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Máximo Torero, economista jefe de la FAO. FAO
FAO: «Para cumplir con el ODS 2 necesitamos reducir la malnutrición en 87 millones de personas al año»
Máximo Torero | Economista jefe de la FAO

FAO: «Para cumplir con el ODS 2 necesitamos reducir la malnutrición en 87 millones de personas al año»

Voces 2030 | ODS 2 ·

Hambre cero es el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 2 y la situación «no es muy buena», asegura la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura

Miércoles, 27 de septiembre 2023, 07:57

Cuando se firmaron los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), los niveles de hambruna en el planeta seguían una senda bajista. El optimismo, en cambio, tendencia alcista. Ocho años después y en el ecuador de la Agenda 2030, la situación se ha invertido y ... los datos son peores que en 2015. «La situación no es buena», asegura Máximo Torero, economista jefe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). El hambre no es solo un problema de los países no desarrollados, también lo es en Occidente. «Tiene dos dimensiones», asegura Torero. «Hambre es desnutrición crónica, pero también obesidad y sobrepeso», advierte. Aunque los datos no marchan en buena dirección, la FAO es optimista y se puede conseguir llegar a la meta.

-Ecuador de la Agenda 2030 y nos fijamos en el ODS 2. ¿Estamos cumpliendo las metas establecidas?

-A día de hoy, el nivel de desnutrición crónica sigue extremadamente alto con 122 millones más que en 2019, eso supone que entre 691 y 783 millones de personas no tuvieron comida suficiente durante el año pasado. Es cierto que este ejercicio se ha estabilizado con respecto a 2021, pero hay mucha heterogeneidad. Latinoamérica y Asia han mejorado, pero Caribe y África han empeorado. Otra lección que nos deja 2022 es que sin la guerra en Ucrania y sin el covid-19 habríamos estado en una tendencia de caída un poco más pronunciada y nos hubiera puesto en 471 millones de personas con nivel de desnutrición crónica; ahora mismo vamos camino de 590 millones en 2030. A estas cifras hay que añadir 3.100 millones de personas que no tienen hábitos saludables y 2.400 millones de personas que no tienen acceso a alimentos para una dieta sana y eso provoca obesidad y sobrepeso. La situación no es buena.

-Entonces, lo que dice el título de este ODS, Hambre cero, es una utopía en 2030 o, incluso, 2050. Acabar con el hambre es complicado...

-Lo es, pero si analizamos la cantidad de recursos que se requieren para poder lograr la meta es de alrededor de 629 millones de euros al año. Es una cifra bastante alta y un poco compleja de lograr, pero trabajando conjuntamente, sector privado y público, se podría lograr cada año y si lo hacemos en los próximos siete ejercicios podríamos llegar a una cifra de desnutrición bastante más baja.

«Se requieren alrededor de 629 millones de euros al año para cumplir el ODS 2»

-¿Qué lecciones hemos aprendido de esta primera mitad de mandato de la agenda 2030?

-La principal es que hay una necesidad muy urgente de mejorar la coordinación. La segunda es que el hambre cero no lo es solo un año, sino que tiene que ser permanente. La tercera lección aprendida es que había mucha confusión en términos de indicadores, de falta de medición y de priorización de lo que se debe hacer. Hablamos de un ODS aspiracional, sí, pero no hubo, de forma paralela, un conjunto de marcadores que nos guiaran sobre qué hay que hacer para alcanzar la meta.

-¿Y ahora los hay?

-Estamos trabajando en eso exactamente, porque creemos que es la única forma en que se puede ver si se está progresando o no. Ahora mismo estamos con una serie de indicadores de agroecosistemas que nos van a permitir ver qué está ocurriendo, pero ha habido un cambio porque los ODS fueron concebidos en silos y ahora los vemos como algo que hay que integrar y relacionar. A pesar de ello no hemos logrado el nivel de coordinación necesario y estamos viendo que hay urgencia.

-El hambre siempre se ha visto como un problema de los países más pobres y que no toca en Occidente. ¿Esto ha afectado a la colaboración? ¿Se ha concebido ya como algo global?

