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Las duras condiciones del suelo de Alicante, donde el agua no es un recurso que abunde, complican los cultivos para los agricultores. A pesar de ello, la provincia resalta por sus productos locales y algunos de ellos son santo y seña del territorio.
Es el caso de la uva, en concreto de la Monastrell, la variedad mejor definida de la provincia y que representa para la Denominación de Origen (DO) de Alicante un 75% del cultivo en todas las comarcas. Este fruto, cuya vendimia se produce a finales de septiembre y en octubre, es bien conocido por su capacidad de sobrevivir a climas duros y de sequía.
Con las altas temperaturas que cada año azotan más la provincia y con las tardías lluvias, la uva Monastrell se convierte en una variedad capaz de adaptarse a las duras condiciones del cambio climático gracias a su resiliencia y a la capacidad de crecer en suelos secos.
Así lo expone el investigador del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE) Diego Intrigliolo, quien asegura que esta uva ha desarrollado «la capacidad de supervivencia en climas áridos y en cultivo de secano». El científico asegura incluso que los viñedos pueden cultivarse en condición de «sequía moderada».
«La Monastrell se encuentra bien adaptada a las extremas condiciones del clima y suelo de la provincia de Alicante», reseña Intrigliolo. El investigador subraya que, teniendo en cuenta este tipo de clima, la variedad «no puede sustituirse fácilmente por otras, ya que es capaz de sobrevivir los años de fuerte sequía».
Su capacidad de resiliencia hace de esta variedad una uva con un «alto grado de adaptación al cambio climático». «Su ciclo de maduración tardío le permite adaptarse bien a las condiciones del clima árido», explica el investigador del CIDE, quien asegura que la uva Monastrell «puede mejorar su calidad incluso en los años extremadamente secos con una pluviometría inferior a 275 años».
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Intrigliolo explica que en estas situaciones es recomendable un riego deficitario de 87,2 mm anuales para un año de climatología media. El científico remarca que, programando el riego respecto a ciertos umbrales, «es posible incrementar el rendimiento frente al secano en un 13%, siempre y cuando se pudiera retrasar la vendimia en unos 7-10 días para así garantizar una completa maduración de la uva».
A pesar del buen hacer de este tipo de uva, el científico insiste en que la variedad debe adaptarse a «las amenazas del cambio climático que incrementan el riesgo de desacoplar la madurez de este fruto». Para ello el investigador ha presentado a la DO de Alicante algunas técnicas que los viticultores pueden implementar en sus viñedos.
Intrigliolo explica que retrasando la poda de invierno hasta el momento de la brotación «es posible retrasar el ciclo fenológico de la planta y desplazar la maduración final de la uva hacia un periodo con temperaturas menos elevadas», evitando los meses más cálidos del año. Esta técnica, según el experto, permite que el vino cuente con «mejores características cromáticas».
Entre otra de las opciones que plantea el investigador se encuentra cubrir con una malla de sombrero las cepas para reducir la radiación solar en «un 50%», una técnica «muy útil para reducir el estrés térmico al que peuden estar sometidas las plantas».
Opciones que se pueden combinar con el cambio de orientación de los viñedos, pasando del tradicional norte-sur al novedorso este-oeste para reducir la carga de radiación y bajar «el consumo de agua y mejorar el estado hídrico de las mismas». Una técnica que el investigador explica que es viable en «nuevos viñedos y en terrenos que lo permitan».
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