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Un colegio ecológico, en la cumbre del arte moderno
Arquitectura

Un colegio ecológico, en la cumbre del arte moderno

Andrés Jaque firma la primera obra arquitectónica española incluida en la exposición del MOMA de Nueva York: un colegio a prueba de emergencia climática

Domingo, 19 de enero 2025, 07:00

Hay que ser muy extraordinario para proyectar un edificio sobre los restos de un antiguo vertedero en el arrabal de una ciudad y que el resultado acabe expuesto en una de las catedrales del arte moderno internacional. El adjetivo no le queda grande a Andrés Jaque (Madrid, 1971), el autor de la única obra de arquitectura española que entra ahora a formar parte de la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA), actualmente en exposición. Lo más inesperado es que se trata de un colegio levantado sobre los cimientos del más puro activismo ecológico. Reconocido con multitud de premios, Reggio -como se llama el centro- pasará a la pequeña historia de nuestro entorno como una de las apuestas más transgresoras y felices que se ha visto en el mundo de la pedagogía de la última década.

Desarrollo técnico del proyecto

48%

menos de uso de materiales superfluos que dan lugar a un edificio desnudo

150

milímetros menos de espesor en los muros de carga

33%

de reducción de la huella energética del edificio por el menor espesor de los muros de carga

Desarrollo técnico del proyecto

48%

menos de uso de materiales superfluos que dan lugar a un edificio desnudo

150

milímetros menos de espesor en los muros de carga

33%

de reducción de la huella energética

del edificio por el menor espesor

de los muros de carga

Desarrollo técnico del proyecto

48%

menos de uso de materiales superfluos que dan lugar a un edificio desnudo

33%

150

milímetros menos de espesor en los muros de carga

de reducción de la huella energética del edificio

por el menor espesor de los muros de carga

Desarrollo técnico del proyecto

48%

menos de uso de materiales superfluos que dan lugar a un edificio desnudo

150

milímetros menos de espesor en los muros de carga

33%

de reducción de la huella energética del edificio

por el menor espesor de los muros de carga

Su sola visión al fondo de un camino a medio construir en la zona norte de expansión de la capital madrileña lo confirma. El amarillo de su fachada, rugosa como una esponja, jalonada de jardineras colgantes y salpicada de decenas de ventanas pequeñas y redondas; su tejado dentado, en forma de sierra, o el enorme arco que aligera su muro principal para abrir el edificio al exterior configuran una visión que recuerda al dibujo caprichoso de cualquiera de sus alumnos de infantil. No apto para mentes convencionales.

Pero recorrer su interior sin pasillos, de la mano del propio arquitecto, deja claro que nada se ha dejado al azar; se diría que cada palmo de la obra guarda un mensaje. «Es una gran caja de sorpresas», anuncia Jaque. Porque en la filosofía de este colegio, la arquitectura es un educador más; es decir, el edificio en sí mismo debe contar historias, tanto o más que cualquier otro libro. Y, en este caso, la lección magistral que da gira entorno a la ecología, a la educación basada en los cuidados a las personas y la Naturaleza y, dice, «al entendimiento de que cualquier acción humana tiene unas consecuencias en el medioambiente y que eso es lo que supone ahora formar parte de una sociedad».

La primera de las enseñanzas se encuentra en la misma elección del terreno. Cuenta el arquitecto madrileño afincado entre Madrid y Nueva York -es profesor en la Universidad de Columbia- que los propietarios del colegio le pidieron ayuda para buscar el lugar adecuado donde levantar el edificio que transmitiera sus valores. «La elección fue una parte muy importante del encargo y finalmente optamos por este terreno del antiguo vertedero de Valdemingómez que durante décadas se ha ido transformado en un parque -que conecta con el de Valdebebas-, con la idea de que el edificio contribuiría a la restauración ecológica del entorno, algo se convertiría en el centro de la pedagogía del colegio», explica Jaque.