-El hambre tiene dos dimensiones: la desnutrición crónica y la obesidad y sobrepeso. Esto último, especialmente, toca a todos, porque el sobrepeso se sufre en todas las regiones. Además, debido a los 'shocks' tan fuertes que hemos tenido en los últimos años hemos visto problemas de colas de hambre en países desarrollados. La responsabilidad es conjunta y, por ejemplo, un país más avanzado económicamente no puede decirle a uno más pobre que no reduzca la hambruna para que le proporcione alimentos más sostenibles y así cumplir sus metas. Esto no funciona así. Lo que hay que hacer es ayudar a financiar, proporcionar innovaciones tecnológicas y a la vez que se es sostenible, reducir la hambruna. Lo que ocurre es que la inflación ha complicado mucho la situación. El incremento de las tasas de interés ha afectado enormemente a los países más pobres y, sobre todo, a su capacidad de pago. No pueden pagar y van a tener que renegociar y esto es un círculo vicioso, porque si no pueden pagar al Banco Mundial o al Fondo Monetario Internacional (FMI) la puntuación de riesgo de estos aumenta y pierden la triple AAA automática y eso reduce la capacidad para lanzar recursos. Lo que hay que hacer, repito, es incentivar la colaboración.

-Le quería preguntar por el cambio climático, ¿nos va a cambiar la alimentación?

-Nos afecta y va a afectar en cuatro dimensiones. En primer lugar, va a generar problemas de escasez de agua, que ya lo estamos viendo. Además, en episodios concretos va a provocar excesos con muchas inundaciones y ha pasado en Pakistán o en Italia, pero puede ocurrir en cualquier país del mundo. También tendremos problemas de variabilidad porque al subir o bajar la cantidad de lluvia la producción será más ineficiente y, por último, habrá más enfermedades o peste. Todo esto va a ser complejo de gestionar en un sistema agroalimentario que está bastante concentrado. Hay pocos países productores en el mundo y por lo tanto hay que ver la forma de incrementar la resiliencia y estar preparados.

-¿Y nos estamos preparando?

-Hemos mejorado bastante, episodios como el covid ha ayudado a prepararnos, por ejemplo, en la parte logística. Ahora tenemos mucha más capacidad de entender qué puede pasar. Además, también nos ha hecho entender que sin alimentos no hay salud por lo que es vital tener políticas inmediatas para el sector alimentario y que este sea prioritario. La guerra, además, ha puesto en primer plano la resiliencia en la cadena para que países que dependían de un solo productor tenían que tener más acuerdos comerciales. Esto lo hemos visto con el norte de África, hay que diversificar, porque aunque había alimentos no podían acceder a ellos porque no tenían acuerdos comerciales. Hay más información, cubrimos más temas, ahora nos preocupa el tema de los fertilizantes. Estamos mejor, creo yo.

«La guerra en Ucrania nos ha demostrado que teníamos que mejorar la resiliencia de la cadena de producción»

-Estamos mejor, pero lejos de cumplir con las metas del ODS. Como organización, ¿con qué se daría la FAO por satisfecha?

-Tenemos muy pocos recursos, pero es una institución que puede tener un impacto muy grande porque tiene acceso a 193 países. Tenemos una responsabilidad muy seria y creo que no nos vamos a dar satisfechos con nada, porque la meta es 0. Lo que sabemos es que deberíamos haber bajado 119 millones con la provisión del 2030 y no se ha logrado por el covid-19. Lo principal a corto plazo es cambiar la tendencia y que este año o en el siguiente tener esa caída en la desnutrición crónica y luego acelerarla hasta ver números en los que podamos estar más cerca de la meta, porque para lograrlo tenemos que bajar en 600 millones de personas esa cifra. Tenemos que acelerar la velocidad de reducción de la desnutrición crónica. Cada año tenemos que reducir en 86 millones de personas la desnutrición crónica, solo así cumpliremos con lo acordado. Es una enorme responsabilidad, pero sabemos lo que tenemos que hacer y sabemos que no se puede hacer solos.

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