
Antonia Monserrat (Toñi) llora desconsoladamente mientras cuenta su situación a la cámara. Esta mujer lleva 25 años viviendo en su casa del barrio de Altozano y, ahora, un banco quiere subastar su vivienda con ella dentro. A la situación, dramática ya de por sí, se le suma que hace cinco meses, esta mujer se quedó ciega por un glaucoma y, por ello, se le hace muy difícil encontrar una nueva casa para ella y su hijo menor de 15 años.
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Desde el Sindicat de Barri de Carolines han denunciado su situación a través de redes sociales tras agotar las vías de negociación. Esta semana, la entidad bancaria y la de gestión hipotecaria que llevaban su caso han cortado la renegociación de la deuda de Toñi. Según explican los activistas, hace tres meses lograron un compromiso por escrito para ofrecerle una refinanciación si esta mujer de 58 años lograba ingresos estables.
Toñi explica, en un vídeo que el Sindicat ha colgado en sus redes sociales, que ya no puede trabajar «ni hacer las cosas que hacía antes». Sin embargo, han logrado tramitar la ayuda a la dependencia y se encuentra en un programa de la ONCE para poder ser autosuficiente en su vivienda. Con ello, cuenta con unos ingresos que le permitirían refinanciar la deuda y seguir pagando por la que ha sido su casa 25 años. Desde el Sindicat denuncian que una vez se pusieron en contacto con el banco para trasladar que contaba con los ingresos suficientes desde la entidad dejaron de contestar.
«Me viene todo muy grande y no puedo. No pretendo dar pena, solo porque no puedo», explica Toñi sobre su situación. Y es que se conoce todos y cada uno de los rincones de su casa, puede guiarse por las paredes y sabe dónde está cada cosa. Así que incluso aunque pudiera permitirse otra vivienda aprendérsela sería muy complicado para ella. «No tengo economía para ir a un sitio muy caro, ni tengo la posibilidad de ver una nueva casa porque no la conozco», reconce esta mujer.
Desde el Sindicat hacen hincapié en que en esta vivienda «es el único sitio en el que puede moverse sin riesgo de autolesionarse o perder autonomía». «Expulsarla de su hogar supone un grave riesgo para su salud», insisten. Por ello reclaman al banco que se retomen las negociaciones.
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Aunque de momento no hay fecha, Toñi vive con la espada de Damocles, en la incertidumbre sobre cuando llegará el nuevo propietario para desahuciarla. Mientras, espera que un milagro le permita seguir pagando la casa que ha sido suya durante 25 años y de la que ni quiere ni puede moverse.
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