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Un agricultor lleva una motosierra en una plantación de coca, después de talar árboles en el departamento de Guaviare, en la Amazonia colombiana. Afp
Narcodeforestación, el fenómeno que crece con el consumo de drogas

Narcodeforestación, el fenómeno que crece con el consumo de drogas

Naciones Unidas alerta del avance de la tala indiscriminada, la contaminación con tóxicos y la violación de derechos huemanos en ecosistemas clave como el Amazonas para producir toda la cocaína y el cannabis que demanda el mundo

Domingo, 12 de mayo 2024

El cannabis es la droga que más se consume en el mundo: 219 millones de personas, el 4% de la población, lo toma. Y esta cifra ha crecido un 21% en la última década. Le siguen, a mucha distancia, los opiáceos. En 2021, estos contaron con 31,5 millones de consumidores, principalmente de heroína, que sigue siendo la droga más letal. En tercer lugar se sitúa la cocaína, con 22 millones de adictos a ella.

Estos son los datos que maneja la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), cuyos responsables advierten de que, para hacer frente a la demanda mundial, el cultivo de coca, cannabis y adormidera se expande por el mundo al mismo ritmo que crece el consumo. Así lo demuestran los registros existentes sobre la superficie total dedicada, por ejemplo, a la adormidera. Ésta aumentó un 28% en el año 2022. Sucede igualmente con la coca: en 2021 la cantidad de cocaína pura fabricada alcanzó un nuevo récord de 2.304 toneladas.

Este incremento de tierra explotada para esta actividad ilícita provoca daños medioambientales tales que empiezan a preocupar cada vez más a las autoridades implicadas en la lucha contra el narcotráfico. La ONU ha puesto este fenómeno el nombre de 'narcodeforestación' y en el último informe relativo a 2023 de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) llama la atención de su avance.

Tan oculta como devastadora

La 'narcodeforestación' es una realidad compleja que engloba diferentes problemas. A las agresiones ecológicas tales como la tala indiscriminada de árboles para hacer hueco a los cultivos o la contaminación del suelo y de los acuíferos, se suma la violación de derechos humanos en las comunidades locales donde se cultiva, así como otras actividades ilícitas en las que se han embarcado las mafias de la droga. Estas ya han ampliado su negocio a la 'minería ilegal' y el tráfico de fauna y flora silvestres.

El citado organismo, que forma parte de la estructura de la ONU, denuncia así el nexo entre el narcotráfico, los crímenes medioambientales y delitos como la extorsión, el fraude, el trabajo forzado o los homicidios en las comunidades locales donde se instalan. «La narcodeforestafción amenaza a la selva y a sus habitantes, especialmente a los pueblos indígenas», alertan en su informe.

Vista de un campo de coca y restos de árboles cortados en Guaviare, en la Amazonia colombiana. Afp

Estas comunidades son víctimas desde desplazamientos forzados a envenenamientos por mercurio, además de estar expuestos a una mayor violencia. En muchas ocasiones ven destruidos sus medios de vida, muy vinculados al entorno.

Ponen como ejemplo a Ecuador, donde el deterioro del medioambiente y la degradación de los recursos naturales por el cultivo de las hojas de coca y la producción de cocaína amenazan algunas vías de subsistencia en la frontera septentrional con Colombia, como la recogida de moluscos y la pesca de cangrejos.

«Esa situación podría empujar a las poblaciones vulnerables de la zona a participar en la economía ilícita, por ejemplo practicando el contrabando de cocaína o de gasolina subvencionada (que se utiliza para fabricar cocaína) para los traficantes de cocaína en el departamento de Nariño (Colombia)», señala la JIFE.

Cocaína

2.304 Toneladas

La cantidad de cocaína pura fabricada alcanzó un nuevo récord de 2.304 toneladas en 2021.

En el aspecto estrictamente ecológico, y aunque «los riesgos para el medioambiente -reconoce la JIFE- puedan parecer relativamente pequeños desde una perspectiva mundial»-, los daños son significativos a nivel local. Por la naturaleza ilegal de los cultivos, se da una circunstancia que añade peligrosidad a las consecuencias que acarrean.

Por un lado cuentan la huella de carbono, por ejemplo, de la fabricación de cocaína. Esta actividad genera 8,9 millones de toneladas de dióxido de carbono al año. «Para producir un kilo de cocaína se necesitan 300 litros de gasolina», puntualiza el citado informe.

Junto a las posibles emisiones directas, hay que tener en cuenta que para producir las propias drogas se utilizan sustancias químicas nocivas que se filtran al subsuelo, lo que da lugar a una contaminación extensa y dañina. El ejemplo de las metanfetaminas es paradigmático: para sintentizarla se usa amoníaco anhidro, que normalmente se desecha al medio ambiente sin tratamiento alguno.

