Las bibliotecas rodantes cumplen 70 años acercando la cultura a los españoles que más lejos la tienen. «Cuando llegamos a un pueblo es una fiesta», dice Roberto Soto, el presidente del gremio de libreros 'móviles'
Los libros te hacen viajar, pero ellos también viajan, y cuando lo hacen dentro de un bibliobús hasta el más triste y taciturno de sus personajes esboza una sonrisa de complicidad. Y bien grande. Los bibliobuses cumplen 70 años rodando por esas carreteras comarcales de ... parada y fonda, acercando la cultura a quienes más lejos la tienen y llevando historias, relatos, cuentos y poemas al más humilde y remoto de nuestros pueblos, donde todavía quedan Hilarios, Iluminadas, Dámasos y Rufinas ávidos de Cervantes, Galdós y Pérez-Reverte.
Para ese viaje que se inició en Madrid en 1953 y que aún conserva un cierto halo romántico, España cuenta con una flota de 80 bibliobuses, que atienden a 11,5 millones de habitantes, fundamentalmente en pequeñas poblaciones. En esos núcleos rurales sin tienda de comestibles, ni bar (ni por supuesto biblioteca pública ni librería) y donde hace décadas cerró la última escuela, estas bibliotecas móviles destinadas al préstamo de libros, revistas, DVDs y cedés aportan un espacio donde socializar y representan la única puerta de acceso a una cultura de calidad.
Lo sabe bien Roberto Soto, presidente de la Asociación de Profesionales de Bibliotecas Móviles (Aclebim), que gestiona la flotilla de bibliobuses de León, la tercera provincia con más unidades (seis) tras Madrid y Barcelona. «El 25% de todos los usuarios de bibliotecas públicas son de bibliobús», apunta Roberto para subrayar la importancia de este servicio que se presta sobre todo en el medio rural, y también en algunos barrios periféricos de las ciudades.
Bibliobuses en España
80
Atienden a 11,5 millones
España cuenta con unos 80 bibliobuses, que atienden a 11,5 millones de habitantes, la cuarta parte de los ciudadanos con servicio de biblioteca pública, según datos de la Asociación de Profesionales de Bibliotecas Móviles. La provincia con mayor número es Madrid con trece bibliobuses, seguida de Barcelona con diez, y León con seis.
31
Castilla y León, a la cabeza del país
Por regiones, la mayor concentración de bibliobuses se da en Castilla y León, con 31, casi el 40% del total de España. En esta comunidad autónoma, que tiene 721 pueblos con cien habitantes o menos, el 56% de la población con servicios bibliotecarios los recibe desde los bibliobuses.
53%
Las diputaciones, las principales gestoras
El 53% de los bibliobuses españoles están gestionados por las diputaciones provinciales, el 39% por los gobiernos regionales y el 8% restante por ayuntamientos.
Para estos pueblos pequeños y dispersos que configuran la España vaciada, el bibliobús es la alegría de la huerta. «Es un espacio donde los vecinos se ponen al día, te cuentan su vida y comentan entre ellos los libros que han leído y se los recomiendan. Solo con eso ya estamos dinamizando y reafirmando la vida social del pueblo; es una cosa muy sencilla pero que tiene gran valor». Y lo mejor, añade Roberto, es que a partir de ahí surgen clubes de lectura, cuentacuentos, talleres... un chorro de vida para poblaciones que sufren cada año una hemorragia en sus censos.
Los bibliobuses, con su conductor y su bibliotecario (o más bien bibliotecaria porque la mayoría son mujeres) anuncian su llegada con un bocinazo, abren la puerta en mitad de la plaza, deslizan la escalerilla y reciben a sus usuarios entre estanterías cargadas de libros y vídeos, y una mesa con ordenador donde se registran las novelas o películas que se llevan y las que traen de vuelta. La relación que los profesionales entablan con su clientela es de cercanía. Forjan un vínculo especial, se saben sus nombres y sus apodos, conocen sus gustos literarios y les sugieren lecturas. «Somos una pequeña gran familia».
Antes de dirigir los bibliobuses de León, Roberto, de 58 años, 31 de ellos como bibliotecario, recorrió la provincia durante casi tres lustros «en primera línea de combate». Conoce bien el paño, ha chupado mucha rueda bajo ventiscas de nieve, pero no duda en recomendar la experiencia a todos los de su gremio. «Te das cuenta de la relevancia de tus actuaciones porque muchas veces somos para estos vecinos la única puerta de acceso a la cultura de calidad».
Las seis bibliotecas rodantes recorren cada mes 400 pueblos, un tercio de la provincia. En las profundas montañas leonesas lo habitual es adentrarse en aldeas de menos de diez almas... pero han llegado a prestar libros en pedanías de un único paisano. Les mueve ese espíritu de llevar la cultura hasta el último rincón, el mismo que iniciaron hace más de 90 años aquellos dos proyectos revolucionarios de las Misiones Pedagógicas y La Barraca.
«Vamos a dar y no a pedir»
Cuando los vehículos cargados de libros (entre 2.500 y 3.000 volúmenes) aterrizan en un pueblo lo celebran como si fuera una fiesta. «Nos están esperando con muchas ganas. Y no solo por todo lo que llevamos, sino por las expectativas que supone para ellos. En las ciudades vemos los bibliobuses como algo pintoresco, pero la gente del medio rural los ve como un servicio de la Administración que viene a su pueblo a dar y no a pedir, y que además se adapta a sus necesidades». Para ello cuentan con un 'desiderata', que atiende los deseos de lectura de los vecinos a través de un mensaje de guasap. «¿Me puedes traer el último de Dolores Redondo?», les piden, por ejemplo, en este servicio a la carta.
