La calma se vio interrumpida abruptamente este pasado martes en Penàguila. «Era un infierno», relata el octogenario Paco Picó desde la vecina localidad de Benifallim, donde él y decenas de convecinos han encontrado refugio. Se estima que alrededor de 400 personas tuvieron que dejar sus casas en Penáguila a media tarde, unas pocas horas después de que el fuego se hubiera originado en Benasau.
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Desde el hogar provisional en que se ha convertido la casa de un allegado, Picó recuerda el acelerado avance de las llamas, que en cuestión de minutos cruzó los límites de las comarcas del Comtat y l'Alcoià. Este hombre de campo recibió la noticia de la evacuación mientras faenaba sus tierras, una vocación rural que tuvo que interrumpir para abandonar rápidamente el municipio junto a su mujer.
Su testimonio permite acercarse al mosaico de historias que se entrecruzan en las calles de Benifallim. El epicentro de las mismas se encuentra en la plaza de l'Esglèsia, donde los vecinos evacuados ponen en común sus experiencias del día anterior, a la espera de volver a sus casas. Allí han encontrado refugio en la terraza del bar 'Tierra y bar', establecimiento que dio de cenar el martes a los vecinos desalojados, y que promete hacer lo propio con el resto de comidas hasta que se recobre la normalidad en l'Alcoià. Manu Maldonado, regente del bar, reconoce que el Consistorio de Benifallim está asumiendo los costes del todo el servicio; una muestra más de la solidaridad que se vive en el mundo rural.
Marisa García ejemplifica esta espontánea muestra de fraternidad rural: «Tengo acogidas en mi casa a ocho personas, dos perros y dos gatos. Mi casa es grande y hubiera podido acoger a más personas, pero hay algunos que han preferido pasar la noche en sus coches porque sabían que no podrían pegar ojo». Núria, la hija de esta vecina de Benifallim, también se ha volcado con sus vecinos, y es que, según apunta la madre, «se dedicó a recorrer las inmediaciones de Penàguila en coche para comprobar el estado de las casas y poder así informar a los vecinos».
Mari Colomina es otra de las personas que han pasado la noche pegada al teléfono móvil. En su caso, se ha alojado junto a su madre de 93 años en el Hotel Odon de Cocentaina. Esta penailera se deshace en elogios hacia la capacidad de acogida encontrada en Benifallim. Sin embargo, no se muestra tan benévola con el alcalde de su municipio, del que ha echado en falta una mayor celeridad a la hora de comunicarse con los vecinos. «Nos estamos comunicando a través de un canal de WhatsApp, donde el alcalde no se ha pronunciado hasta la mañana siguiente del incendio».
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Sumada a los refugios improvisados por los vecinos, la Cruz Roja también ha instalado un punto de acogida en dependencias municipales, donde han pasado la noche apenas tres personas. Allí se les ha ofrecido enseres básicos como ropa y kits de higiene.
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