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Sor Irene Estadella permanece detrás de la reja. Como vicaria de la comunidad de las monjas de la Sangre obedece el mandato de clausura de su orden y lo harán incluso el próximo jueves 11, día de Santa Faz, cuando prácticamente toda la ciudad se desplace hasta el monasterio en el que esta monja y sus hermanas custodian la reliquia más importante para los alicantinos.
Siempre permanece detrás de la reja que la separa del mundo, aunque sus ojos no dejan de expresar la emoción y la devoción que esta alicantina siente por la tradición que más une a la ciudad. Y es que sus primeros recuerdos de esta romería aparecen acompañada de su padre, cuando acudían a San Juan a recoger a su madre, que no faltaba un año. Luego, algo más mayor y de adolescente, recorría cada año los 7 kilómetros que separan el que era su hogar familiar en la calle Virgen del Socorro del emplazamiento del caserío.
Ahora lo vive de otra manera: «Desde mi vocación contemplativa todo cambia», explica, aunque reconoce que las monjas de la Sangre siempre han acompañado la romería desde el corazón. Y es que estas religiosas sienten una devoción inmensa por esta reliquia. Incluso, aparecen en las primeras crónicas que se conservan en el convento del Casco Antiguo: «Cuando sale la peregrina de San Nicolás nosotros comenzamos a cantar letanías, era como si estuviéramos espiritualmente acompañando a los peregrinos, a la vuelta siempre pasa por el convento».
Desde 2019, cuando las clarisas dejaron el monasterio de la Santa Faz, fueron sor Irene y sus hermanas las que tomaron el relevo en la custodia de la reliquia. «Ahora acogemos a los peregrinos, antes era acompañarlos con el corazón y ahora es recibirlos con el corazón, que es otra dimensión, esa es nuestra vocación de intercesión, ponernos al lado de la gente para acompañarlos en este camino de la vida hacia el Señor», reconoce sor Irene.
Ella y sus 11 hermanas son las encargadas de cuidar del templo todo el año, muy especialmente durante los días previos a la Santa Faz. Un trabajo para el que cuentan con ayuda, ya que ellas solo acceden a la iglesia cuando ésta se encuentra fuera del horario de visitas. Durante los días grandes también cuentan con un equipo de más de 60 voluntarios que velan de que todo esté de la mejor manera posible para «encontrarse con la faz del Señor».
Es ese momento de encuentro en el que se accede al camarín donde se guarda la reliquia es uno de lo que más impresiona a sor Irene. «A pesar de las colas hay personas que se quedan paradas un rato mirándola, y es increíble cómo la gente respeta ese momento de encuentro y absolutamente dice nada», reconoce esta mujer. Esa devoción impresiona a la hermana, quien reconoce que «no solo custodiamos la Santa Faz sino también la fe del pueblo de Alicante«.
«Venir a la Santa Faz y no entrar a ver a la reliquia se queda descafeinado, si esos días es imposible acceder, el año tiene muchos días y esto es una peregrinación constante», explica. «No podemos perder nuestra tradición, si no podemos un día podemos volver en otro momento, hay mucha gente que viene cuando hace deporte o con la bici, y entran con su casco de ciclistas«.
«Vamos a guardar la identidad de Alicante y no dejar que se nos diluya«, remarca sor Inés.
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