«En la filosofía de este colegio, la arquitectura es un educador más y el centro de la pedagogía sería que el edificio contribuiría a la restauración ecológica del entorno»

Andrés Jaque

Arquitecto

La vida, de hecho, hace un viaje constante de ida y vuelta desde el edificio hacia el entorno y viceversa. Los niños no encuentran una valla alrededor que les impida el paso al parque público. Puedes salir y luego regresar a disfrutar de alguno de los juegos -no sólo deportivos- que componen el patio del recreo. Y las grandes jardineras exteriores, también visibles desde el interior a través de ventanales, contribuyen a la proliferación de mariposas y otros insectos que polinizan las especies del parque circundante, hermanas de las que viven en el colegio, contribuyendo así a reverdecerlo. Para alimentarlas, el edificio recoge el agua de lluvia en un sistema que recorre la fachada y riega estos espacios para mantenerlos sanos y oxigenados.

Este diálogo con el entorno eleva la ecología por encima de la cultura de la sostenibilidad, advierte Jaque, cuyo trabajo fue pionero en la renaturalización que necesitan las urbes y de la que tanto se habla en tiempos de olas de calor. Al principio, un poco al margen, se les veía algo excéntricos, pero ahora estas prácticas están cada vez más presentes en la arquitectura. «La reparación ecológica va más allá de la eficiencia energética o la limitación de las emisiones, que por supuesto es el mínimo que debe cumplir cualquier edificio. Pero estamos en un momento de crisis climática en el que no es suficiente con reducir el impacto ambiental. Los edificios tienen que convertirse en actores de reparación ecológica, de fomento de la biodiversidad ante una situación tan grave con la que vivimos», reflexiona.

Desarrollo técnico del proyecto

50%

de reducción pasiva en el consumo de energía gracias a la envolvente aislante de corcho

80%

de la envoltura del edificio está compuesta de una capa de 14,2 centímetros de corcho

460

El ágora central tiene 460 m2 se superficie y 8 metros de altura

Desarrollo técnico del proyecto

50%

de reducción pasiva en el consumo de energía gracias a la envolvente aislante de corcho

80%

de la envoltura del edificio está compuesta de una capa de 14,2 centímetros de corcho

460

El ágora central tiene 460 m2 se superficie y 8 metros de altura

Desarrollo técnico del proyecto

80%

de la envoltura del edificio está compuesta de una capa de 14,2 centímetros de corcho

50%

de reducción pasiva en el consumo de energía gracias a la envolvente aislante de corcho

460

El ágora central tiene 460 m2 se superficie y 8 metros de altura

80%

Apuestas diferenciales del edificio

de la envoltura del edificio está compuesta de una capa de 14,2 centímetros de corcho

50%

de reducción pasiva en el consumo de energía gracias a la envolvente aislante de corcho

460

El ágora central tiene 460 m2 se superficie y 8 metros de altura

Cuidar, fomentar y «celebrar la vida» está en el corazón de su arquitectura y, como él mismo dice, a todas las escalas. «Incluso la microscópica», anuncia. Se refiere a la que es sin duda la joya de la corona del Reggio: el recubrimiento de su fachada. El 80% de la envoltura del edificio está compuesta de una capa de 14,2 centímetros de corcho denso proyectado de 9.700 Kg/m3. Un material natural, que está llamado a ser colonizado por musgos, líquenes, insectos y que realiza un «intenso» secuestro de carbono del aire alrededor. Su eficiencia como aislante duplica a lo exigido por la normativa. Fue el fruto de la investigación de su Oficina de Innovación Política -así se llama su estudio- y el trabajo de una pequeña empresa familiar del norte.

