Jesús López y Javier Jiménez llevan ya algún tiempo patrullando juntos las calles de la ciudad de Benidorm. Seguramente, como cualquiera que comparta tantas horas diarias con otra persona, han acabado siendo confidentes el uno del otro. De sus problemas y de sus alegrías. De ... sus preocupaciones y de sus logros. Casi como un matrimonio. Sólo les faltaba un hijo en común. Y aunque no es eso, exactamente, lo que les regaló la mañana del pasado miércoles, a experiencia vivida no fue muy distinta a haber sido padres de forma conjunta.
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Aquella mañana comenzó como una mañana cualquiera para los dos policías locales de Benidorm, pero muy pronto la cosa cambió. Estaban «haciendo colegios», es decir, asegurando la zona de los centros escolares para la normal entrada de los estudiantes a los mismos. En su caso, ese día «poco antes de las nueve de la mañana» estaban destinados al «colegio Sierra Helada».
Pero aquella mañana iba a ser de todo menor típica para ellos. Fue entonces «cuando se recibió un aviso en la sala de transmisiones» proveniente del Centro de Información y Coordinación de Urgencias. En ese aviso se indicaba, relatan los policías, «que había una mujer que se había puesto de parto en un punto muy cercano al que estábamos nosotros, así que nos dirigimos de forma urgente allí».
Una vez en el lugar, los agentes López y Jiménez se encontraron a una mujer que «tenía muchas contracciones», lo que indicaba que el parto se iba a producir de manera inminente. Confiados en que la unidad del Servicio de Atención Médica Urgente (SAMU) que se había solicitado haría su pronta aparición, decidieron «sentarnos a su lado, tranquilizarla, ayudarla a que respirara para el dolor de las contracciones».
Pero mientras ellos trataban de calmar a la mujer, los nervios se iban apoderando de los propios agentes porque «veíamos que la cosa iba a ser inminente. Desde que llegamos hasta que dio a luz, no pasaron más de 15 o 20 minutos». Una experiencia que, pese a los años de servicio acumulados, confiesan que «no habíamos vivido nunca».
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Una situación, la de asistir a un parto, para la que confiesan que no estaban muy preparados. Aunque «se nos ha formado en primeros auxilios y en alguno de esos cursos nos dan algunas nociones básicas». Pero de ahí a convertirse en 'matronas' hay un paso muy grande. Por fortuna, «la niña venía de cabeza y todo fue más sencillo».
Tan rápido fue todo que los policías apenas tuvieron tiempo de reaccionar. No pudieron mover a la parturienta de la rotonda en la que se encontraban. Por ello, uno de los policías fue «a un hotel cercano para pedir un juego de toallas limpias para hacer el lugar lo más higiénico posible y evitar cualquier tipo de infección al bebé o a la madre».
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Los minutos pasaban, el parto ya había comenzado y la ambulancia no llegaba. Tampoco se escuchaban a lo lejos las sirenas que siempre anuncian la proximidad del recurso sanitario. Por ello, uno de los agentes decidió «ir hasta el centro de salud de Juan Fuster Zaragoza, que está muy cerca, para buscar ayuda de un médico. Cuando llegué y les expliqué lo que sucedía, inmediatamente se subió al patrulla».
Y casi como aquellas 'noches de los transistores' en las que la radio llevaba a los oyentes de actualidad minuto a minuto de eventos deportivos o de noches electorales, el agente y el galeno escuchaban «como mi compañero me decía por la emisora 'date prisa que está saliendo'».
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Después, cuando el coche patrulla con sus luminosos azules volaba hacia esa rotonda que se había convertido en un paritorio, un breve 'silencio radio'. Cuando Jesús y el médico aparecieron con el coche «pude ver cómo Javi le estaba poniendo el bebé sobre el pecho a la madre».
Javier Jiménez confiesa que todo fue «muy sorprendente» y recuerda lo precario de la situación. «Sólo tenía el juego de toallas que habíamos pedido en el hotel y unos guantes que siempre llevamos en el bolsillo».
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Tan precario que, «para que la recién nacida no perdiera calor corporal nada más nacer, me quité el polo del uniforme y la envolví con él», momento en el que, recuerda, ya «llegó Jesús con el médico y la enfermera del centro de salud y fueron ellos los que se hicieron cargo del bebé y de la madre».
Han pasado dos días desde entonces. Javier y Jesús siguen haciendo su labor cada mañana en las calles de Benidorm y, quizás por esa vorágine del día a día, parecen no haber asimilado por completo lo sucedido el miércoles. Ellos sólo dicen que «estamos contentos porque fue una intervención que no solemos hacer nunca, pero que salió muy bien».
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