Una de las ideas que se repetían al principio de la crisis del coronavirus era la de que de la pandemia íbamos a salir más tecnologizados. En cierto modo, así ha sido. Aunque en los últimos meses se ha empezado a producir una reacción al ... teletrabajo —y ha vuelto la presión para el retorno a las oficinas—, el crecimiento en el uso de internet no ha decaído. Muchas cosas que antes se hacían fuera de la red —o tanto 'off' como 'online'— ahora están definitivamente solo 'online'. Son, muchas veces, cuestiones de ocio o de consumo, pero, en otras, acciones básicas para el día a día, desde solicitar papeleo administrativo o gestionar la cuenta de ahorros. Pero ¿está esta digitalización llegando a todo el mundo o está dejando atrás a una parte de la población?
La idea de que existe una brecha digital no es nueva. De hecho, se podría decir que la brecha digital tiene muchas caras, como la que se conecta al género o la que se vincula a la tercera edad. También puede estar conectada a una brecha en accesibilidad: esto es, puede suponer un elemento extra de bloqueo en el acceso a contenidos, servicios y hasta trabajos para las personas con alguna discapacidad. E incluso aquí el temor a que esto suceda tampoco es nuevo: en 2020, un estudio de la Fundación Adecco y Keysight Technologies Spain apuntaba que el 45% de las personas con discapacidad reconocía dificultades para poder hacer uso de dispositivos tecnológicos.
La cifra no ha variado años después, con una pandemia por medio y una sociedad mucho más dependiente de la tecnología. «En el informe 'Tecnología y discapacidad', que publicamos en el mes de julio junto a Keysight, el 45% de las personas con discapacidad encuestadas manifestó que encontraba barreras en el uso y manejo de las nuevas tecnologías», apuntan desde la Fundación Adecco. No solo un 75% de los encuestados reconoce que se enfrenta a barreras económicas para acceder a esos dispositivos 'tech', sino que el 58% asegura que tiene «problemas de usabilidad por considerarlos complejos».
Además, los últimos avances tecnológicos abren nuevas capas de posibles temores. «El avance de la tecnología y el papel cada vez más protagonista de la inteligencia artificial suponen un reto para la inclusión laboral de las personas con discapacidad», apuntan desde la Fundación Adecco. El problema está tanto en los sesgos que la IA puede llevar a los procesos de selección de personal como a la potencial pérdida de oportunidades laborales por la automatización o a las «barreras de acceso».
Otro estudio de esta fundación ha analizado los patrones de acceso al trabajo de los jóvenes con discapacidad y ha descubierto que, de media, les lleva dos años encontrar ocupación, el doble que a la media de su generación. La tecnología juega un papel no muy positivo en ese acceso al mercado laboral. «Las barreras empiezan en la propia búsqueda», explican, porque todos estos procesos se desarrollan online y no todas las personas con discapacidad —y aquí hablan de forma general y no centrándose solo en los jóvenes— cuentan con las habilidades en nuevas tecnologías o las herramientas para poder acceder a ello. «En definitiva, es fundamental dotar a las personas con discapacidad de competencias digitales para que puedan acceder a los nichos de empleo emergentes y competir en condiciones de igualdad en el mercado laboral», aseguran.
Y, no menos importante, porque esa misma tecnología que está creando ahora nuevas brechas puede servir para eliminarlas. Bien empleada o con un desarrollo que tenga presente que no todos sus futuros usuarios serán iguales, puede servir para allanar el acceso a muchas más personas.
Trabajando la accesibilidad
Las empresas ya están trabajando para mejorar la accesibilidad. De entrada, la normativa comunitaria ya marca unos estándares mínimos que se deben aplicar para reducir las barreras de entrada.
Para continuar, el diseño inclusivo es fundamental para lograr captar al talento más variado para sus plantillas y al mercado más amplio para el consumo de sus productos. Una estimación de McKinsey habla de que las compañías pierden 6.300 millones de dólares al año por no tener webs adaptadas que sean fáciles de usar para usuarios con necesidades diversas, una cifra que podría ir en aumento a medida que la población envejezca y problemas como la dificultad en la visión se hagan más comunes.
Y, para finalizar, si las empresas están convirtiendo los principios de igualdad y sostenibilidad en piedras angulares de sus estrategias, no garantizar que sus servicios lleguen a todas las personas posibles no sería coherente. «La accesibilidad no es un tema de negocio, es uno de igualdad», defiende Jennifer Blumer, gerente de ventas en Equalweb, una compañía especializada en hacer que las webs de compañías, organizaciones y administraciones públicas sean más accesibles.
Añadir una capa de funcionalidades puede servir para amplificar esa accesibilidad en internet y reducir la brecha digital. Como señala Fnac en la nota de prensa de presentación de la incorporación de las funcionalidades de Equalweb a su tienda online, «la web es ahora más accesible para usuarios con distintas discapacidades y también para las personas mayores».
De hecho, esa mención a «distintas» es un punto importante: no se puede meter a todas las personas discapacitadas en el mismo saco y reducir trabajar la accesibilidad a que las letras se puedan amplificar o que un sistema de voz lea los contenidos. Según el ya citado informe 'Tecnología y discapacidad', el 52% de los encuestados reconoce que se ha tropezado con problemas de accesibilidad relacionados con su tipo concreto de discapacidad.
Si se habla de diversidad funcional es porque, justamente, las personas son diversas en lo que pueden hacer y en lo que pueden necesitar. La tecnología de Equalweb, como muestra Blumer, funciona en 43 idiomas diferentes y permite activar 32 perfiles distintos para que la navegación sea más correcta para muy diversas necesidades, desde las personas con epilepsia que no pueden recibir destellos, a quienes tienen movilidad reducida y problemas para mover el ratón hasta quienes son daltónicos y no pueden diferenciar los colores pasando por los disléxicos que necesitan ayudan con la lectura. Son solo algunos ejemplos —Blumer también señala que quienes tienen TDAH pueden preferir ciertas ayudas en la navegación, entre otros—, pero sirven para entender que hacer la tecnología accesible requiere comprender un abanico de variables.
«La idea no es solamente prever la ley europea, sino es también darle la capacidad a todas esas personas que no tienen la oportunidad de navegar», apunta la experta. Es «ir más allá de lo que se necesita» por obligación para hacer que internet y la tecnología sean realmente accesibles a todo el mundo. Convertir las webs en espacios más accesibles no es tan caro y no hace la carga —ese gran temor de los responsables tecnológicos— más lenta. No es, promete, un reto inasumible.
El 65% de las personas con discapacidad confía, según los datos de la Fundación Adecco, en que la revolución tecnológica ayude a impulsar su acceso al empleo, mejorando la igualdad en los puestos de trabajo. Pero, como recuerdan desde la fundación, «para que dichos avances desemboquen en el empoderamiento de las personas con discapacidad, deben ir acompañados de una intensa labor de formación y sensibilización». Esto es, no solo estas personas deben adquirir habilidades y conocimientos digitales, sino que el mundo debe comprender que todos tenemos necesidades distintas.
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.