Uso sin control de químicos peligrosos

Cita el informe la contaminación que se da en el suelo y en el agua en la zona septentrional de Bélgica debido a la concentración de varios vertederos asociados a la producción de drogas sintéticas. Aunque con la cocaína sucede tres cuartas partes de lo mismo. En la parte amazónica de los Andes se utiliza ácido sulfúrico y queroseno para la producción de esta última sustancia.

Al CO2 y la contaminación por químicos hay que contar la deforestación a través de la tala directa, que también repercute en el balance de C02 del planeta, si se tiene en cuenta que está siendo atacado unos de sus 'pulmones'. Las plantaciones de hoja de coca se están expandiendo por la región andina, lo que está provocando una «notable deforestación, degradación del suelo y pérdida de la diversidad de la flora y la fauna de la zona».

La cuenca del Amazonas, «una zona crítica para la biodiversidad», está perdiendo masa forestal por meses a consecuencia de los cultivos de coca. Pero el fenómeno es difícil de combatir porque aprovecha la propia idiosincrasia de la selva para permanecer oculto. Ni siquiera los grupos ecologistas de la zona -así lo reconoce Rolf Holzmann, de Greenpeace Perú- tienen suficiente información para explicar esta realidad o denunciar nada al respecto.

Fotografía cedida por la fundación Moisés Bertoni de un campamento instalado en una de las plantaciones ilegales de marihuana dentro de la Reserva Mbaracayú, un bosque de paraguay considerado 'pulmón verde', descubierto en enero por esta institución, encargada de administrar el bosque.

Igualmente, en la triple frontera entre Brasil, Colombia y Perú se concentra «una intensa actividad ilícita de deforestación», impulsada por el comercio ilegal de madera y por el narcotráfico. La producción de drogas ilegales lleva a las mafias a ampliar sus 'negocios' de tráfico ilícito de bienes, ya sea madera o animales. Así, en América Central o en México, el cultivo o el tráfico de drogas convergen también con la tala ilegal o el comercio de fauna o flora silvestres.

De hecho, la JIFE indica que hay estudios que apuntan a que el narcotráfico en Centroamérica puede promover la deforestación mediante prácticas ilegales de control de capitales y de la propiedad de la tierra, que generan un daño medioambiental incluso mayor que el de la actividad directa de las redes de narcotráfico.

Coca

300 litros

Es la cantidad de gasolina que se necesita para producir un kilo de cocaína. Esta actividad ilícita supuso la emisión de 8,9 millones de toneladas de dióxido de carbono al año a la atmósfera.

Pero el fenómeno no se para en el Amazonas, el ecosistema más emblemático. Esta degradación del entorno se da igualmente con los cultivos de cannabis y adormidera en otras zonas del mundo.

Destacan los expertos el Triángulo de Oro de Asia Sudoriental, donde quien desempeña un papel fundamental en la degradación de los bosques son los cultivos de adormidera. «En algunas zonas de Afganistán estos han provocado la salinización del terreno como consecuencia de un drenaje deficiente durante el riego», han detectado los expertos del citado organismo antidrogas.

Y de Asia a África. Por ejemplo, en Nigeria el cultivo de cannabis al aire libre de forma intensiva conlleva, al final, los mismos problemas de las grandes plantaciones. Esto es, emisiones de gases de efecto invernadero y uso de combustibles y electricidad. «Los grupos armados vinculados al narcotráfico también se dedican a la caza furtiva de elefantes y el tráfico de marfil, lo que repercute aún más en los espacios naturales del continente, su flora y su fauna», alerta Naciones Unidas.

Los autores del informe exhortan a los gobiernos a mejorar las investigaciones y los datos disponibles sobre este fenómeno que vincula las drogas y los delitos medioambientales para poder adoptar «medidas urgentes» que combatan esta «amenaza».

Intervencion contra cultivos de coca en las montañas colombianas. Afp

La paradoja de la lucha contra el crimen

Naciones Unidas reconoce que en la lucha contra el narcotráfico se cometen errores que también atentan contra el medioambiente. En el citado informe del JIFE señala que los métodos que se utilizan para combatir los cultivos de coca, adormidera y cannabis a menudo son igualmente dañinos para el medioambiente, como lo es la práctica habitual de rociar con pesticidas letales grandes plantaciones ilegales que, al final, afectan a otras especies que no son el objetivo. En Myanmar, por ejemplo, las actividades para erradicar el cultivo de adormidera ha erosionado el suelo y, por ende, ha acabado con las actividad agroforestal indígena. Como este hay otros muchos casos, por lo que Naciones Unidas reclama a los gobiernos que busquen el «equilibrio» en esta lucha.

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