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Mujer en el museo. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza
Museos accesibles para llegar a todas las personas

Museos accesibles para llegar a todas las personas

Los museos crean guías adaptadas, ofrecen estímulos sensoriales o plantean visitas temáticas para responder a las necesidades de diversidad funcional de sus visitantes

Raquel C. Pico

Miércoles, 27 de marzo 2024, 07:06

Es un detalle en realidad bastante poco complejo y, sin embargo, tiene un valor muy elevado. En algunos museos, han empezado a poner en una esquina sillas plegables. Son para quienes necesiten hacer una parada en el recorrido y sentarse: si las necesitas, solo tienes ... que acercarte, coger una y usarla. Para quienes tienen problemas de movilidad son una herramienta que les asegura que podrán visitar la exposición a su ritmo y que podrán encontrar un respiro cuando lo necesiten.

Los museos son una de las instituciones culturales de referencia. Son, como apunta una de las resoluciones de la UNESCO, «instituciones que tratan de representar la diversidad natural y cultural de la humanidad y desempeñan una función esencial en la protección, preservación y transmisión del patrimonio». Se han convertido en los repositorios de la cultura colectiva, por lo que lo que conservan —y que puedan hacerlo bien— resulta fundamental.

«El arte sirve para remover conciencias, para pensar», indica María Quintas, del área de Educación del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. «Es para que te toque el alma, el cerebro», señala. Por eso, más allá de sus fondos también deben ser accesibles para cumplir con estos objetivos: deben lograr que todas las personas sientan que allí tienen cabida. Esto ha llevado a que estos organismos lancen actividades de dinamización o que se replanteen cómo cuentas las cosas y qué cuentan. Es algo en lo que llevan inmersos décadas, una democratización de los museos similar a la que vivieron en paralelo las bibliotecas. Así, igual que las bibliotecas reducen brechas, lo pueden hacer los museos en el acceso a los conocimientos.

E igualmente deben plantearse en ese proceso no solo cuestiones de educación o brechas económicas —el quién puede o no permitirse el acceso—, sino también de diversidad funcional. En las últimas décadas, los museos han estado trabajando en ello. «Sin duda más accesibles en la actualidad», responden desde el departamento de Difusión y Comunicación del Museo del Romanticismo, en Madrid, cuando se les pregunta si son ahora más accesibles los museos que hace 20 años. «Se cuenta con un marco normativo, proyectos específicos, formación continua, asociaciones y proyectos diversos que impulsan diferentes iniciativas…», enumeran. Tienen más herramientas para hacer esos cambios necesarios.

¿Cómo logra un museo convertirse en accesible? Desde el Museo del Romanticismo explican que ellos trabajan con «adaptación física», como una entrada adaptada, sillas de ruedas a disposición o bucle magnético —ahora en el zaguán, pero tienen pendiente que sea también en receptores individuales—, y con «accesibilidad cognitiva», como las visitas adaptadas. «El museo forma parte también de la plataforma Acerca Cultura en Madrid, con la que se están iniciando proyectos de formación y de inclusión social», apuntan.

En resumidas cuentas, la accesibilidad no es solo que un museo tenga ascensor, sino que implica pensar en las diferentes necesidades de sus visitantes y cómo cubrirlas.

La última herramienta que se ha incorporado al Museo Nacional Thyssen-Bornemisza para facilitar la accesibilidad de sus colecciones es una sinoguía, un proyecto para el que contaron, como señalan desde el museo, con el apoyo de Bankinter. Como explica María Quintas, no se trata solo de escribir un texto y hacer una traducción a lengua de signos de lo que se estaba diciendo. Para elaborarlo han colaborado con la comunidad, han creado un grupo de trabajo y, especialmente, «intentamos que la lengua de signos sea lo menos oral posible». «El signado lo hacen personas sordas», apunta Quintas.

Es la más reciente, pero no la única y la oferta del Thyssen ayuda a comprender los muchos palos que tocan los museos españoles a la hora de mejorar su accesibilidad. Tienen, por ejemplo, su «Museo fácil, que es difícil de explicar», reconoce con humor Quintas. Va en la línea con los libros de lectura fácil, que adapta el material de lectura. Otra propuesta es la de Video sensaciones, material audiovisual que ayuda con la danza a que el museo funcione para quienes necesitan estimulación sensorial. «Es super potente», apunta Quintas, y, al final, es también para todo el mundo, porque «te están transmitiendo sensaciones por la danza». Y otras se acercan a colectivos vulnerables socialmente.

A la hora de hacer los museos más accesibles, lo más importante es escuchar a quienes van destinados esos cambios y entender así qué es lo que realmente se necesita y funciona. «Lo mejor es contar con ellos», explica Quintas. «Contamos con un proyecto bastante potente de educación», indica. «Diseñamos en base a sus necesidades» y así, poco a poco, el museo va llegando a todo tipo de público y a todas las necesidades.

La clave está en que todas estas iniciativas den autonomía a todas las personas que quieran visitar los museos. Que se consiga «que sea tan accesible que lo sienta como su casa y puedan venir de forma autónoma», apunta Quintas.

E incluso hay otro factor importante: los museos son espacios públicos y como tales deben llegar a todas las personas. «La accesibilidad es para todos y todos podemos beneficiarnos de ella», indica Quintas. Todos incluso podríamos llegar a necesitar alguna de esas herramientas en algún momento de nuestras vidas.

La propia naturaleza de estos espacios puede a veces convertirse en un reto para la accesibilidad. El Museo del Romanticismo es, por ejemplo, un palacete del siglo XIX, que muestra cómo eran las casas de una época en la que se pensaba poco en estas cuestiones. ¿Cómo se afrontan las necesidades de accesibilidad teniendo que respetar también las de patrimonio? «A veces resulta difícil compatibilizarlo, pero se intenta llegar al máximo dentro de las limitaciones existentes», apuntan desde el museo. «Sí se está apostando por la accesibilidad cognitiva, que no presenta tantas limitaciones en una casa-museo», suman, recordando, una vez más, que accesibilidad son muchas cosas.

Y, al final, la propia naturaleza de las colecciones y lo que se busca capturar puede ser un activo más a la hora de afrontar la accesibilidad. Si un museo transmite cómo era la vida cotidiana en una época concreta, como es el caso del del Romanticismo, en esa cotidianidad ya había entonces también personas diversas. ¿Abre esto la puerta a un tipo de recorridos accesibles que para otros museos serían más complicados? «Sí, permite conectar más directamente las colecciones con la vida cotidiana de los usuarios, de manera que se reduce el nivel de abstracción de las explicaciones al poder establecer relaciones concretas con comportamientos u objetos del presente», señalan.

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