la cuestión, como son sus decisiones en el ámbito cultural, en el área que le ofrecieron y aceptó. No vino a mejorar la cultura sino a llevar a cabo sus políticas acomplejadas de un burgués autoconvencido de que tiene una misión divina: combatir todo aquello que lo contradiga teniendo en cuenta lo que él representa, el populismo. Claro está, hay dos tendencias populistas en el Gobierno que compiten, y una batalla para que ninguna de las dos tendencias populistas no sea engullida por la otra. Aquí asistimos, como en una partida de cartas, a ver quién apuesta más, a ver quién la propone más grande.
Y, ¿qué nos encontramos? A un ministro que se niega a velar y a cuidar nuestro patrimonio cultural, además de no reconocer la cultura de su país. Retira un premio nacional a la tauromaquia, es decir, su deber de cuidar nuestro patrimonio cultural no está en sus prioridades, pero la respuesta ante esa decisión ha sido multiplicar por cinco como mínimo los premios taurinos y seguramente aumentar la afición por los toros. Que el ministro, en su fuero interno, crea lo que quiera creer es su pensamiento personal, pero su creencia no debe interferir en su cometido y si lo hace, debe ser consecuente y apartarse.
En segundo lugar, nos encontramos con un hecho insólito utilizando una institución con un prestigio internacional importante además de una pinacoteca que tiene una oferta y colecciones pictóricas y escultóricas de arte moderno y contemporáneo de las más importantes del mundo. Desde Miro, Dalí, Bacon, Rothko, Calder pasando por Picasso, Chillida, Oteiza, etc. Recordemos que el 'Guernica' se aloja en el Reina Sofía. Una vez situado el espacio y la institución, las exposiciones se programan con mucha anticipación y con un sentido. Se procura que los distintos espacios de la pinacoteca tengan un mismo discurso con sus variantes. Es como se hacen las programaciones, pero en este caso me da la impresión de que el ministro tiene un cómplice en su idea. Ese cómplice es Manuel Segade, director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Digo cómplice por estas declaraciones, es partidario de ser «lazo directo entre el presente y las cosas que preocupan a la sociedad y el arte contemporáneo»
Se ha programado una exposición con un lema 'Desde el río hasta el mar. Solidaridad con Palestina'. Esta exposición ha sido realizada aprovechando una situación muy complicada y endiablada. Utilizar el Reina Sofia, que es de todos, de aquellos que apoyan a Palestina como de aquellos que apoyamos a Israel, utilizar esta institución para mostrar un relato en detrimento de otro no es democrático, es sectario, y además de utilizar la cultura para buscar la confrontación pensando que está, todavía tiene ese halo romántico de que puede cambiar mentes y lo que ocurre es cada día hacen que la brecha entre la sociedad y la cultura sea más grande al ver la utilización que se hace para fines que nada tienen que ver con el crecimiento personal y económico, porque la cultura también crea riqueza tangible e intangible.
El ministro debe dimitir, debe 'sacar sus zarpas de la cultura' y sus compinches también. La cultura es algo más grande que sus pequeñas batallas de niños ricos que no saben lo que es no llegar a fin de mes. Ministro, dimita, deje el lugar a otros e intente salir de los años 70 y adentrarse en el año 2024.
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