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El Mediterráneo y su vulnerabilidad ante las amenazas del cambio climático merecieron un espacio propio en el inicio de la segunda semana de las negociaciones que se llevan a cabo en Bakú (Azerbaiyán) con motivo de la 29ª Cumbre del Clima. El grupo de expertos MedECC, una red independiente de científicos que proporciona evaluaciones científicas, junto con la Unión por el Mediterráneo (UpM), representando a los países de la cuenca del Mare Nostrum, presentaron un estudio que recopila los últimos datos disponibles sobre los peligros que alterarán el futuro del que hoy es el principal destino turístico del mundo. El calor y la subida del nivel del mar serán los problemas más graves que requerirán un mayor esfuerzo de adaptación.
Coordinados por la profesora de Físicas Aplicadas de la Universidad de Barcelona, Carmen Llasat, 55 autores procedentes de 17 países han expuesto todas las amenazas que justifican la calificación de «foco crítico del calentamiento global» que recibe esta región del mundo.
Inés Durate, responsable de energía de la UpM, fue clara durante la rueda de prensa ofrecida: «Es hora de entender que el Mediterráneo, tal y como lo conocemos, podría dejar de existir si nuestros esfuerzos para combatir el cambio climático siguen siendo insuficientes».
El estudio presentado analiza cada amenaza futura tomando como punto de partida el Primer Informe de Evaluación del Mediterráneo (MAR1), el primero de carácter científico a nivel regional sobre cambio climático y degradación ambiental realizado sobre esta región, y aporta soluciones de adaptación para cada una de ellas.
Las inundaciones derivadas de la subida del nivel del mar durante este siglo es quizá el factor que requerirá de mayores medidas de adaptación para la población habitante de la cuenca mediterránea.
Siempre que las tendencias de calentamiento, emisiones y ritmo de subida del nivel de los océanos del planeta sigan como hasta ahora, los expertos del MedECC calculan que hasta 20 millones de personas en toda la región podrían verse desplazadas de forma permanente a finales de este siglo.
Actualmente, un tercio de la población de la región mediterránea vive muy próxima al mar y depende de sus infraestructuras y actividades económicas, que igualmente se encuentran emplazadas en estas zonas. Lejos de disminuir, las previsiones apuntan a que la población costera aumente más rápidamente que las del interior de los países, lo que dejará expuesta a los peligros del cambio climático a un mayor número de personas.
20 Aeropuertos
Esta es la cifra de aeropuertos considerados en alto riesgo de inundación, de los cuales tres se encuentran emplazados en la cuenca mediterránea.
Esta tendencia pondrá en «alto riesgo» las redes de transporte o el patrimonio cultural. Sin ir más lejos, recuerda el citado trabajo que la región mediterránea ya alberga tres de los veinte aeropuertos del mundo en mayor riesgo por inundaciones costeras.
El actual índice de aumento del nivel del mar en el Mediterráneo es de 2,8 milímetros al año. Esto es el doble de la media del siglo XX. De cara a finales del siglo XXI, las proyecciones apuntan a que el nivel medio del mar podría aumentar un metro. «La costa mediterránea es una de las regiones del mundo con mayor probabilidad de sufrir inundaciones severas, cuyo impacto se verá agravado por el cambio climático y el crecimiento de la población en la costa», recoge el trabajo internacional.
Es probable que los acontecimientos extremos relacionados con el nivel del mar, que suceden una vez cada cien años, aumenten su frecuencia en un 10 % «como mínimo» en 2050 y en un 22 % en 2100, en una situación de emisiones de gases de efecto invernadero -responsables del calentamiento global- intermedias.
Los extremos se verán acentuados. Las lluvias torrenciales, como las vividas durantes las danas de este otoño, aumentarán en algunas regiones de la zona Norte del Mediterráneo, pero el balance de precipitaciones globales del año será negativo, acentuando de forma paradójica las sequías.
«Tanto la protección frente a las inundaciones costeras como la gestión de la erosión suelen depender de soluciones de ingeniería de un elevado coste y, por lo general, no suelen tener en cuenta los futuros valores del aumento del nivel del mar, lo cual podría implicar que su efectividad resultara limitada a largo plazo», advierten los expertos al valorar cómo afrontar la adaptación a la realidad que dibujan para el año 2100.
Esta subida de las aguas está íntimamente ligada a las temperaturas, cada vez más altas, del mar. Si las olas de calor marinas ya se han visto incrementadas en frecuencia y duración durante las últimas décadas en un 40% y 15% respectivamente, las proyecciones indican que esta progresión irá a más durante el siglo.
Esto conlleva un aumento de las emisiones de carbono (porque los mares se vuelven menos eficientes para 'limpiar' el aire del CO2 cuanto mayor sea su temperatura) y, por otro lado, favorecerá la aparición de especies invasoras, que tendrá consecuencias socioeconómicas y ecológicas. Corales, esponjas y moluscos han experimentado muertes masivas por la temperatura del agua, un fenómeno que se seguirá agravando en un futuro.
A esto se suma que es una de las áreas más contaminadas por plásticos del mundo. Estos representan hasta el 82% de la basura visible, el 95-100% del total de los residuos marinos flotantes y más del 50% de los que se encuentran en el suelo marino. De cara a 2040, se estima que los vertidos de plásticos al mar se duplicarán si la producción de este material sigue aumentando a un índice de un 4% y si su gestión como residuo no experimenta una mejora radical.
7º calentamiento
El incremento de temperaturas con respecto a la era preindustrial podría superar los 5º para finales del siglo XXI en un escenario de emisiones altas, pero con picos de 7º más en verano, con graves implicaciones para la salud y las reservas de agua dulce.
La disponibilidad de agua dulce en la región también se verá condicionada por los cambios en las temperaturas globales. Mientras que el mundo se dirige a un calentamiento global de 3º centígrados por encima de las temperaturas medias que existían en el planeta antes de la era preindustrial, la velocidada a la que sucede este fenómeno en el Mediterráneo es mucho mayor y podría estar abocada a superar los 5,5º centígrados de calentamiento a finales del siglo XXI.
Hasta ahora, la temperatura media ya ha aumentado más de 1,5º; en 2050 se espera que suba entre 2,3º y 3,6º si se continúan con las emisiones altas como hasta ahora. «Esta crecida será especialmente alta en verano, con temperaturas máximas que pueden alcanzar más de 7 °C por encima de las habituales a principios del siglo pasado, lo que comporta, entre otros, impactos muy graves en la salud», han recordado los expertos hoy en Bakú, durante su comparecencia.
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En este contexto, y a medida que aumente la temperatura mundial, los límites serán cada vez más estrictos y recursos como el del agua dulce convencional requerirán de mayores y mejores medidas de adaptación.
«La región mediterránea se enfrenta a picos notables de demanda de agua, un fenómeno que se espera que se intensifique en los próximos años debido al cambio climático, las prácticas agrícolas, y el aumento de la población y el turismo en las zonas costeras», concluyen los autores del trabajo.
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