«En las ciudades vemos los bibliobuses como algo pintoresco, pero la gente del medio rural los ve como un servicio de la Administración que viene a su pueblo a dar y no a pedir»
Roberto Soto
Presidente de la Asociación de Profesionales de Bibliotecas Móviles (Aclebim)
Roberto habla de lo gratificante de su trabajo: «Estás ayudando a gente que de otra manera no iban a tener este servicio. No sabes con qué ilusión, con qué sonrisas nos reciben. Es fantástico. Son extraordinariamente agradecidos. Si has tenido un mal día, con una de esas sonrisas se te acaban los malos rollos, te llena totalmente», resume el jefe de los bibliotecarios 'rodantes' de León.
Por las carreteras de Soria
Entre estanterías cargadas de cultura se mueve como pez en el agua Rebeca Carrasco, de 46 años, 19 como bibliotecaria de uno de los dos bibliobuses de la provincia de Soria. Prestan servicio a un centenar de localidades a las que llegan puntualmente cada quince días con sus 3.500 libros, revistas y vídeos. Hoy arranca en Fuentes de Magaña, un pueblecito de apenas 60 habitantes, la primera parada de las siete que recorrerá en una ruta de 230 kilómetros por carreteras secundarias... o más bien 'terciarias'.
Rebeca es pura vocación, una enamorada de su trabajo. Su entusiasmo es contagioso. «¡Es tan gratificante dar cultura y ocio a pueblos que no tienen muchos servicios!», exclama. «Te están esperando como agua de mayo», dice la bibliotecaria, que también reconoce que tienen a sus clientes «bastante mimados». «Nos piden libros que les interesa, y si vemos que van a funcionar y se van a prestar mucho, los adquirimos. Nuestro lector no es de física cuántica, es más de literatura de entretenimiento y de 'best sellers'. Y a veces cuando vamos a algún colegio, los profesores te piden alguna cosa concreta», detalla.
«Nuestro lector no es de física cuántica, es más de literatura de entretenimiento y de 'best sellers'»
Rebeca Carrasco
Bibliotecaria de uno de los bibliobuses de Soria
Lo cierto es que cada vez acude a menos escuelas porque se acaban cerrando por falta de niños. Rebeca ha sido testigo de muchas de estas clausuras. En la ruta que hoy le toca hacer junto a Pedro, el conductor, ninguno de los siete municipios cuenta con centro escolar, así que sus clientes serán casi todos jubilados y mayores de 70 años. Por ejemplo Pilar, de 72 años, que les ha pedido 'Esperando al diluvio', de Dolores Redondo. Otros de los más solicitados son 'Hijos de la fábula', de Fernando Aramburu; 'El cuco de cristal', de Javier Castillo, y 'El ángel de la ciudad', la última novela de Eva García Sáenz de Urturi, recién salida del horno.
En estos 19 años que lleva entre libros y ruedas, Rebeca ha visto la sangría demográfica que está sufriendo la España vaciada. «La gente mayor se va muriendo y los jóvenes acaban marchándose. Cada día se cierran más colegios». Pero no todo está perdido, y hay pueblos que están resurgiendo. Uno de ellos es Fuentelfresno, que forma parte de la ruta 7 (hay diez rutas en total) que Rebeca y Pedro cubren los martes. «Estaba despoblado, pero unas cuantas familias jóvenes se han ido a vivir allí y el colegio ya tiene veinte alumnos», se congratula.
A Rebeca le hace especial ilusión ver que hay relevo generacional, que en algunas aldeas las adolescentes que iban a por los libros de Harry Potter, ahora acuden con sus hijos. Y cuenta también lo agradecidos que son los mayores. Hace poco un lector de 80 años les regaló una tarta, «y cuando hacen matanza te traen chacinas». Sostiene Rebeca que su trabajo conecta con la gente. «Se establece una complicidad muy grande. Creo que hacemos una función importantísima, de fomento de la lectura pero también de compañía. Estamos muy comprometidos con nuestros pueblos», concluye.
Bibliobuses desde 1953
El servicio de bibliobuses lleva funcionando en España de forma ininterrumpida desde 1953, cuando se pusieron en marcha las primeras unidades en Madrid. Pero lo cierto es que ya hubo bibliotecas móviles durante la II República. Durante la Guerra Civil, cuenta Roberto Soto, presidente de Aclebim, se creó en la Generalitat de Cataluña un bibliobús destinado a dar acceso a la lectura a los soldados que combatían en esta región. Sin embargo, en 1939, el avance de las tropas sublevadas término con esta actividad. En 1953 y bajo el Ministerio de Educación Nacional dirigido por Joaquín Ruiz-Giménez, se inauguraron en Madrid los primeros bibliobuses. En los 70, los bibliobuses empezaron a atender al mudo rural. A partir de la Constitución de 1978, la nueva ley de igualdad de los españoles ante el acceso a la cultura obligó los poderes públicos a sostener y apoyar el desarrollo de bibliobuses. Eso llevó, por fin, a la profesionalización de los bibliobuses en los años 90y la integración efectiva de los bibliobuses en los sistemas bibliotecarios.
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