Este material que queda a la vista está tan vivo como la zona verde que el edificio guarda en el interior, en su centro: desde la segunda planta hasta la cúpula translúcida del techo, a modo de invernadero, late el corazón verde del colegio. Su diseño está «muy pensado», compuesto de plantas autóctonas, para que no se convierta en una carga que requiera excesivo mantenimiento. Al entrar, el padre de la idea se maravilla de la altura y la frondosidad que ha tomado 'el bosque', como le llaman, desde que no va al colegio. «Este centro es un elemento de regulación climática de todos los laboratorios y aulas que están alrededor de este espacio; es como un colchón bioclimático».

Tiene hasta un claro -como el de María Zambrano, recuerda Jaque- con mesas y sillas que invitan a cualquier actividad reflexiva: leer, conversar, callar y pensar… No es un jardín expositor, es un lugar que se usa para dar clases o realizar presentaciones. Está coronado por una cúpula que se abre en los momentos en los que hay un aumento de temperatura del edificio para regular la temperatura dejando entrar el aire. En momentos más fríos, se cierra para captar la radiación solar, que también absorben los paneles pintados de verde oscuro en las paredes. Huelga decir que en Reggio no se echa de menos la falta de aire acondicionado.

«Cada edificio es una oportunidad para poner en valor la enorme riqueza material de nuestras sociedades y fortalecer los tejidos sociales»

Este sistema cuenta con una tecnología mucho más sofisticada que en sí misma es otra lección para los alumnos. La pedagogía Reggio cree en el aprendizaje a través de la propia experiencia y qué mejor que ver todos los días en tu colegio cómo funcionan los ciclos de la energía, el aire, la radiación, el crecimiento de las plantas, la necesidad de reducir el consumo energético… «En la era en la que vivimos, la climática, es fundamental para cualquier proceso de aprendizaje», apostilla Jaque.

Desnudez: más pensamiento, menos material

Esta emergencia está presente en otra de las grandes características de la obra de Jaque: su desnudez. Aquí no importa «el preciosismo» del techo, sino que la ventilación se vea para que todos los alumnos comprendan cómo son las 'tripas' de cualquier edificio. Además, esto permite reducir tanto el presupuesto como la huella medioambiental del proyecto.

Los materiales empleados también hablan de esta intención. Las curiosas ventanas circulares fueron recuperadas de excedentes del boom inmobiliario; la gran persiana metálica que abre y cierra el arco del ágora del colegio, el gran -gran- espacio multifuncional que ya sirve de pabellón deportivo ya de escenario de eventos, fue en su día parte de un garaje; los grandes muros de cristal hubieran sido carísimos de no haber sido compuestos de un material ahora demodé que ha recuperado Jaque: el pavés. «Es mucho más barato y tiene un comportamiento térmico muy bueno», afirma. La arcilla termosellada convive con el cemento en los muros y el terrazo, casi desaparecido de las obras, se transforman en coloridas piezas chic en los lavabos del cole. «Estas pilas eran muy habituales en las casas de pueblo. Hemos trabajado con una familia de Lorca para que hiciera todas las del colegio», recuerda el arquitecto.

Estos detalles convierten al colegio en un repositorio de muchas técnicas que se dieron por obsoletas y, que al recurrir a ellas, se les da una segunda vida. Esta riqueza material, diversa, es lo que quiere mostrar el edificio a sus usuarios. «Cada edificio es una oportunidad para poner en valor la enorme riqueza material de nuestras sociedades y fortalecer los tejidos sociales. Es la responsabilidad de los arquitectos mantenerlos vivos».

Filosofía, Arte, Ingeniería, Psicología, Geografía, Biología, Historia… Las lecciones que guarda Reggio son muchas. Como le gusta decir a Jaque, es una especie de multiverso donde muchas disciplinas esperan a ser descubiertas. Pero hay una última que pone el broche: esta es una obra de bajo presupuesto. No podría ser de otra forma si se tiene en cuenta uno de los grandes principios del ecologismo que no es otro que aprender a consumir menos. «La mejor arquitectura es la arquitectura que no es cara».

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