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Donald Trump apenas tardó unos pocos minutos en prepararse para descolgar el teléfono, atender la llamada en directo de la CNN y comenzar a regodearse de la estampa. Por si hubiera alguna duda, no hubo un ápice de compasión ni de tregua en sus palabras. La máxima era disfrutar ese momento tan esperado -el paso atrás del único rival que hasta la fecha ha conseguido derrotarlo en unos comicios- y no disimularlo. Porque aquello era un acto más de la campaña electoral, sí, pero también de la cruzada personal que el candidato republicano ha liderado de principio a fin contra el que cataloga como «el peor presidente de la historia de Estados Unidos».
«El corrupto Joe Biden no era apto para presentarse a presidente, y ciertamente no es apto para ocupar el cargo. ¡Y nunca lo fue!», dijo tras leer la carta de renuncia en X, antes Twitter, esa red social que tanto exprimió durante su paso por la Casa Blanca y de la que fue desterrado durante casi dos años tras el asalto al Capitolio. Trump, insistente en la supuesta ausencia de facultades de Biden para ser el hombre más todopoderoso del mundo libre, extendió la responsabilidad a todo su entorno: «Las personas que lo rodeaban le mintieron a Estados Unidos sobre su completa y total caída mental, física y cognitiva», publicó después en Truth Social, la plataforma propia en la que esquiva cualquier restricción.
«Sólo alcanzó el cargo de presidente con mentiras, 'fake news' y sin salir de su sótano», añadió. El magnate neoyorquino quiere evitar a toda costa que la decisión del todavía mandatario se le vuelva en contra y por eso se va a esforzar en censurar su legado: «Miren lo que le ha hecho a nuestro país, con millones de personas cruzando nuestra frontera, totalmente sin control ni investigación, muchos de ellos provenientes de prisiones e instituciones psiquiátricas, y un número récord de terroristas. Sufriremos mucho a causa de su presidencia, pero remediaremos el daño que ha causado muy rápidamente», se comprometió. Incluso le acusó de haber hecho «todo lo posible para destruir» el país en ámbitos como la seguridad nacional y las relaciones internacionales.
A la espera de la decisión del Partido Demócrata sobre el relevo, Trump dijo estar preparado para cualquier escenario: «Quien quiera que la ponga la izquierda ahora, será más de lo mismo». Consciente de que la actual vicepresidenta, Kamala Harris, se perfila como gran favorita para sustituir a Biden, el candidato republicano se creció y auguró que será «más fácil» derrotarla. Hasta este domingo, la media de las encuestas nacionales lo situaban con tres puntos de ventaja respecto a su ya exrival: un 47,7% frente a un 44,7% de los votos.
Entre tanto, el favorito de los sondeos continúa exprimiendo el intento de asesinato que sufrió la pasada semana. El sábado, en su primer mitin tras la convención del Partido Republicano en la que fue ratificado como candidato, se presentó como un mártir de las libertades. «¿Soy una amenaza para la democracia? Recibí un balazo por la democracia», se reivindicó ante el fervor de unas 12.000 personas reunidas en Grand Rapids (Michigan). Negó ser «en absoluto extremista» y prometió «un maremoto monumental» en caso de alcanzar la Casa Blanca cuatro años después.
Incluso antes de que Joe Biden revelara su renuncia a la reelección, el candidato a vicepresidente de Donald Trump emitió su análisis sobre esa inminente retirada. A juicio de J. D. Vance, tomar dicha decisión supone «una admisión clara de que el presidente Trump tuvo razón desde el principio en cuanto a que Biden no estaba lo suficientemente en forma mentalmente para servir como comandante en jefe».
En su primer mitin desde que fue ratificado para hacer ticket electoral con el magnate neoyorquino, Vance se encargó precisamente de presentar la intervención de Trump, de quien destacó que en sus cuatro años de mandato supo «instintivamente lo que este país necesitaba y cómo poner en primer lugar los intereses de sus ciudadanos». El aspirante a vicepresidente, además, se sumó al discurso antiinmigratorio de su jefe.
Fue un discurso de casi dos horas en el que Trump se adelantó a la decisión que tomaría Biden unas horas después. Se burló de los demócratas, «que no saben ni quién es su candidato», y llamó «estúpido» al presidente. Hasta se refirió a su cociente intelectual, que calcula que debe de ser «de 50, 60 o 70». También continuó dando rienda suelta a su mensaje xénofobo. A los inmigrantes les acusó de estar detrás de los peores crímenes cometidos en Estados Unidos y prometió «la mayor operación de expulsión» en la historia del país.
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