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Ana Mari y Ana al frente del bar El Loro. TC

El espíritu imborrable de Antonio Colomina sigue vivo en El Loro

El dirigente vecinal perdió la vida hace un mes en un accidente de tráfico | Su mujer y su hija siguen al frente de su bar en Colonia Requena

Viernes, 14 de marzo 2025, 07:22

En el bar El Loro todo sigue como siempre aunque nada es igual. Antonio Colomina está presente en cada rincón del establecimiento al que dedicó su vida y que convirtió en el centro neurálgico de Colonia Requena. Hace ya un mes que perdió la vida en un accidente.

Antonio 'El Loro' -cogiendo el nombre del establecimiento que regentaba- está en las conversaciones, en las personas que se siguen acercando al bar como cuando tras la barra Colomina les preparaba el café. Y es que como dice Ana Mari - su mujer-: «Aunque Antonio ya no está, sigue aquí».

La fachada del bar El Loro. Tere Compañy

Son ella, que sigue tras la barra con una sonrisa, y su hija Ana las que han cogido el relevo de Colomina al frente de un local en el que a los parroquianos se les recibe con su nombre. «Carlos, un descafeinado ¿verdad?», pregunta Ana. Y es que este jueves es un día normal, uno más en el que los vecinos siguen entrando a este bar, pero justo hace un mes que la terrible noticia corrió como la pólvora en un barrio que le debe mucho a este dirigente vecinal. En la sala hablan del precio de la comida, de los problemas con el mercadillo ilegal o de las okupaciones en el barrio. El Loro siempre ha sido justo eso, un lugar de tertulia, donde todos se conocen y donde siempre hay un café caliente para el que lo necesita.

Si Antonio fue la voz de Colonia Requena, tras él siempre ha estado Ana Mari, menos visible quizás, pero las manos y la cabeza en cada uno de los proyectos que iniciaron juntos para hacer este rincón de Alicante un poco mejor. Ahora junto a ella, tras la barra del bar, está su hija Ana, que se le ve de lejos el mismo nervio de su padre frente a las injusticias. «Antonio y yo tuvimos tres hijos, no podíamos dejar perder el bar que fue su vida», explica Ana a un parroquiano.

1. Ana Mari y Ana hablan con Andrés Cremades, otro de los históricos de este barrio. 2. Varios vecinos desayunan en El Loro. 3 Dolores en la sala. TC
Imagen principal - 1. Ana Mari y Ana hablan con Andrés Cremades, otro de los históricos de este barrio. 2. Varios vecinos desayunan en El Loro. 3 Dolores en la sala.
Imagen secundaria 1 - 1. Ana Mari y Ana hablan con Andrés Cremades, otro de los históricos de este barrio. 2. Varios vecinos desayunan en El Loro. 3 Dolores en la sala.
Imagen secundaria 2 - 1. Ana Mari y Ana hablan con Andrés Cremades, otro de los históricos de este barrio. 2. Varios vecinos desayunan en El Loro. 3 Dolores en la sala.

En lo que dura un café, Paqui, una vecina, mira por la ventana y comenta: «no me gusta ese coche». Es el que usaba Antonio y no puede evitar pensar que de un momento a otro Colomina va a bajar del asiento del conductor listo para descargar la compra.

Dolores, de 90 años, llega y busca a Ana Mari. «¿Dónde está Antonio?», pregunta. La mujer de Colomina, con la calma de quien ha mantenido la misma conversación mil veces en un mes, le dice con cariño: «Antonio ya no está, falleció hace un mes, en un accidente con la moto». Las lágrimas recorren las mejillas de esta anciana mientras continúa con voz temblorosa «ya decía yo que no me contestaba al teléfono».

El móvil de Colomina es un símbolo de cómo este hombre sigue viviendo en cada rincón de Colonia Requena. Aunque Antonio ya no esté en media hora ha sonado mil veces. Pero la voz que recoge las llamadas es la de Ana Mari, que sigue el legado de su marido cuidando del barrio, como no podía ser de otra manera. Esta mañana su bar es el escenario de una reunión de la asociación, la semana que viene dará una charla en la parroquia y cuando hace falta se organizan las vecinas para parar una ocupación o denunciar actividades conflictivas.

En Colonia Requena todo sigue igual que hace un mes. En la esquina entre la calle de la Perla y de la turquesa el bar El Loro abre su persiana como lleva haciendo desde hace casi medio siglo. Los vecinos se acercan a tomar el desayuno, comentar las noticias, hablar sobre política o quejarse de cómo está el barrio. Y es que, aunque el café ya no lo sirva Antonio, el alma de este dirigente vecinal -que no dudó en enfrentarse a quien hiciera falta para entregar comida a las familias que se quedaron sin nada durante la pandemia, que encabezó la colaboración con la policía para acabar con las conductas incívicas o que repartía comida para las personas mayores cada día- sigue estando en cada rincón de un barrio que un mes después todavía le llora.

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